Zardaín - Asturias

Acostumbrado a la exuberante flora y fauna de la tierra que me vio nacer, allá donde he ido siempre observé con atención las plantas y animales del entorno, y así, en este secarral desértico y sin alma, que es Madrid, la capital de España, miro con atención cualquier novedad en la materia.
Hace años que pude observar grandes bandadas de pájaros negros, que se posaban en los trigales y árboles. Pude averiguar que se trataba de estorninos que como una plaga se extienden por esta zona debido al monocultivo del cereal, fundamentalmente cebada, que se usa para abastecer las inmensas fábricas de cerveza que el progreso ha traído.
La población de estos estorninos ha ido en continuo aumento, debido a que no les falta comida y no tienen depredadores que controlen su población.
En los parques de esta inmunda ciudad, quedan algunos tordos y tordas, que ahora a finales de febrero, nos despiertan al amanecer, con su celestial canto, preludio del apareamiento, y construcción de los nidos.
Pero el otro día pude ver algo raro. Un pájaro casi del tamaño del tordo, mismo color y ademanes, pero sin pico rojizo, y que no cantaba. Una observación más atenta, mi hizo darme cuenta que se trata de un híbrido. Sí, queridos amigos, los estorninos, se han cruzado con los tordos y han dado lugar a una nueva especie de pájaro, a medio camino entre uno y otro. Es de tamaño algo menor que el tordo, y mayor que el estornino, con los movimientos de uno y de otro, pero que no tiene ALMA, y por lo tanto no puede cantar, es un engendro de esta naturaleza adulterada y masacrada que hemos creado nosotros.
Viendo estos pájaros corretear por el césped artificial de los parques de Madrid, me pregunto, si no me habré convertido en un híbrido de aquel niño que nació en Zardaín , y ahora, sin ALMA, esté aquí, pensando que todavía soy Manolín de la Reguera.