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Toponimia de la zona de Urbiés

Poblacion:
España > Asturias > Urbiés (Mieres)
Toponimia de la zona de Urbiés
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"ALGUNOS TOPÓNIMOS DE TURÓN Y URBIÉS"

DE JULIO CONCEPCIÓN SUÁREZ.

1.2 EL NOMBRE DE URBIÉS. El nombre de Urbiés parece también antiguo y está extendido por otras regiones más allá de estos valles. En la zona de Navarra y país vasco abundan Urbe, Urbilla, Urbarán, Urbiondo, ..., por una parte. Y por otra: Orbe, Orbea, Orbealde, Orbilla, Orbiondo, ... Puede haber, por tanto, dos bases en el origen del nombre:

a) una raíz hidronímica: prerr. ur `agua'+ sufijo -be `debajo de', que se correspondería bien con la situación de Urbiés situadao justamente `debajo del nacimiento de las aguas del río Turón'(visto desde el valle, claro está);

b) una raíz oronímica: prerro. or `cumbre, eminencia del terreno' + sufijo -be `debajo de', que también coincidiría con la posición de Urbiés `debajo de las cumbres más altas del valle de Turón'.

La palabra actual, Urbiés pudiera suponer además algún sufijo latino o latinizado del tipo -es, -ense `perteneciente a..., que habita...', con cierre de la -e etimológica del lexema (Urbe+és > Urbeés > Urbiés); o pudiera haber pasado por algún antropónimo de propietario en genitivo (más difícil). En cualquier caso, el origen prerromano de la voz parace claro, a juzgar por la toponimia de la misma base en la zona vasco-navarra2: esto supondría el citado poblamiento antiguo sobre el valle de Turón. Se trataría de un nombre bien descriptivo del terreno, posiblemente el mismo que dio origen de Urbel del Castillo (alto altozano en Burgos), Urbi (en Vizcaya), Urbicaín (en Navarra), Urbina (en Álava y Albacete), Urbiola (en Navarra), etc.

1.3 CONCLUSIONES de ambos topónimos:(se refiere a Urbiés y Turón)

La coincidencia de palabras asturianas y palabras navarras, vascas, o de otras regiones, no es casual: bastaría pensar que tenemos unos Oscos en el occidente regional, que tienen mucho que ver con Huesca, en el oriente peninsular: ambas regiones tuvieron los mismos pobladores (los osco-umbros, de la zona meridional italiana).
La coincidencia de nombres como Urbiés, o Turón con otras regiones penisulares o francesas, tiene parecida explicación: hubo unas primeras culturas traídas por pobladores comunes (prerromanos en este caso), que pasaron por aquellos lugares antes de llegar a estos valles asturianos. La dificultad está en que aquellos primeros pobladores o dejaron escasos nombres, o los romanos se encargaron de borrar los pocos que dejaron, para imponer los suyos con una cultura más fuerte.

1 LAS PLANTAS (Fitonimia). Un aspecto interesante en la reflexión diaria de cada uno (dentro o fuera de las aulas) es el estudio de la vida de un valle, unos pueblos, una villa, en el entorno de cada concejo: esas plantas mayores y menores que recubren el suelo desde la orilla del río hasta las peñas más altas sobre los mayaos de los puertos y las brañas. Se empieza a descubrir, entonces, por qué abundan determinadas plantas en unos terrenos que están totalmente ausentes en otros; qué efectos tienen sobre el paisaje; qué funciones desempeñan para los habitantes de la zona; qué equilibrio o desequilibrio produce su abundancia sobre otras especies vecinas; por qué en algunas ocasiones ya no quedan robles en un lugar llamado Robleo, ni felechos en La Felguera, y pocas o ninguna figar, ya, en Figaredo. La reflexión sobre los nombres de lugar con palabras vegetales lleva a una conclusión primera: el hombre valoró las plantas desde tiempos muy remotos (en algunos países como Bretaña, hay lugares con nombres botánicos prerromanos). a) En unos casos, se les rendía culto, como a la encina, al espino, al roble, pues en ellos se veían fuerzas divinas y cualidades mitológicas; b) en otros, apreciaban sus frutos, o sentían sus propiedades curativas; c) con otros, finalmente, fabricaban los variados utensilios que la madera de cada árbol le proporcionaba para ello: chozas, vasos, jarras, aperios de labranza, etc. Cada yerba, arbusto, frutal, bosque de madera..., podía solucionar un aspecto de la vida entonces, hoy sustituido por el plástico, los alimentos artificiales, los productos de farmacia o el cemento. Por eso, las plantas dieron tantos nombres de lugar.

1.1 LOS FRUTOS SECOS: Ablaneo, La Vega Ablaneo, La Faucosa, La Fabariega, Castañir, La Valli Nozal, En el orden de las necesidades y los tiempos, tal vez fueran los frutos secos los alimentos imprescindibles para sobrevivir el invierno tan sólo un par de milenios atrás (no digamos, unos cuantos otros antes): sin nevera, sin invernaderos, sin abonos artificiales, sin conservantes, sin transporte por carretera, sin supermercados El Árbol, ni El Hiper, ni El Micro, ni El Campo..., los primeros pobladores de estos valles tendrían que cavilar mucho para comer cada mañana; y sólo podían asegurarse la
pervivencia hasta los primeros retoños de la primavera, si eran capaces de almacenar suficientes frutos secos en el otoño, que no se pudrieran en el invierno: ablanas, nueces, castañas, bellotas, fayucu o fabucu, sobre todo. Todavía hoy podemos observar el sistema inteligente que tienen las ardillas, los esquiles, los roedores de campo..., para almacenar en las cavornas de las castañares, entre muchas hojas y erizos, montones de estos frutos; de ellos echan mano en las suscesivas nevadas que vengan detrás. Y baste observar, sin ir más lejos, que las bellotas y las castañas se encuentran en cualquier castañeru por mayor arriba, perfectamente conservadas entre las hojas del suelo, después de las nevadas del invierno: se conservan solas, y de ellas viven los xabalinos, cuando se agota el monte en los cordales más altos. Los topónimos de este campo fueron surgiendo, entonces, como necesidad práctica de aquellos primeros astures, para señalar sobre el suelo las zonas específicas a las que tenían que acudir cada otoño a recoger los frutos necesarios para el invierno: Castañir, Ablaneo, Yan del Nozal, La Nozalera, La Faucosa...

1.2 LAS FRUTAS VERDES: La Cerecina, La Cerezal (Mieres), La Valle la Cerezal (Urbiés), Figaredo, Los Figares (Santa Cruz), El Pomar, El Cutsu Pumar, La Llana'l Pomar, La Peruyal, El Llenu la Peral (Urbiés). La mayor abundancia de parajes con nombres vegetales se corresponde paralelamente con la mayor presencia y variedad de frutas para los otros meses del año (la fruta del mes, que no del día, dirían aquellos primeros astures): desde mayo en adelante, ya apicalban las cerezas, las peras de San Juan, las peruyas, los figos, las moras, las manzanas, los piescos, los nisos ... Y, así, hay toda una gama escalonada de frutas que se van sucediendo la mayor parte del año. En otras regiones se da la misma variedad de topónimos: en la vecina Galicia abundan los Ameixeira (especie de nisos), Cereixal, Cereceira, Figueira, Figueiriña, Limoeiros, Maceiras, Maceiriñas, Neixal, Nespereiros, Pereiras, Pumariño, As Viñas... Y las frutas del tiempo (del mes, de la temporada) debieron ser alimento rebuscado entre los prerromanos, a pesar de que en Asturias no queden, así a simple vista, topónimos prelatinos que las atestigüen. En el NO francés, en cambio, quedan lugares derivados del galo aballo `manzano', que dio en bretón moderno aval, de la misma raíz indoeuropea que el inglés appel, o el alemán apfel, `manzana' en ambos casos. Más aún, el mismo latín conservaba un término dialectal con esta base para designar el manzano; y la prueba es evidente: el mismo Virgilio interpreta la ciudad de Abella (en Campania) como `lugar de manzanos', que nada tiene que ver con la otra raíz más corriente de pomarius, mala mattiana, etc. De aquí se formaron topónimos bretones y franceses como Avallon, Availles, Havelu, Avalen, L'Avallac, Avaleuc, L'Avallot, Kernaval, Kernavalot, Kerval, etc. etc. Ello indicaría que, con varios siglos de anterioridad a la llegada de las palabras latinas, los nativos, en países bien separados, ya designaban el terreno con el nombre de las frutas que recogían por temporadas (en este caso las manzanas silvestres claro está). El caso de las peras en toponimia revela algún dato más: el bretón per, `pera', coincidiendo, pero remontando en el tiempo al latín de la misma base pira, dejó topónimos como Piriac, Perenn, Perennou, Piruit, La Pironnière, Boper, Boperec, etc. En Cambio para las peras más silvestres, pequeñas y duras, el mismo bretón usaba el término kalper (*kal `duro' + per `pera'), y kosper (kos `malo' + per `pera'). De ahí los topónimos que designaban los lugares de las peruyas entre nosotros: Botcalper, Kergalper, Calperic, Calperin, Calperit, Cosper, Goperec, etc. etc. La misma referencia a las manzanas, y la misma distinción que dejaron los galos en la toponimia bretona entre las peras grandes y las pequeñas (más duras y ruinas), quedó en algunos pueblos de montaña, aunque con topónimos escasos: son los carápanos, carámpanos, carapuxos... (esas peras pequeñas y redondas, que nacen apiñadas en racimos de 3-4..., muy amargas en verde, pero de buen comer una vez maduras, ya por la seronda arriba). Tendremos que pensar, en consecuencia, que las frutas en zonas de montaña sí se aprovecharon desde antiguo en nuestros montes, aunque los romanos borraran muchos nombres y lugares de la cultura anterior.

1.3 LAS PLANTAS MEDICINALES: Grameo (Santa Cruz), Ortigales. Las plantas medicinales pronto habrían de hacer brotar también los nombres: en épocas más o menos remotas, sin más farmacia que la del monte y las yerbas (y sin más enfermeras que la abuela de la tribu), ortigas, malvas, flor del espino, rúa, flor del acebo, xistra, grama..., supondrían toda la carta a elegir para intentar curarse los diferentes grados de dolencias (infecciones, fiebres, congestiones, nervios...). Sirvieran o no, habría que creer en ellas, y cada otoño tener bien señalados los lugares del monte con un nombre inequívoco que permitiera recoger la planta en su flor, de modo que surtiera efecto. Como se ve, paradógicamente, la tecnología más moderna tampoco convence demasiado, y los fitoterapeutas y ecologistas más ortodoxos vuelven el pensamiento a esta imprescindible fuente de salud: las plantas.
Los nombres se multiplican de valle en valle: Flor 'Acebos, Malveo, La Malvea, Teyeo, Espineo, La Rúa, Les Conxistres, Grameo...; o los abundantes lugares en todas las regiones señalados con el nombre de las ortigas (Ortigueira, Ortogosa, El Ortigal...).

1.4 LOS ÁRBOLES: El Regueru l'Abeduriu, L'Acebal, El Bosque, El Carrascal, Pino Casquero, El Cavornal, El Cavurnu, La Espesura (San Martín R.A.), Espines, Los Espinos, La Faya, La Fayona, La Fresna Sueira, Fresneo, Llorero, La Valle Maíru, La Mata, Les Matielles, La Mosteyal, El Rebochal, La Vega'l Sabucal (Urbiés), La Selva, La Llana'l Xabú (Urbiés), El Tixíu y La Valle'l Tixíu (Urbiés), El Cavoxal, El Monte Tsorero, En una sociedad rural hace tan sólo unas décadas atrás (no digamos varios siglos), los árboles, además de los frutos que daban, suponían la materia prima para casi todo: vivienda, cabañas, madreñas, arados, hórreos, rudimentarios medios de transporte, leña para el fuego..., y un largo etc. En algunos casos, al árbol se le atribuyen propiedades míticas, mágicas, curativas o religiosas, caso del espino, el xabú, el texu, el laurel, el acebo... ; y en otros, se da un intermedio entre la realidad y la magia, caso del fresnu, que no suele faltar delante de los establos y cuadras de animales en todas las caserías de montaña; la costumbre es, sin duda, antigua, pues lo mismo se dice que tiene la función de atraer los rayos de forma que no caigan sobre los animales, que se utiliza como fuente de alimentación, cortando las ramas verdes para el ganado en los otoños de mayor escasez. Los árboles siempre fueron necesarios.

1.5 LOS ARBUSTOS: La Blimal (Urbiés), La Blimera (Turón), La Brimal, L'Arteal, L'Artusu, La Mata Hedraos, El Escobal, El caso de los arbustos es semejante, aunque aplicado a funciones más específicas: con las blimas, por ej., se hacían todo tipo de cestos, tejidos de varas para los cebatos y paredes, sillas, aperos del campo, etc. Los artos, hoy despreciados y erradicados de las fincas, fueron hace siglos muy cuidados, pues facilitaban una comida entonces rebuscada a falta de otra mejor: las moras, que alimentaban en el monte desde los meses del verano hasta la llegada del invierno. Con moras se hacían postres, confituras, o -recuerdan algunas abuelas- la misma comida diaria principal.

1.6 LOS CULTIVOS: Linares, Las Tsinariegas, Misiegos, Los Payegos, Ordaliego, L'Ordaliegu, La Viña (Cenera), Las Viñas (Ujo), La Ceposa, La Pibidal, Villa Vazal (de la veza o arveya, con asimilación de la -e- a las de Villa y -zal), El vestido suponía otro problema años atrás, antes de la llegada del plástico, el nylon, los poliamidas, etc. Por esto el lino (el tsinu) junto con la lana (la tsana) de las ovejas era una planta muy cultivada en la mayoría de los pueblos. Pocos valles carecen de Linares, Tsinates, Tsinariegas, La Tierra'l Lino..., Las Llinares, Val de la Linar, según las zonas asturianas. Algo parecido ocurría con el vino y las uvas, antes de la importación más cómoda desde tierras castellanas, gallegas, riojanas, francesas... No obstante, viñas había menos porque el clima y el suelo húmedo de estas montañas impedía sembrar parras en cualquier ladera. No obstante, pocos son los concejos que no registran hoy algún topónimo aislado en cualquier rincón un poco más soleyero y adecuado a las viñas: Val de las Viñas, la Vincietsa, Las Viñugas, Viña mayor..., nombres inconfundibles en todo caso.


2 LOS ANIMALES (Zoonimia): La Guariza, El Puchiscal, Les Porqueres, Les Melendreres, Meloneras (Mieres), La Zorera (Ciaño), Aguilar, Armiello, Grillero, El Curuxón, Per Vaca, La Formiguera, El Mosquil, Cotsá Melón, Cotsá Tsoberes, El Monte'l Puzu, La Pena'l Cuirvu, A juzgar por los nombres, había bastantes más animales también ayer que hoy: es evidente que no tuvieron la importancia de las plantas y los cultivos en la vida diaria de nuestros antepasados, pero hubieron de tener mayor estima que en época actual. El sistema ecológico animal tiempos atrás debió estar bastante representado, pues en cualquiera de nuestros pueblos de montaña se puede reconstruir todavía un mosaico de nombres en el que están representados los animales imprescindibles. Era el caso de los bueyes muy preciados para el transporte, el trabajo y la venta a gallegos y castellanos (de donde Las Guarizas); era el caso de los xabalinos y los gochos caseros para el jamón, los chorizos y la grasa a falta de aceites más refinados (de donde Les Porqueres); los melones o melandros: esa especie de oseznos más pequeños que proporcionaban unas grasas especiales (el unto), usadas todavía hoy como analgésicos y antiinflamatorios en las torceduras de tobillos, golpes musculares y en los huesos, etc. (de donde Cotsá'l Melón, Les Melendreres, Meloneres...); o los azores, nuestros ferres, tan pagados por los nobles en el arte de la cetrería, y por los furtivos en la caza diaria de monte en monte (de donde La Zorera). Sirva este ejemplo para recordar a ese animal hoy casi extinguido de nuestro entorno: el ferre, dañino para los gallineros de los corrales, pero muy valorado para la exportación a otras regiones. Hoy raramente otea o se detiene magestuosamente sobre valle observando la presa, pero dejó nombres por otras geografías más allá de estas montañas: Zorea (en Laviana), Zurea y El Zuríu (en Lena), Zorera (en Riosa), Zorerina (en Oviedo), Azorera (en Tineo), Azoreiras (en Castropol), Azor (en La Coruña), Azoreira (en Lugo), Azoreiros (en Orense y Pontevedra), Azores (en Córdoba), Azoreros (en Jaén), Azorejo (en Ciudad Real)...


3 LAS AGUAS (Hidronimia): La Bárcena, Agua l'Estro, Vega la Fonte (Mieres), La Fuente'l Llagartu (Urbiés), La Fuentona, La Güeria, El Lago, La Lavandera, El Llau, La Vega'l Lleu (Urbiés), El Regueru la Muela, El Reguiru l'Abeduriu (Urbiés), Ricueva, Río Turbio (Mieres), Entre Ríos, Vega la Fonte (Mieres), El Tsamarusu, Los Podrizos. Es evidente que la vida en un valle como el de Turón no es posible si no corre un río, unas fuentes, unas zonas más húmedas que mantuvieran los pastos y los cultivos en las épocas más secas del verano arriba: sin agua no hay pastos, viviendas, arbolado mayor, animales del monte... Más aún, los nombres en torno al agua -lo mismo que en torno a las alturas- son los más antiguos, los primeros que el hombre puso al terreno en cuanto comenzó a utilizarlo. Por eso, en el caso de Urbiés, la citada raíz ur- (`agua' y 'altura') podía hacer referencia a las dos circunstancias que posee el pueblo sobre el valle, poco debajo del nacimiento del río Turón, justo bajo la misma cumbre que da a Laviana. Esta antigüedad de los topónimos hidronímicos es evidente en el caso de El Tsamarusu, en realidad El Tsamargusu, derivado de tsamarga, tsama, y, en definitiva, de lama, voz prelatina suficientemente estudiada por Menéndez Pidal en toda la zona de antigua marca asturiana. Hoy tenemos en el uso rural la palabra chamarga, chamarguizo, chamargoso..., para designar una zona muy húmeda, lugar pantanoso durante todo el año, pues el agua surge del mismo suelo aunque haya una gran sequía.


4 EL TIEMPO ATMOSFÉRICO: La Braña, Braña de Oro (Mieres), Enverniego, Envernal y El Invernal (San Martín R A), Villa Fría, L'Amvernal (Mieres), Les Bories, El Picu'l Ventusu (Urbiés), Villa Fría, La Pena Frieres, Fuente Fría, Río Frío, El Siiru Caliente, Es lógico pensar que el tiempo atmosférico condicionaba la vida en los pueblos y los montes, sin más recursos ni protecciones que los materiales del suelo y la benevolencia del cielo: no había plástico, bloques de cemento, uralitas, abonos químicos, tractores, empacadoras para la yerba en el verano... Los hombres y los ganados tenían que aprovechar los recursos espontáneos del entorno a medida que el clima se lo iba aconsejando y permitiendo. De esta forma tan precaria y obligada, se fueron formando las brañas: los lugares de la veranea, `el pasto de verano', al que subían los vaqueros en cuanto las nieves se retiraban por la primavera arriba, y se iban acabando los pastos del fondo del valle. Llegado otra vez el otoño y los rigores del invierno, comenzaba el camino de vuelta de los altos a los pueblos y los valles; así, surgían los topónimos inversos: El Invernal, Enverniego, L'Ambernal... Paralelamente, se designaron con los nombres oportunos lugares que son más castigados por el frío, el calor, la niebla, el viento: Villa Fría, El Siirru Caliente, Les Bories, El Picu Ventusu...

*** 5 BIBLIOGRAFÍA CITADA. 5.1 Aebischer, Paul. (1948) "Le catalán turó et les dérivés du mot prélatin *taurus". Bulletí de Dialectología Catalana. Gener-març (pp. 193-216). Barcelona. 5.2 Barrenegoa Arberas, F. (1990) Onomástica de la tierra de Ayala. 3. Evagraf. Vitoria-Gasteiz. En Turón, primavera-94. Para más información, ver Diccionario toponímico de la montaña asturiana. Julio Concepción Suárez
Enviado por: xanpara | Ultima modificacion:01-12-2007 13:47
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