San Martín de Oscos - Asturias

Subimos por una carretera de montaña estrecha y empinada,con innumerables curvas hasta San Martín de Oscos, donde nos alojamos aquella noche.
Dormimos como benditos en un mundo de silencio y tranquilidad entre
los prados. A la mañana siguiente, despertamos con el mugido de las vacas que pastaban a unos metros en un prado henchido de abundante heno verde y bien crecido. Hasta donde alcanzaba nuestra vista este era el paisaje, prados inmensos,pequeños caminos perdidos entre la vegetación, vacas y terneros pastando y algunas casas desperdigadas aquí y allá rodeadas de nogales, castaños, manzanos y robles que por allí llaman carballos.
Desayunamos en un bar donde tuvimos ocasión de disfrutar con la amabilidad y sencillez de unas gentes que nos dejaron admirados por su bondad y ganas de agradar a los que venían desde tan lejos a conocer su tierra. Tanto es así que uno de los lugareños que estaba a mi lado tomando una copa de orujo, con el que entablé animada conversación sobre las costumbres y la forma de vivir de aquel pueblo, me invitó a ir a su casa para enseñarme cómo era aquello y cómo vivía él mismo. Le acompañé y entrando a ella, que como muchas de aquel lugar era una casa hecha de piedra, llamó a su mujer y me ofrecieron un tazón de leche humeante en la que nadaba un dedo de nata. No tuve más remedio que aceptar el presente con gran placer pues era lo mejor que había bebido en mucho tiempo. Pasamos al establo y me enseñó algunas de sus vacas
a las que llamaba por su nombre, y después me mostró el sitio donde guardaba la leche, que resultó ser un caldero de aluminio reluciente y bastante bien refrigerado como tuve ocasión de ver. Aquel establo y el cuarto aledaño donde guardaba la leche estaban limpios como ya quisieran ver ustedes.
Salimos al corral por la parte trasera, y en un pequeño cercado tenía sembradas patatas, coles y fabes, todo cuidado con esmero, y pasada la cerca en un pequeño prado también cercado con alambre de espino pastaba el resto de su ganado.
Excuso decirles todo lo que disfruté aquella mañana conversando con este
nuevo amigo, con el que luego dimos una vuelta por el pequeño núcleo del pueblo, donde hay un hórreo muy bien conservado en el patio del Ayuntamiento que está en la casa palacio de los Guzmán donde hay un pórtico con columnas a los lados, y frente a él en la esquina de la plaza, una pequeña iglesia.