Serín - Asturias

Tendemos a sublimar EL LIBRO, adorarlo como el tarro que condensa las esencias culturales, el cofre que contiene todas las sabidurías, totem que preserva de la ignorancia...

Hasta que llega el maldito judío converso, Cervantes, con sus curas, barberos y amas para hacer una pira y quemar todos los libros que hablan de las andanzas de la noble caballería. Bien sabían lo que hacían aquellos malhadados: pretendían, vano intento, erradicar de los libros, por el fuego vengativo, la fantasía, la imaginación... el idealismo.

Antes, las hordas de los señores de la guerra habían logrado su objetivo de quemar toda la cultura universal aglutinada en la Biblioteca de Alejandría... que sangre y fuego siempre caminaron parejos a las historias que se cuentan en los libros.

Finalmente mis amigos Biscuter y Pepe Carvalho siguen destrozando las hojas de papel impreso, cosido sobre tapa dura que llaman libro, para encender el buen fuego que ha de cocinar los sabrosos guisos a degustar por su alter ego el bueno de Manolo Vázquez.

Porque, querid@s mí@s, qué mejor final para un objeto nacido con el fin único de calentarnos la cabeza, prendernos el ánimo, quemarnos los prejuicios, encendernos la inteligencia... que ser pasto de la llama aséptica, prendido en la casa de acogida cual falla vivificadora... Fuego, llama, luz, guia. Poso de conceptos, ceniza de cultura, residuos de sabiduría.

Salud a tod@s [V]