Puerto de Vega - Asturias

LA NIÑA DEL ALBA

cantares de Puerto Vega

No pudo ser más hermosa,
más dulce, más inocente,
el alba, cuando a los cielos
se asomó con sus pinceles.
Y por buena tejedora
los campesinos la tienen,
que con su luz las alturas
parecen de helada nieve.
Muchas veces los muchachos
hallan la escarcha doliente
en la callada Atalaya,
tras claros amaneceres.
Y, como mares de plata,
quiere la aurora sonriente
hallar en ella aposento
para que su luz refleje.
Dicen que va a veces
a la Atalaya,
a mirar las olas,
a mirar el agua.
Dicen que del pueblo
de Villapedre,
tras llevar el agua
que da la fuente.
Saben los viejos del pueblo
que engalana los corceles
de la mañana que corre
y de la tarde que viene.
Y, a los caprichos de enero
como costurera teje
la helada que se deshace
cuando el sol en ella bebe.
A febrero da granizos,
flores a marzo, si quiere,
y suele querer, hermosa,
que todo son parabienes.
Y si aman sus rayos claros
las bellezas que se ofrecen,
los ojos hay de una niña
que por mansión la prefiere.
Dicen que va a veces
a la Atalaya,
a mirar las olas,
a mirar el agua.
Dicen que del pueblo
de Villapedre,
tras llevar el agua
que da la fuente.
Marina todos las llaman,
y es buen nombre, porque hiere
como mares tempestuosos
a quien la mira valiente.
Siempre los campos recorre
con nuevos amaneceres
para que brille en sus ojos
el sol cuando va a la fuente.
No habrá quien no la pretenda,
que lo dicen ya las gentes,
que los galanes del puerto
por ella los vientos beben.
Y, si discreta se dice,
de discreción poco tiene,
cuando sabe que enamora
con la mirada que hiere.
Dicen que va a veces
a la Atalaya,
a mirar las olas,
a mirar el agua.
Dicen que del pueblo
de Villapedre,
tras llevar el agua
que da la fuente.
Por eso dicen que es bruja,
que un ángel es, que ella puede
hechizar con la mirada
incluso al que infeliz duerme.
Y cuentan cosas extrañas
los que la envidian y temen,
si no cuentan maravillas
otros muchos que la quieren.
El párroco de la aldea
como honesta la proteje
y a los mozuelos más locos
les dice que la respeten.
Y ella, porque tanto sabe,
contesta cosas hirientes
con el desdén de sus ojos
y su boca indiferente.
Dicen que va a veces
a la Atalaya,
a mirar las olas,
a mirar el agua.
Dicen que del pueblo
de Villapedre,
tras llevar el agua
que da la fuente.
Ay dicha de pescadores,
si por suerte la tuvieren,
pues como una ninfa esquiva,
ni se niega ni concede.
Quién se casara con ella,
con esos ojos lucientes
que prometen lo que muestran
pero niegan lo que tienen.
Desde Navia a Luarca dicen
que son sus ojos ardientes
la envidia de las muchachas,
de los zagales la muerte.
No hay muerte más hermosa
que hallar del sol los pinceles
en los ojos de la moza
que viene de Villapedre.
Dicen que va a veces
a la Atalaya,
a mirar las olas,
a mirar el agua.
Dicen que del pueblo
de Villapedre,
tras llevar el agua
que da la fuente.

José Ramón Muñiz Álvarez