Badajoz - Badajoz

Recuerdo que estábamos sentando en unas piedras gordas que había en una esquina del cruce de dos calles de las Zona Alta, que era la de los pobres allí, en Almendral de Badajoz, que es mi pueblo natal, contándonos cuentos inventados por nosotros mismos, éramos tres o cuatro, todos muy parecidos en edad y en vestimentas y en los mocos que nos “recolgaban” como las dos velas de un bergantín. El juego era ese, cada uno contábamos un cuento inventado. En realidad todos eran lo mismo, contaban cosas de madrastras malas muy malas o de hombres desconcienciados y mas malos que el rejalgar o, de valientes soldados que iban a la conquista de otras tierras para salvar a sus habitantes de los males que les causaban sus terroríficos gobernadores. Para que nos hagamos una idea, eran de malos más o menos como ahora lo es el actual mandamás de Siria, por decir alguno.

En medio de uno de esos estábamos, cuando sentimos un extraño y atronador ruido de motores que nos llegaba de por la parte de Monsalud y, uno de ellos más espabiladillo y algo mayor que a veces ejercía el mando, dijo con una voz muy miedosa: “es la guerra, a los refugios” y, unos p´acá y otros p´allá, todos acabamos con la cabeza detrás de algún otro peñasco o escondido en los quicios de las puertas hasta que pasó a una altura tan baja que casi rozaba los tejados, un avión militar, supongo que de los de la base de Talavera la Real.

Cuando se nos pasó la canguelitis, nos reagrupamos de nuevo y el mayor nos dijo que ese era el ruido de la guerra aunque, él, no la había conocido. En realidad, ninguno de nosotros tomó por razones obvias parte en el fragor de las peleas pero, es que en Almendral, desde el inicio de la incivil hasta que Franco firmó aquél parte que decía: “Cautivo y desarmado el ejército rojo, las tropas nacionales han ocupado.......” habían fenecido en combate o asesinadas unas trescientas y pico de personas. Y eso son muchas personas para una población de unos dos mil y pico de habitantes por entonces. Pero lo que si era cierto es que todos estábamos con el miedo en el alma, que a todos se nos había contagiado quizá en el útero materno ese miedo de gomaespuma que te eriza los cabellos y te los cambia de color para toda la vida y, por las fecha de que hablo, estábamos sufriendo las consecuencias de aquella tragedia humana que sufrimos los españoles pues, aún había cartillas de racionamiento y la mayoría de los días, no había ni un cacho de pan para calmar aquél hambre real que después se transformó en psicológica y luego, en grasas de más. Ya poco después, llegó la “lecheamericana y algo es algo”

Hoy no nos asusta tanto que un ministro bocatiestos diga que quiere “castellanizar Catalunya" o que la tropa con sus mandos al frente o en la retaguardia mantienen la serenidad; faltaría más porque, lo que nos hacía falta ahora que estamos ya en los seis millones de parados, es que algunos mandingas con mando en tropa se pusieran nerviosos y contagiaran sus temblequeos y temores, odios y animosidades, al resto del personal y ponerse en píe de guerra para ir a vencer otra vez a los mismos de siempre porque, si de algo siente pavor hoy en día la gente normal, no es a que Mas y Rajoy se lleven como el perro y el gato o que nuestro Monaguillo suelte sus habituales zascandilerías sino, de ir al cajero automático y ver que está su saldo en negativo o que, de la noche a la mañana, u cabestrazo desorejado tras coger un berrinche decida trasladar a otro País su empresa y dejar a los trabajadores pendientes de un ERE o que un lameanos de los muchos que hay, malmeta contra él en la empresa donde se gana el pan con el sudor de su frente y se tenga que ir a tomar el sol los lunes y demás días de la semana, con una mano atrás y otra alante.

Y estos si son temores reales, miedos tan públicos y notorios que ya no les da vergüenza exteriorizar ni siquiera a esos echaos p´alante que deciden montar una empresilla o un negociete por su cuenta y que, una administración que sigue siendo de cuando María Cristina nos quería gobernar y le seguían la corriente por el qué dirán, obstaculiza todo lo que puede y algo más quizás, porque sospecha que quiere ocupar una de esas plazas que monopoliza la casta en el poder desde tiempos inmemoriales.

Salud.

No nos asusta tanto que un bocazas le de a la singüeso para asustar a los pobres que son los que se mueren en todas las guerras porque no hemos oído el tatatá de las ametralladoras ni el ruido de los zambombazos. Ni hemos visto los cuerpos desguazados tirados en las calles desperdigados.

Pero fijémonos donde nos están llevando estos que decían que son muy listos y sabían hacer las cosas tan bien.........

Borrado por Foro-ciudad.com

Son miedos tan gaseosos
como la peste que emana
losBOÑIGANTON apestosos
que a las orillas del Ana
furtivos van buscando nabos
espatarraos como las ranas. CAGAOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Recuerdo que estábamos sentando en unas piedras gordas que había en una esquina del cruce de dos calles de las Zona Alta, que era la de los pobres allí, en Almendral de Badajoz, que es mi pueblo natal, contándonos cuentos inventados por nosotros mismos, éramos tres o cuatro, todos muy parecidos en edad y en vestimentas y en los mocos que nos “recolgaban” como las dos velas de un bergantín. El juego era ese, cada uno contábamos un cuento inventado. En realidad todos eran lo mismo, contaban cosas de madrastras malas muy malas o de hombres desconcienciados y mas malos que el rejalgar o, de valientes soldados que iban a la conquista de otras tierras para salvar a sus habitantes de los males que les causaban sus terroríficos gobernadores. Para que nos hagamos una idea, eran de malos más o menos como ahora lo es el actual mandamás de Siria, por decir alguno.

En medio de uno de esos estábamos, cuando sentimos un extraño y atronador ruido de motores que nos llegaba de por la parte de Monsalud y, uno de ellos más espabiladillo y algo mayor que a veces ejercía el mando, dijo con una voz muy miedosa: “es la guerra, a los refugios” y, unos p´acá y otros p´allá, todos acabamos con la cabeza detrás de algún otro peñasco o escondido en los quicios de las puertas hasta que pasó a una altura tan baja que casi rozaba los tejados, un avión militar, supongo que de los de la base de Talavera la Real.

Cuando se nos pasó la canguelitis, nos reagrupamos de nuevo y el mayor nos dijo que ese era el ruido de la guerra aunque, él, no la había conocido. En realidad, ninguno de nosotros tomó por razones obvias parte en el fragor de las peleas pero, es que en Almendral, desde el inicio de la incivil hasta que Franco firmó aquél parte que decía: “Cautivo y desarmado el ejército rojo, las tropas nacionales han ocupado.......” habían fenecido en combate o asesinadas unas trescientas y pico de personas. Y eso son muchas personas para una población de unos dos mil y pico de habitantes por entonces. Pero lo que si era cierto es que todos estábamos con el miedo en el alma, que a todos se nos había contagiado quizá en el útero materno ese miedo de gomaespuma que te eriza los cabellos y te los cambia de color para toda la vida y, por las fecha de que hablo, estábamos sufriendo las consecuencias de aquella tragedia humana que sufrimos los españoles pues, aún había cartillas de racionamiento y la mayoría de los días, no había ni un cacho de pan para calmar aquél hambre real que después se transformó en psicológica y luego, en grasas de más. Ya poco después, llegó la “lecheamericana y algo es algo”

Hoy no nos asusta tanto que un ministro bocatiestos diga que quiere “castellanizar Catalunya" o que la tropa con sus mandos al frente o en la retaguardia mantienen la serenidad; faltaría más porque, lo que nos hacía falta ahora que estamos ya en los seis millones de parados, es que algunos mandingas con mando en tropa se pusieran nerviosos y contagiaran sus temblequeos y temores, odios y animosidades, al resto del personal y ponerse en píe de guerra para ir a vencer otra vez a los mismos de siempre porque, si de algo siente pavor hoy en día la gente normal, no es a que Mas y Rajoy se lleven como el perro y el gato o que nuestro Monaguillo suelte sus habituales zascandilerías sino, de ir al cajero automático y ver que está su saldo en negativo o que, de la noche a la mañana, u cabestrazo desorejado tras coger un berrinche decida trasladar a otro País su empresa y dejar a los trabajadores pendientes de un ERE o que un lameanos de los muchos que hay, malmeta contra él en la empresa donde se gana el pan con el sudor de su frente y se tenga que ir a tomar el sol los lunes y demás días de la semana, con una mano atrás y otra alante.

Y estos si son temores reales, miedos tan públicos y notorios que ya no les da vergüenza exteriorizar ni siquiera a esos echaos p´alante que deciden montar una empresilla o un negociete por su cuenta y que, una administración que sigue siendo de cuando María Cristina nos quería gobernar y le seguían la corriente por el qué dirán, obstaculiza todo lo que puede y algo más quizás, porque sospecha que quiere ocupar una de esas plazas que monopoliza la casta en el poder desde tiempos inmemoriales.

Salud.

Borrado por su Autor.

Los manubrios le gustan tanto
que los tiene siempre en la boca
y es que este culofoca
sólo con eso disfruta.

MIEDOS
Recuerdo que estábamos sentando en unas piedras gordas que había en una esquina del cruce de dos calles de las Zona Alta, que era la de los pobres allí, en Almendral de Badajoz, que es mi pueblo natal, contándonos cuentos inventados por nosotros mismos, éramos tres o cuatro, todos muy parecidos en edad y en vestimentas y en los mocos que nos “recolgaban” como las dos velas de un bergantín. El juego era ese, cada uno contábamos un cuento inventado. En realidad todos eran lo mismo, contaban cosas de madrastras malas muy malas o de hombres desconcienciados y mas malos que el rejalgar o, de valientes soldados que iban a la conquista de otras tierras para salvar a sus habitantes de los males que les causaban sus terroríficos gobernadores. Para que nos hagamos una idea, eran de malos más o menos como ahora lo es el actual mandamás de Siria, por decir alguno.

En medio de uno de esos estábamos, cuando sentimos un extraño y atronador ruido de motores que nos llegaba de por la parte de Monsalud y, uno de ellos más espabiladillo y algo mayor que a veces ejercía el mando, dijo con una voz muy miedosa: “es la guerra, a los refugios” y, unos p´acá y otros p´allá, todos acabamos con la cabeza detrás de algún otro peñasco o escondido en los quicios de las puertas hasta que pasó a una altura tan baja que casi rozaba los tejados, un avión militar, supongo que de los de la base de Talavera la Real.

Cuando se nos pasó la canguelitis, nos reagrupamos de nuevo y el mayor nos dijo que ese era el ruido de la guerra aunque, él, no la había conocido. En realidad, ninguno de nosotros tomó por razones obvias parte en el fragor de las peleas pero, es que en Almendral, desde el inicio de la incivil hasta que Franco firmó aquél parte que decía: “Cautivo y desarmado el ejército rojo, las tropas nacionales han ocupado.......” habían fenecido en combate o asesinadas unas trescientas y pico de personas. Y eso son muchas personas para una población de unos dos mil y pico de habitantes por entonces. Pero lo que si era cierto es que todos estábamos con el miedo en el alma, que a todos se nos había contagiado quizá en el útero materno ese miedo de gomaespuma que te eriza los cabellos y te los cambia de color para toda la vida y, por las fecha de que hablo, estábamos sufriendo las consecuencias de aquella tragedia humana que sufrimos los españoles pues, aún había cartillas de racionamiento y la mayoría de los días, no había ni un cacho de pan para calmar aquél hambre real que después se transformó en psicológica y luego, en grasas de más. Ya poco después, llegó la “lecheamericana y algo es algo”

Hoy no nos asusta tanto que un ministro bocatiestos diga que quiere “castellanizar Catalunya" o que la tropa con sus mandos al frente o en la retaguardia mantienen la serenidad; faltaría más porque, lo que nos hacía falta ahora que estamos ya en los seis millones de parados, es que algunos mandingas con mando en tropa se pusieran nerviosos y contagiaran sus temblequeos y temores, odios y animosidades, al resto del personal y ponerse en píe de guerra para ir a vencer otra vez a los mismos de siempre porque, si de algo siente pavor hoy en día la gente normal, no es a que Mas y Rajoy se lleven como el perro y el gato o que nuestro Monaguillo suelte sus habituales zascandilerías sino, de ir al cajero automático y ver que está su saldo en negativo o que, de la noche a la mañana, u cabestrazo desorejado tras coger un berrinche decida trasladar a otro País su empresa y dejar a los trabajadores pendientes de un ERE o que un lameanos de los muchos que hay, malmeta contra él en la empresa donde se gana el pan con el sudor de su frente y se tenga que ir a tomar el sol los lunes y demás días de la semana, con una mano atrás y otra alante.

Y estos si son temores reales, miedos tan públicos y notorios que ya no les da vergüenza exteriorizar ni siquiera a esos echaos p´alante que deciden montar una empresilla o un negociete por su cuenta y que, una administración que sigue siendo de cuando María Cristina nos quería gobernar y le seguían la corriente por el qué dirán, obstaculiza todo lo que puede y algo más quizás, porque sospecha que quiere ocupar una de esas plazas que monopoliza la casta en el poder desde tiempos inmemoriales.

Salud.