Badajoz - Badajoz

Juan Miguel Fernández En el Occidente la liebre saltó en Castropol, cuando el Ayuntamiento se negó a costear el alumbrado que en las crudas noches exaltaba la majestuosa figura que el puente de Los Santos dibuja sobre la ría del Eo.


En Valdés se quiso menguar la factura del consumo eléctrico acortando las horas en que el alumbrado público prestaba servicio, pero las permanentes y profundas discordias entre los miembros del anterior tripartito en el gobierno imposibilitaron medida alguna.


Ahora es tiempo de vacas flacas, se mira con lupa el momento de darle al interruptor de la luz. Entidades privadas u organismos públicos, todos claman al ver que el gasto eléctrico se ha salido de la órbita de lo razonable.


Hubo un tiempo, no muy lejano, en que nos incitaron a consumir energía eléctrica a destajo. Se ejecutaron rotondas en carreteras más allá de las necesarias, flanqueadas de multitud de farolas que ahora sólo proyectan apatía. Los centros comerciales se convirtieron en los lugares de consumo y ocio en los que jamás entra la luz del sol; las verbenas populares programadas para la medianoche y los grupos musicales que las amenizan con sofisticado instrumental electrónico. Cualquier concejal resolvía con prontitud la solicitud del vecino que pedía un nuevo punto de luz. Todo perfectamente planificado por las grandes empresas del sector para lograr un consumo de vatios desmesurado. Las mismas empresas, que sientan en sus consejos a ex presidentes y ex ministros con exageradas compensaciones económicas, exponen enormes cifras del denominado déficit tarifario y solicitan un rescate estatal a modo del que se practicó a los bancos.


Mientras bajan los sueldos y se anuncian desplomes pavorosos, aumentan las tasas universitarias y las fortunas de los megarricos, suben la gasolina y el tabaco, y sube la luz. Mientras se congelan las pensiones y los más jóvenes ven alcanzarlas como una remota posibilidad, crecen las retribuciones de los consejos de administración, suben las bebidas alcohólicas, las patatas, y sube la luz. Mientras el Parlamento asturiano es incapaz de hallar cordura y mesura en las dietas de sus miembros, se amplían la deuda pública y la privada, suben los peajes y la fruta, y sube la luz. Mientras la sanidad y la educación pierden la condición de servicios ejemplares, suben las tasas y el IVA, y sube la luz. Sobremanera, en los hogares.