Alburquerque - Badajoz

Martes Santo "Cristo del Amparo" las procesiones en nuestra querida villa, en el marco más bello, el marco que hoy tenemos es el barrio medieval. Todo bulle en celeridades. Tardó en llegar el cofrade, a este bello marco, cuando aun no le dio tiempo casi de enterarse que ha empezado. Por eso mira al cielo y suplica que no caiga ni una gota de agua en la calzada de este bello marco como es la Villa Adentro. Al fondo que bonito marco el Castillo para ver salir a esta cofradía, donde los alburquerqueño deberían participar más.

Ya está bien en sufrir, pues todo el año tuvo que tirar del carro de las frustraciones con ahincó y sería trágico que ahora vuelva a atrancarse de ilusión de niño que en sus adentro guarda. Pasan las horas con tales prisas y dislates que pensamos que nos están huyendo sin haberlas saboreado. Y eso que estamos todavía en Martes Santos. En el Señor te da suerte y ves la cofradía, cualquiera de ellas que salen en Alburquerque, y que esta noche parte de ese marco que pienso y creo que no hay otro igual en el mundo, debería ayudarnos para que la lluvia no dejara esas gotas de agua de su sed.

Dejo el capirote, aquello que llamas en la inocencia capirucho, manteniendo su cabeza plana. No ha de presumir, que esa es la penitencia alburquerqueña, quedando su esbeltez para los otros nazarenos.

El penitente alburquerqueño, que hoy acompaña al Cristo del Amparo, no levantara al cielo el antifaz pero pone en el suelo la desnudez de un sentimiento que pide perdón por lo antes hecho. Sin nada que le cubra el caminar. Ninguna alfombra, con el escueto, firme y duro de las piezas de las calles medievales, su pisar de la planta sobre el suelo.

No existe, querido amigo, mejor símbolo de penitencia que ese hombre con andar cansino y lento, y con cabeza romo, cortado en su silueta sin miramiento alguno.

SANTÍSIMO CRISTO DEL AMPARO

Foto cedida por F. J. Negrete

Estamos en el más bello marco de Alburquerque, en ese marco medieval al lado del Castillo de la Media Luna, la iglesia de Santa María del Mercado, llega el momento de salir el paso de Nuestro Padre Jesús del Amparo.

Allí está las almas de muchos alburquerqueños, contemplando cara a cara el rostro divino de Nuestro Cristo del Amparo, Crucificado. Se siente esa ráfaga helada que produce la sorprendente imagen del siglo XV, en tan precioso templo. La tenemos tan cerca de los ojos que nos producen una sensación inolvidable.

El paso se levanta, impulsado por un mágico resorte. Nuestro Padre Jesús del Amparo, empieza su caminar, lento y suavemente, hacia las calles de la Amargura de nuestro barrio medieval, recibiendo con dulzura el beso dorado de la luna. Por los ojos brotan lágrimas de emoción y felicidad.

Silencio a golpe de tambor, las miradas de las personas gozosas de ver la imagen, muda, estática; rezan y suplican anhelante de Fe para recibir el saludo del Santísimo Cristo crucificado, para pedirle la salud, el trabajo, el amor, la fortuna, el perdón, la felicidad, en la seguridad de inclinar a su favor la Fe de Cristo.

Cristo ilumina la Fe en todo Alburquerque, sabe amar apasionadamente, sin valoración, sin límites y cuando el objeto amado es una imagen sagrada, nada hay más leal que su Fe, amor puro y noble, sin regatear amplitud en el tiempo.

Portadores del Señor

deja que vaya contigo,

que quiero aprender a ser

pedestal, ángel y cirio.



Pedestal para llevarlo

igual que tú,

ángel para merecer

al lado tuyo

y cirio para quemarme

como tú, los dos fundidos

en el más bello romance

de amor, que jamás se ha escrito.