25-12-11 10:53 | #9343122 |
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Foto: la matanza | |
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18-03-15 14:13 | #12519038 -> 9343122 |
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RE: Foto: la matanza Esta foto refleja nuestra tradición y historia de Villar de Corneja y del Valle del Corneja sobre la matanza en este mensaje sale el comentario de las fotos sobre la matanza de Santa Maria del Berrocal y otros poblaciones, no salen las fotos restantes por esta cogido de un libros de Fausto Diaz. LA MATANZA TRADICIONAL ESPAÑOLA Vivida y contada por Fausto Díaz Sánchez. El día 11 de noviembre es San Martín, de ahí el dicho “a cada cerdo le llega su San Martín”, es la llegada de las fuertes heladas en esta comarca, que duran hasta febrero. Son los meses de la matanza tradicional. Antiguamente no disponíamos de congeladores ni de neveras, había que aprovechar los fríos naturales, que por estas fechas no faltan, y no hay riesgo a la cagada de la mosca. En la decisión de elegir la fecha, había gente que también elegía la luna creciente, especialmente para las cochinas de criar, si no estaban capadas, para que no estuvieran en celo a la hora de sacrificarlas. Unos días antes de la fecha señalada para la matanza se iban preparando las especies, limpiando los utensilios, los cuchillos, el gancho, la mesa de matar, llamada también el tajo, la máquina manual de embutir; el almirez y el caldero de cobre. Los dos últimos casi siempre eran heredados, hoy todavía se aprecian para ponerlos de adorno, son piezas tan bien hechas y tan fuertes que pasaban por muchas generaciones y no estaban al alcance de cualquiera por su elevado precio. Eran unas de las cosas de las casas más difíciles de repartir en las herencias, si Los cerdos sueltos, engordando para la matanza, en la finca los Almendros. Saelices (Cuenca). Fausto Díaz Sánchez 122 123 Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca sólo había una pieza de cada, o no había más cosas de tanto valor económico y sobre todo sentimental. Por la posesión de estas piezas, que venían de varias generaciones, muchas familias salieron tarifando, hasta el punto de no hablarse. Los barreños de barro tenían varios tamaños y calidades, eran imprescindibles, servían para todo, hasta para pila de fregar; vale la pena recordar que hace sesenta años, en muchos pueblos, no había agua corriente, no existían los barreños de plástico, la porcelana era artículo de lujo, por lo tanto sólo había platos y recipientes pequeños, los barreños de barro también algunos eran de herencia, los buenos eran los que tenían una capa impermeable revestidos de un baño de vidriado. Los barreños de barro, en contra de lo que pueda parecer, eran muy gruesos, por lo tanto, muy fuertes, no se rompían fácilmente, pasaban muchos años sin apenas desportillarse. Su rotura era una pequeña desgracia. Yo recuerdo que, en casa de mis padres, uno de mis hermanos rompió un barreño, el más grande que había en la casa, heredado de mis abuelos, a mi hermano le pegaron y le castigaron; para mi madre fue una pequeña tragedia, no paraba de lamentarse, con mucho cuidado recogieron los trozos y los guardaron, los llevaron a un lañador y, con unas cuantas lañas, quedó como nuevo. Estuvo muchos años de servicio, en la cocina, para fregar. Se fregaba la artesa, que era de madera, algunas de una sola pieza, de un tronco rebajado; se preparaban las calabazas y cebollas, generalmente de la cosecha de la huerta, para hacer las morcillas, en el pajar estaban las retamas, ramos, o paja bien seca para socarrar, y leña gorda seca para poder tener buena lumbre. El cerdo debería estar sin comer 24 horas antes del sacrificio para que no se rompieran las tripas al manipularlas. Las cochinas de criar, si no estaban capadas era importante que no estuvieran en celo a la hora de sacrificarlas. Se limpiaban los trastos de embutir, antes eran unos embudos de hojalata con dos bocas, una ancha para poner el mondongo y empujar con el dedo pulgar, y una parte estrecha para conectar con la tripa. En casa de mis padres ya conocí las nuevas máquinas manuales, muy eficaces, producto de una técnica ferretera muy avanzada, que servían para picar la carne y, con sólo cambiar la cuchilla, picaban la carne más fina o más gorda. Acoplado un embudo y un eje con un espiral sin fin para empujar la masa, servían para embutir, eran muy prácticas, de tal manera que hoy todavía se usan para matanzas particulares (yo personalmente tengo una). La matanza en la comarca de Colmenar Viejo, como en casi todos los pueblos de España, era una de las mejores fiestas del año. Son recuerdos metidos en frascos, que siempre que los destapas sale el aroma y perfuma felizmente los años de la niñez, televisan cosas del tiempo pasado. Yo aún puedo ver en el recuerdo a mis abuelos, a mis padres, a algunos invitados que venían a ayudar, a mis primos, cómo nos pasábamos tres días de fiesta Los invitados van llegando a la matanza en Saelices. Fausto Díaz Sánchez 124 125 Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca jugando y la esperanza de que cuando mataran sus padres estábamos invitados a la suya, además de comer bien, cosas que no comías habitualmente. Recuerdo el primer día, muy temprano se ponía una bandeja de bollos y mantecados caseros, que eso ya decía algo de lo que vendría después, unas botellas de aguardiente, anís y coñac para los mayores, y una de vino dulce para las mujeres y los zagales. En el corral de la casa se iban preparando los utensilios y la mesa para matar, mientras iban llegando las ayudas para agarrar a los cochinos; una vez que estaba todo preparado, el matarife, que generalmente era un vecino o familiar que tenía experiencia, una vez bien sujeto el cerdo por cuatro o cinco hombres, el gorrino protestaba fuertemente. El matarife limpiamente le clavaba un cuchillo más de veinte centímetros entre las paletillas, llegando a la vena yugular. La destreza y la precisión son muy importantes para que sea corto este trago y no dañar otros órganos, sobre todo es muy importante que sangre bien, para una buena calidad de la carne y aprovechar la sangre para las morcillas. Era el rato más desagradable para los niños, debido a que nos criábamos prácticamente juntos, los habíamos visto nacer, era muy frecuente que los más pequeños tuviéramos la tarea de sacarlos al campo y echarles de comer, por lo que había un cierto cariño, ya que los mayores tenían otras actividades de más trabajo físico. Generalmente se solían matar entre uno y cuatro cerdos, en mi casa solían matar tres, ya que éramos ocho hermanos. Seguidamente se socarraban, es decir, quemar los pelos y limpiarlos con agua caliente y raspar la piel con una teja. El método más frecuente para socarrar era con ramos, aliagas, retamas, paja, según con lo que se contara en la zona donde se realizaba la matanza. En algunos casos, los que lo hacían con ramos o aliagas no bajaban el cerdo de la mesa, al ser ramos largos quemaban los pelos a forma de soplete. En el caso de mi tierra, y en muchos pueblos de esta comarca, lo hacían con paja larga de trigo o centeno, que al ser más corta que los ramos, se ponía el cerdo boca abajo en el suelo con las patas y manos bien estiradas, se cubría de paja, daban fuego, después le daban la vuelta boca arriba, y una vez limpios se colgaban y se procedía a sacarles las tripas en unas grandes artesas de madera. Socarrando en Santa María del Berrocal (Ávila), con paja de centeno, como se hacía antes. Socarrando en la finca Los Almendros, en Saelices. Fausto Díaz Sánchez 126 127 Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca Desde el año 1940 es obligatorio el análisis de la triquinosis, por lo tanto se cogen las muestras, un trozo de lengua, un trozo de vísceras y un trozo de magro del interior, para llevarlo a analizar al veterinario. Mientras, las mujeres preparaban las tripas para lavarlas, que lo harían después de comer, ya que generalmente no daba tiempo antes. Como de la carne del cochino no se podía comer nada, porque no estaba analizado, además la carne estaba caliente, solían matar unos gallos de corral el día de antes. Con los menudos hacían un buen arroz y el resto en pepitoria, en otros casos se comía judías blancas, de postre, si había suerte, unos flanes de esos de doce raciones que te chupabas los dedos, higos secos, nueces, pasas, manzanas, etc. Eran unos días de alegría y fiesta. Por la tarde noche, los hombres sacaban las mantecas de los cerdos y las freían y hacían chicharrones, y como la carne ya estaba analizada, ponían unas magras a asar en las ascuas de la buena lumbre que había esos días, con el correspondiente vino. Podías comer todo cuanto quisieras, como se decía, “una vez al año no hace daño”, las mujeres dejaban las tripas limpias y preparadas las artesas limpias para el día siguiente. El segundo día, la carne ya estaba fría y oreada en buenas condiciones para descuartizar el cerdo, una vez hecho montones de carne, se seleccionaban los mejores magros para el salchichón, otros magros para los chorizos y los gordos para las morcillas. Se sacaban los lomos, las paletillas y jamones. Una vez todo despiezado, se procedía a picar las carnes, con una máquina manual para los embutidos, una vez picado se echarían en adobo, manteniéndolo 24 horas en reposo. Entre los ingredientes debe llevar un buen pimentón de la Vera, imprescindible que sea de la cosecha del año, o sea, que tiene por esas fechas unos tres meses. Un pimentón añejo o de mala calidad puede estropear la matanza. El adobo está compuesto por varios ingredientes. Las cantidades de especias que debe llevar, para 50 Kg. de carne son las siguientes: 1 Kg. de pimentón y 1 Kg. de sal, orégano, vino blanco, ajos, un poco al gusto. El salchichón no lleva pimentón, pero lleva pimienta en grano. Desde hace unos años, hay casas en las que venden bolsas preparadas para gente no experta en matanzas, con las que sólo se tiene que agregar la cantidad de carne que ponga en las instrucciones. Por la noche, todos alrededor de la lumbre, unos pican la calabaza, otros la cebolla. Seguidamente se cuecen para que esté listo para, la mañana siguiente, hacer las morcillas. Se cuecen también, en un puchero de barro, patatas enteras para hacer el chorizo patatero, que es de patatas y trozos de gordos y algún magro que no gusta para el chorizo, se echa mitad de patatas sin piel y mitad de carne, todo adobado. Todo el tiempo la lumbre está muy activa, para calentar agua y cocer todo lo necesario, el vino y las magras asadas pasan muy a menudo. Así queda todo preparado para embutir al día siguiente, los chorizos se embuten en las mismas tripas del cerdo, las morcillas en tripas previamente compradas. Una vez terminadas las tareas, lo mejor estaba por llegar: se hacían partidas de cartas, tertulias, los abuelos contaban batallas y leyendas a los nietos más pequeños, todos contentos hasta altas horas de la madrugada, si había gente alegre se bailaban unas jotas tocadas con unas tapaderas o una botellas labradas de anís con una cuchara, que eran los instrumentos más habituales. No había televisión, por lo tanto se hablaba mucho, eso era muy positivo para las relaciones familiares. Fausto Díaz Sánchez 128 129 Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca A la mañana siguiente, se desayuna la catadura, es decir, se prueba el adobo por si hay que añadir algún ingrediente, así como las costillas que estaban en adobo, además de la asadura frita y la sangre cocida. Era típico hacer una cazuela de sopas de ajo, pero distintas a las de todo el año, por eso se llamaban sopas de cachuela, una vez caladas las sopas de pan, un poco menos caldosas que de costumbre, ya que la comíamos todos de la misma fuente de barro, encima sin temor a la economía, se echaban cuatro dedos de hígado frito con cebolla revuelto con sangre, lo que hacía que en cada cucharada de sopa llevaras varios trozos de tropezones, estaban las sopas que abrían la boca a un fraile. Una vez que se daba por bueno el punto de sal y sabor del adobo, se procedía a embutir todo el chorizo y las morcillas. Se hacían equipos de 3 ó 4 personas por máquina, una echaba el adobo a la máquina y al mismo tiempo daba a la manivela, otra metía y sujetaba la tripa, otra picaba con alfileres, para que no quedara aire en las tripas, y una o dos ataban los chorizos. Amigo lector, supongo que te has dado cuenta de cómo el ambiente festivo brotaba en miles de casas que, habituadas a la escasez impuesta por una economía casi de subsistencia, celebraban una abundancia relativa. La matanza era también una ocasión muy propicia para afianzar vínculos de amistad mediante el ofrecimiento generoso de hospitalidad entre invitados, familiares y amigos. Se comían verdaderos manjares, muy poco frecuentes durante todo el año, eran días de esos que relucen más que el sol. Además de la importancia que tenía para nuestras generaciones, en unos años de escasez, que llegaran esos días de abundancia que suponían la matanza, para satisfacer la panza. Era la viga maestra del sustento y el avío, como se decía, de todo el año, que las madres, ministras de economía, sacarían a la mesa, poco a poco, racionándolo, para que durara todo el largo año. Cuando llegaba la matanza del año siguiente, era costumbre el primer día, que aún no se podía comer lo recién matado, sacar chorizo en aceite o lomo en tripa, jamón del año pasado, eso estaba muy bien visto por la sociedad, se consideraba que era una buena ama de casa la que sabía distribuir y administrar bien los escasos recursos que había por aquellos años, y muy mal visto si no había nada del año pasado, se criticaba que era una destrozona. Una vez embutidos los chorizos, se cuelgan para secar, deben estar en un sitio fresco y seco, antes se ponían en las cocinas de lumbre baja, que les daba un buen sabor. Pasados unos ocho días, que ya están oreados, se pueden freír e introducirlos en recipientes de barro, cubiertos de aceite o, por el contrario, dejarlos colgados para secos. Los lomos se hacen filetes, se dan una vuelta en la sartén, se meten en aceite, otros se meten en tripa para secos. Los apreciados jamones y paletillas se pesan y se cubren totalmente de sal gorda, deben estar cubiertos un día por cada kilo que pese el jamón, ya que cuanto más grande sea, más tarda en penetrar la sal, por eso está calculado así. Una vez sacados de la sal, se lavan con agua para que no queden granos de sal pegados en la carne y dé lugar a que queden muy salados, seguidamente, se secan con un trapo de algodón y se cuelgan. Una vez están bien oreados, se da una capa de manteca para protegerlos, también puede ser una mano de pimentón con vinagre, deben estar protegidos de las moscas para que no los caguen en los meses siguientes. La panceta, que es la parte de la barriga del cerdo, generalmente se adoba y se pone a secar, esto le da Fausto Díaz Sánchez 130 131 Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca un sabor especial. El tocino se cubre de sal gorda y se conserva muy bien hasta que se gasta. Una vez todo colgado, era el mejor adorno de la casa y la mayor satisfacción, especialmente para las madres, que tenían su avío para todo el año y alimento para sus hijos. El cerdo; quizá no exista otro animal, ni salvaje ni doméstico, tan querido y tan insultado como el cerdo. Un animal que, hasta hace muy poco, ha vivido y dormido muy cerca del hombre, se ha criado entre los niños, y hemos jugado y convivido con ellos en los corrales. Un animal del que se aprovecha todo, hasta el rabo, y se dice que gusta hasta los andares. Cómo se le pueden poner tantos nombres y todos llamándole guarro. Sólo en castellano recuerdo a la voz de pronto nombres como estos: gorrino, gorrín, guarrín, puerco, verraco, lechón, malandar, cochinillo, guarrapo, guarrito, tostón. O estos nombres, tan poco limpios, como guarro, cochino o marrano. Todos poco agradables para un animal tan apreciado. Me atrevo a decir que algunos pueden venir de su propio vocabulario, los cerdos cuando están sueltos y relajados comiendo en el campo no paran de hablar entre ellos, con sonidos como “garr, gorr, guar, guarr”, etc. Y atienden por “coch, coch, coch...” y “cuchi, cuchi, cuchi...”. Igual que a las gallinas se las llama diciendo “pitas, pitas, pitas...” sin saber lo que esto significa. El cerdo es un animal muy inteligente, con un olfato muy desarrollado, y aún cuando es muy guarro para comer, es muy limpio para dormir, si es una cuadra amplia hacen las necesidades en un rincón y duermen en la otra parte. Una de las piezas más apreciadas es el jamón, hasta la J tiene forma de jamón. También tiene forma de guitarra y sus cuerdas tocan muy bien el paladar. Como digo yo, nunca metes la pata si regalas una pata de jamón. Los jamones colgados en las casas decoran, y es un animal que te hace mucha compañía. Todos contentos bailando la Conga, en mi finca, Los Almendros, el día de la matanza. Fausto Díaz Sánchez 132 133 Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca Los tiempos cambian. Los rápidos transportes hacen llegar los alimentos frescos a diario a los municipios, los congeladores y frigoríficos son la forma de conservar hoy los alimentos perecederos, se han cambiado por la sal y el pimentón, que fue nuestra salvación durante muchos siglos. Se han transformado hábitos y costumbres, lo que hace que la matanza no sea imprescindible, como fue durante muchos siglos. Hoy día, lo que formó parte y arte de una vida cotidiana de nuestros abuelos, un trabajo imprescindible, tarea de supervivencia para muchas familias de España, ya no se hace. Hoy, los que hacemos matanza en algunas ocasiones, como es mi caso, lo hacemos con las técnicas a la antigua usanza: los cochinos que se crían sueltos completamente al natural, pero confieso que lo hago por divertimento, experimento una curiosidad antropológica y la nostalgia de aquellos días familiares, que felizmente pasé junto a mis padres y abuelos, y que quiero transmitir a mis hijos, sobrinos e hijos de mis amigos, lo que hace que nos juntemos un numeroso grupo de personas cuando realizo la matanza, acompañado de las dulzainas y tambores castellanos, al sonido de los cuales bailamos la jota segoviana y todo lo que tocan, terminando con juegos de cartas. La fiesta de la matanza es una celebración familiar, vecinal y de amigos. Si no fuera por éstos y otros casos; afortunadamente son varias las matanzas que se hacen todavía en la comarca de Colmenar y otros muchos pueblos de España, también lo hacen algunos Ayuntamientos, como el de Santamaría del Berrocal (Ávila), al cual hago acto de presencia, y varios restaurantes; podría desaparecer totalmente esta bonita tradición, que fue obligada, necesaria, imprescindible para la supervivencia de nuestros antepasados. Sería lamentable perder parte de nuestra historia, como ha sucedido con otras tradiciones maravillosas, hoy desaparecidas. El autor con los cerdos en libertad para la nueva matanza, en su finca Los Almendros. Fausto Díaz Sánchez 134 135 Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca | |
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