Sotillo de la Adrada - Avila

¿No habéis pensado por unos instantes, cuantos caminos hemos tenido que tomar, recorrer… parar, retroceder, hasta llegar a este día?
¿Podríamos considerarlo casual, mágico tal vez, indiferente?... yo no diría eso: indiferente no hay nada.
Tomamos cada uno en nuestro punto de partida caminos diferentes, como diferentes son nuestras vidas, pero, por si no lo habéis notado, yo siento que existe un nexo de unión entre todos nosotros. Un lazo tan poderoso como las piernas que hicieron forjar nuestro destino.
Nacimos en esta bendita tierra. La mayoría con medio siglo en las espaldas rezumando esta personalidad tan sublime del Pueblo Sotillano.
De una forma inopinada, afloran en nuestro pensamiento, sin apenas darnos cuenta, aquellos primeros pasos; los párvulos juegos en interminables recreos, olores de hogares llanos con pucheros humeantes y calor humano. Calles y plazas sin fin abiertas a los vientos infantiles. Veranos sin cuenta e inviernos sobrecogedores.
Más tarde, nuestros primeros escarceos amorosos deshojando la fantástica margarita del amor.
Hicieron mella en el caminar de años ¡Tantos encuentros, esperas, despedidas, perdones!… y aunque me duela tener que utilizar esta palabra ciertamente maldita para el ser humano, también surgieron “rencores” que rompieron familias, distanciaron amigos, separaron amores.
Pensad, haced memoria por unos instantes como yo. Uníos a mí en este día que se me antoja fabuloso, y, aun mediando entre nosotros la distancia, entrelacemos las mas variopintas anécdotas, los diferentes escenarios donde se fraguaron, los dichos e historias populares que nos marcaron.
Notaréis, como estas sensaciones convergen en un mismo punto: la memoria y el deseo.
En ese espacio indefinible, donde se van posando cual rutilantes estrellas, irán tornando nuestro gesto en una abierta sonrisa, símbolo del profundo vínculo que nos une.

Un abrazo.

Lo que mas recuedo eran las pozas donde nos bañabamos con ese tiritar de dientes, pues el agua estaba fría también la del rio a su paso por el puente del cementerio y los días de trilla en donde hoy está el multiusos, y en invierno el olor a piñas quemadas que venía de las erillas donde se sacaban los piñones, y ya que estamos cerca del Corpus el olor a cantueso de las calles para que pasara la procesión y ese mismo olor el día de las hogueras, y en la plaza de abajo que era de tierra se jugaba a las bolas, a la lima al truke, claro que no había coches y cuando venian los titeres a la plaza de arriba y hacian cine en la pared del centro y los juegos en las fabricas de madera, corriendo todo el día delante del tio mariano que temía que un dia nos asfisiaramos con el serrin....y cientos y....cientos más.