La Nueva España » Cartas de los lectores » Siempre en nuestros corazones https://as.lne.es/cartasdeloslectores/carta/13013/siempre-nuestros-corazones.html Quizá fue el azar o quizá el destino, pero lo cierto es que el encuentro casual de los hermanos Peter y Robert Gulley con la villa marinera de Tapia de Casariego, supuso una bocanada de aire fresco para esta villa, que por aquel entonces aunque ya despuntaba algo como referencia turística (se había hecho alguna campaña como el veraneo por un duro, etc.), no era usual ver muchos extranjeros por la zona y menos de tan lejanos lugares, salvo excepciones, como la familia francesa De Carlo y alguna autocaravana generalmente también francesa, que solían repetir todos los veranos. No podemos olvidarnos del turismo tradicional de la época generalmente nacional, mayoritariamente de Madrid y Oviedo a los que entonces se refería uno como veraneantes (pues muchos solían llegar a principios de julio y se iban a finales de septiembre). Por otra parte, las dificultades para llegar a Tapia, no eran pocas, pues las comunicaciones existentes, no eran ni mucho menos las deseadas; baste decir como ejemplo que solamente venir de Oviedo a Tapia por la carretera de La Espina, podía convertirse en una odisea. Corría el año 1968, cuando los dos hermanos australianos embarcados en una furgoneta con dos tablas de surf y algo de equipaje, recorrían el viejo continente europeo, situándose justo en las antípodas de sus orígenes, en busca de aventura, buenas olas, conocer nuevos lugares, nuevas gentes, en fin todo aquello que demanda la juventud. Cuando llegaron a Tapia quedaron enamorados por el escenario que contemplaron, las olas perfectas que vieron y se instalaron en el alto de la playa para disfrutar del entorno y poder practicar su deporte preferido, el surf; por aquel entonces casi desconocido por estas latitudes. Si inicialmente en su primera parada en Tapia, lo que les atrajo fue el encanto del lugar, la naturaleza, el entorno, las olas, etc., les faltaba por conocer a sus moradores, gentes abiertas como ellos, también con ambición de conocer otras culturas, otras costumbres. Estaba visto que era la conjunción perfecta. Enseguida congeniaron con toda la gente local, hubo un entendimiento reciproco, ellos sin saber español y nosotros con unos pobres conocimientos de su idioma. Ellos se sintieron tan bien acogidos, que habiendo llegado de paso en el mes de junio, prolongaron su estancia el resto del verano, hasta el mes de octubre. Desde su llegada a Tapia, fue como una declaración de amor por ambas partes. No había persona ni mayor ni joven, que dejara indiferente y que no estuviera al tanto de la noticia. Dos chicos australianos se habían instalado en el alto de Los Campos con una furgoneta y esquiaban con unas tablas arrastrados por las olas en la playa de Tapia. En Tapia, nunca se cerraban las puertas, pero para ellos se abrieron aún más si cabe, porque eran dignos del cariño que se les profesaba, por su gracia, simpatía, cortesía, sencillez y amabilidad que hicieron ganarse el afecto de todos. Los lazos de amistad pronto se estrecharon más y más y estaba claro que cuando ellos regresaran a su Australia natal, ese no iba a ser el final de la historia. El fruto no tardó en madurar, y así fue como ellos mismos volvieron en numerosas ocasiones a veces en compañía de otros (como John Ford, Coll Nielsen, etc.) y así se fue repitiendo hasta la actualidad. También hubo numerosos tapiegos que les devolvieron la visita, cruzando el charco para ir a Australia, a veces temporalmente, pero otros incluso para instalarse allí. Prueba de esta fraternidad es la formación de varias familias mixtas astur-australianas. Fueron los mejores embajadores que podíamos tener, pues a parte de ser iniciadores del surf en Asturias, propició un nuevo estilo de vida, que hoy en día está muy arraigado por toda España y el mundo. La acogida que goza este deporte, el espíritu joven que lo rodea, la idoneidad del escenario -pues la playa de Tapia está integrada dentro de la villa-, unido al ambiente que se genera, el paseo costero de la ruta de la playa, la zona el paseo del puerto con sus locales, hacen que esta villa sea hoy por hoy un referente en el plano turístico y esté considerada en época estival como la capital de la marcha del occidente astur. Se vienen celebrando multitud de campeonatos de surf de ámbito internacional, que propician la cita en esta playa de los mejores surfistas del panorama nacional e internacional, como el Memorial Peter Gulley, deportista australiano que junto a su hermano Robert introdujo el surf en el Principado de Asturias. En esta Semana Santa, Tapia acoge la prueba abierta internacional de tabla corta y al mismo tiempo se celebrará el Memorial Peter Gulley y se contará con la presencia de su hermano Robert Gulley, que por cierto aprovechará la ocasión para conocer a su primer nieto Astur-Australiano, Pedro (el hijo de Pepín). Durante los días de competición, la afluencia de aficionados, participantes y turistas es tal, que supera en ocasiones la de los días habituales de temporada alta en el verano. La marea de gentes que acude de todas partes, es impresionante y lo que es más importante: el que viene una vez, repite. Eso seguro. Si Tapia ya era conocida por muchas circunstancias, este deporte le dio a la villa un realce mucho mayor, incluso fuera de nuestras fronteras. Peter Gulley, fallecido en el año 1991 en Australia, era una persona risueña, entrañable, un enamorado del lugar y de sus gentes. Su última voluntad fue que sus cenizas fueran esparcidas en la playa de Tapia de Casariego, deseo que cumplió su hermano Robert. El recuerdo de Peter para los que tuvimos la fortuna de conocerle, perdurará para siempre en nuestros corazones. Esto queda simbolizado con un monolito en su honor, situado frente al mar en el mismo escenario en que él tanto disfrutó y tan a gusto se sintió, para que así puedan rememorar o conocer tanto las antiguas como las venideras generaciones. No quisiera dar más nombres de personas, porque seguro que se me olvidaría alguno, aunque creo que ellos bien saben que así siento lo que voy a decir: tanto Peter (fallecido desgraciadamente) como Robert así como otros muchos más que tengo en mente, son tapiegos de adopción e hicieron y hacen más Tapia por donde quiera que van, compartiendo con mucha gente sus vivencias aquí y divulgando los encantos del lugar y sus habitantes. Personalmente, sólo me queda dar las gracias tanto a Peter como a Robert Gulley, por haberme brindado su amistad. Cuando ellos vinieron por primera vez, yo no era más que un niño, que tenia unos once años y me hicieron sentir como si fuera un hermano pequeño, con su trato cariñoso, con gracia y simpatía, lo que dispensaban a todo el mundo por igual. Gracias por todo y a todos y hasta pronto. |