Ribadedeva - Asturias

-FASCINACIÓN DESNUDA-(Quimera)

¡Qué belleza!

Contemplo tus formas en tu uniforme más simple. ¡Dios mío cuanta gracia y cuanto esplendor!. Nado sobre un espejismo con la candidez de un adolescente.

Has nacido con cuerpo de ensueño en una desnudez perfecta; la que rozo con mirada lúbrica guardando apenas la lucidez. Esa belleza venida de no sé donde y que no es para mi porque te han casado. ¿Quién ha impuesto esa odiosa ley?


No puedo infringir esa prohibición y sin embargo lo deseo tanto... ¡Lástima! Aquí se debe terminar mi alucinación.

Me has subyugado.¿Cuanto tiempo podré seguir deseándote?

Eres como un maniquí de escaparate, y yo afuera contemplando tu deliciosa anatomía a la intemperie de un invierno interminable, convertido en estatua de sal hasta que un aguacero diluya mis ilusiones.


Te deseo, quimera intangible.

Signé: Moi même

ALUCINACIONNNN

Abrió el cajón de la mesita de noche y sacó un gran sobre de un papel inmaculadamente blanco.

-Esto, dijo, no es un paquete cualquiera; es un tesoro, contiene lencería fina de “ella”.

Desplegó parsimoniosamente la envoltura dejándola caer negligente a sus pies.

-Lo compró una vez que fuimos a Londres hace 8 ó 9 años. Nunca lo llegó a utilizar.

-Lo guardaba para una ocasión especial.

Y con voz temblorosa y desgarrada, gritó:

- ¡Esta no es la ocasión especial que ella esperaba; pero ya no habrá otra!

Se acercó a la cama y, colocó el conjunto de seda al lado de la ropa con que la amortajarían a la mañana siguiente. Su mujer acababa de fallecer.

Se giró hacia mí y con los ojos empañados en lágrimas: balbució -Nunca guardes nada para una ocasión especial, amiga mía.

Transcurridos muchos años, aún pienso cómo han cambiado mi vida aquellas palabras.

Comencé a leer más y limpiar menos; a asentarme en la terraza… y admirar el panorama del horizonte sin prestar atención a los hierbajos cercanos del jardín. Paso más tiempo con mi familia y mis amigos. Procuro así mismo, ir acabando con mi obsesiva adicción a quitar el polvo inexistente.

He entendido que la vida es una sucesión de instantes para gozarlos, no sólo para sobrevivir.

No guardo nada; uso los mejores vasos todos los días. Me pongo el traje nuevo para ir al supermercado si me apetece.

Ya no reservo mi mejor colonia para fiestas especiales; la uso todas las veces que se me antoja.

Las frases: “Un día…” o “uno de estos días…” han desaparecido de mi vocabulario.

Si merece la pena ¿porqué no hacerlo hoy sin esperar a mañana?

No sé lo que habría hecho la esposa de mi amigo si hubiera sabido que ya no estaría aquí mañana. Creo que habría llamado a sus familiares y amigos más íntimos; tal vez hubiese hablado con amigos perdidos para disculparse por viejas y triviales peleas.

Me complace pensar que habría ido a su restaurante preferido a un “dîner aux chandelles” acompañada de su marido…

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Son estas pequeñas cosas las que yo haría si supiera que tengo las horas contadas; aunque molesta porque en alguna ocasión dejé para “uno de estos días” el ver a mis seres queridos. Molesta por no haber escrito aquellas cosas que quería escribir “algún día”. Molesta porque no dije suficientes veces a mis cercanos cuanto les quiero…

Mientras tanto, intento no guardar nada que pueda añadir alegría a nuestras vidas. Porque es siempre un “día especial cada día, cada hora, cada minuto…”

Signé: moi-même

El quinto jinete de La Apocalipsis. (Crónica de un fatal accidente)

Se echó la mochila a la espalda y se dispuso a descubrir una de tantas rutas bucólicas que embellecen la corteza terrestre: La Cuenca de Cameros en La Rioja española.

Poco sabía, ignoraba más bien que durante aquel viaje – proyecto que llevaba años ocupando su mente- un ratón iba a ser el origen del acontecimiento más trágico que la vida le tenía reservado.

San Juan en su descripción de Apocalipsis contemplaba la existencia de sólo cuatro jinetes, obviando el más colosal y destructor. El quinto: Una manada de dinosaurios riojanos en estampida provocada por un diminuto roedor en las orillas del mar de Tethys, cerca de Iregua.

Mientras Fortunato estaba recostado sobre una losa calcárea haciendo prospección en el fondo del macuto en busca de un bocata de tortilla con el que restaurar el bandullo, una tiranosauria alfa encabezaba una desbandada de reptiles enloquecidos por la aparición de un pequeño roedor en sus campos de caza y, al pasar la tremenda mastodonta al costado del hambriento caminante, pisó la bota de vino que tenía Fortunato a la sombra de su propio cuerpo. El tempranillo del interior del cuero al recibir el jurásico pisotón, salió en propulsión a chorro arrastrando consigo el tapón de cuerno, que como un misil Tomahawk teledirigido se alojó certero en el ojo izquierdo del excursionista.


Desde entonces a Fortunato le llaman Desafortunato el tuerto, y vende cupones en un kiosco de la alameda por culpa del Quinto Jinete de La Apocalipsis.

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Je pense, donc je suis.