Almendral - Badajoz

¡Hola Mauro!
Ahora que caigo, resulta, que siendo tu el más viejo del lugar y además patrón, no tenías dedicada una calle en el casco viejo de la población. Tuvieron que hacer las Casas Baratas para que tu nombre aparezca en el callejero, o, quizás peor, tuvieron que remozar los nombres de las calles cuando gobernaban los rojos, para que esa esquina donde está tu nombre, luciera bonito. Entonces, era un barrio pobretón, como la Picuriña u otras que estaban fuera del núcleo urbano donde vivía el personal acomodado, además era el camino para ir al cementerio, pero hoy, tío, no te podrás quejar, te han hecho una avenida que ni la Gran Vía de Madrid. Con el dinero de todos los españoles, eso sí, aunque ya sabes que siempre hay quienes se ponen las medallas cuando las cosas pintan de color de rosas. ¡Quién te lo iba a decir cuando andabas sobre las aguas de un río o construías edificios que aún perduran allá por tierras que ahora están Francia!

Isidro e Isidrín lo tenían peor, y eso que el pueblo era de ganaderos y labradores, pero ya también le construyeron esos que dije una ermita en el Descanso, de ganado. Calle no, todavía no tienen que yo sepa.

A la Patrona, Finibus, si los rojazos estos no le hubiesen arreglado la casa, ya estaría caída a pedazos.

Los fantasmas de la memoria andan sueltos entre olivares,
se mueven como esas olas que hay por todos los mares.
Van y vienen,
vienen y van,
se alejan con la bajamar
y retornan con la pleamar.

Anduvo por mil veredas,
se pateo mil caminos,
paso a paso pero si pausa,
buscando siempre su destino
subió a montañas a él vedadas
y puso voz a los sin causa.

Cantó a todas las Españas,
gritó con fuerza, libertad,
y transitó por mil cañadas
hablando con la naturalidad
con la que en los Monegros
al vino, se le dice vino
y pan, se le llama al pan,

Cuando, ya regular
tirando a pachucho
soltó en las Cortes su taco
y mordió en la yugular
de unos lebreles opacos,
hasta los beduinos de verdad
le dieron un sonoro aplauso.

Filosofía y letras tus armas,
más letales por supuesto
que esas que tanto buscaba
tu tocayo, el que ufano y contento
puso en la mesa sus patas.

El primer día que dabas clase
a aquella infantil hornada,
le soltaste con tu voz clara.:
“Estáis todos aprobados,
os podéis quedar en casa”
y así sólo, de una tacada,
hiciste de unos niños hombres
plenamente responsables.

Cuando desde Fraga a Soria
o lo mismo pero al revés,
atraviese Aragón por sus eriales,
si antes cantaba unas jotas
ahora lo haré con más furia,
alto y sostenido el tono, y recordaré,
al maño aquél con mostacho
que, a ciertas señorías mandó
hacer puñetas sin inmutarse.

¡Adiós hombre bueno!