El caballero y el dragón Visite https://rma1987.blogspot.com EL CABALLERO Y EL DRAGÓN 1 ¿Por qué duermes, caballero? Vamos, apura, despierta, levanta en la noche incierta, ve y desenvaina el acero. ¿Aun no has llegado al sendero? Álzate ya, por tu vida, toma la rienda enseguida, que tu caballo se apure, que poco tu viaje dure, que nada llegar te impida. 2 Corre entre densas nevadas antes que nazca la aurora, y, corriendo sin demora, cruza sierras escarpadas. Y, si las luces doradas buscan, dichosas, el cielo, olvida la luz y el hielo, y, al apurar tu camino, ve buscando tu destino, siempre falto de consuelo. 3 Que mientras nacen colores, y el sol alegre se encumbra, la princesa, en la penumbra, pena sus muchos dolores. Que más mustia que las flores la verá la luz del día en esa prisión sombría donde llora, secuestrada, que el dragón, de madrugada, la llevó a su cueva fría. 4 No pierdas tiempo y camina por los extraños senderos, y en la noche los luceros de alguna estrella imagina, que, ya en la región vecina, llora la triste mujer, desconsolada al saber que el dragón la ha capturado, y, colorín colorado, olvida el amor de ayer… ASTILLERO DE LOS MARES 1 No importa el azote frío de la espuma y de los vientos, ni los cañones violentos en el paisaje sombrío. El sable blande con brío el airado bucanero donde admira el astillero de los mares el amor. 2 Y diré que es más agudo el ingenio que el pirata en su mirada retrata, bajo su rostro barbudo. Y, arrogante y corajudo, desnudo tiene el acero, donde admira el astillero de los mares el amor. 3 Y, en los mares del Caribe, ante fuertes tempestades, no lamenta soledades ni sus penurias describe: cada golpe que recibe lo contempla pendenciero, donde admira el astillero de los mares el amor. 4 No puede, pero lo intenta, con su fe y su gallardía, derrotar la brisa fría, sufrir la grave tormenta. Y es que nunca desalienta el valiente marinero, donde admira el astillero de los mares el amor. 5 Como el caballo en la sierra, si en la sierra se encabrita, una goleta se agita sin hallar puerto ni tierra. No se engolfa en plena guerra ni esconde su duro acero, donde admira el astillero de los mares el amor. DEJA QUE MIRE, PERPLEJO 1 Deja que mire, perplejo, el coral de tu mirada, raro cristal de la helada cuando del sol es reflejo, porque nace el oro viejo del sol claro en tu mirar; porque renace en el mar el color del sol naciente, donde lo miras, luciente, perezoso al bostezar. 2 Deja que tristes agravios sueñe, doliente, mi calma, cuando perdida ya el alma, es esclava de tus labios, si no son consejos sabios los que acabo de escuchar; si es que renace en el mar el color del sol naciente, donde lo miras, luciente, perezoso al bostezar. 3 Deja que, fiel y engañado, imagine lo que quiera, y que tu beso prefiera a no verme condenado, cuando, pensándome amado, se me ocurra despertar; cuando renazca en el mar el color del sol naciente, donde lo miras, luciente, perezoso al bostezar. 4 Deja que viva de sueños y me pierda en la esperanza del loco que nunca alcanza los placeres más pequeños, donde tus ojos son dueños con su raro crepitar, donde renace en el mar el color del sol naciente, donde lo miras, luciente, perezoso al bostezar. NIEVE EN LAS URBES 1 Nació febril la alborada para admirar la hermosura de la clara nieve pura sobre el asfalto cuajada. Y, mostrando a la mirada su luz y su claridad, bajo una sábana blanca se descubrió la ciudad. 2 Y en los altos ventanales de las viejas oficinas, quedaron pavesas finas de las nieves invernales. Alborada de corales fue aquella aurora, en verdad, bajo una sábana blanca, descubriendo la ciudad. 3 Los parques, también helados, vieron heladas las fuentes, y eran cristales lucientes los jardines bien cuidados. Y los niños, asombrados, con su gran ingenuidad, bajo una sábana blanca, contemplaron la ciudad. ENTRE ESPUMAS Y CORALES 1 Donde despierta lozano con un bostezo gozoso, se remansa, perezoso, en un sueño soberano, ese mar, aunque lejano, esa orilla, que, callada, ve, tras la clara alborada, entre espumas y corales, esos brillos matinales en la playa abandonada. 2 Y corre los altos cielos ese brillo vuelto en llama, donde alegre se derrama desde la altura a los suelos, al quebrar los raros velos, al romper la noche airada que se escapa, derrotada, entre espumas y corales, por los brillos matinales en la playa abandonada. 2011 © José Ramón Muñiz Álvarez |