Oviedo - Asturias

Silencios sobre UPyD
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Mario Crespo López
2 de enero de 2008
Creo que fue el pasado día 11 de noviembre, la víspera de la presentación en Cantabria del nuevo partido Unión Progreso y Democracia (UPyD), cuando publiqué en esta mismas páginas de Opinión de ALERTA un artículo sobre las razones para ilusionarse con esta nueva fuerza política. Se trata de razones unidas intrínsecamente al deseo de llevar a la práctica una política alejada del pesebrismo acrítico de los grandes partidos ya consolidados en España, que han impedido y siguen impidiendo que haya disensiones ideológicas (un auténtico debate, por tanto) dentro de su seno: los nombres propios del PSOE que han tenido que silenciar su voz (los casos de Nicolás Redondo o Manuel Marín son evidentes) o han tenido que fundar y consolidar otras opciones (Rosa Díez con UPyD) son ejemplos de la situación política del país, donde apenas se contemplan más que dos opciones electorales con listas lógicamente cerradas, compuestas por acríticos “fieles a la causa” para alimentar un discursos políticos muy similares en el fondo, con escaso interés por renovar proyectos y alimentar ilusiones. El ansia por el poder, por apoltronarse en los escaños, por mantenerse en el Gobierno, en fin, facilita que estos grandes partidos entre los que se juega casi todo, hayan hecho partícipes a los partidos nacionalistas y aun a los partidos independentistas y claramente rupturistas con los grandes consensos estatales, de la posibilidad real de participar en el Gobierno, utilizando para ello la moneda de cambio de las modificaciones estatutarias o la política antiterrorista. Con todo ello, ahora nos encontramos en un Estado que tiene diecisiete normas completamente distintas para temas tan importantes como la Sanidad o la Educación; diecisiete Comunidades Autónomas que, haciendo uso de su diferente interpretación de nuestra Constitución consensuada, acaban distinguiéndose en varias categorías en función de su supuesta mayor “historia”, de sus reivindicaciones antiestatales o de la mayor o menor fuerza de sus partidos exclusivamente autonomistas. Algo que está creando un verdadero caos de tratos y comercios, en los que, como ha dicho Miguel Ángel Revilla hace bien poco, los pactos dependen de las personas, de si el presidente autonómico de turno se lleva bien o no con el presidente de España, como si el interés, el bienestar y el progreso de los ciudadanos tenga que depender del humor del politiquillo de turno, pasando por encima de las más evidentes reglas de funcionamiento democrático.


Ante este panorama verdaderamente desolador y enquistado en usos y costumbres más que discutibles, la creación de UPyD es un ejemplo de ciudadanía en su acepción más clásica: un servicio a la colectividad, no una manera cómoda y segura para la patrimonialización del poder. Defiende UPyD un estado unitario (que no “uniforme”) y descentralizado (pero no exclusivamente autonomista ni mucho menos nacionalista); un estado laico, sin deudas con la religión (cualquiera que ésta sea) en las escuelas públicas, y con una revisión de los acuerdos con la Santa Sede. Defiende la reforma de algunos aspectos de la Constitución, atendiendo a las necesidades que va exigiendo “bien común”, como por ejemplo la reforma de la Ley Electoral en relación con unos criterios más adecuados al principio “un ciudadano, un voto que verdaderamente pueda traducirse en un escaño”. Defiende una España que apueste por la optimización de los servicios públicos y por una postura clara ante los chantajes de ETA mientras ésta sea una banda terrorista. Así de claro, sin fisuras, y con una clara conciencia de los principios ineludibles que nutren la unidad de España frente a las pretensiones exclusivamente autonomistas y desde luego independentistas.


Entiendo, por otro lado, que este planteamiento de “regeneración democrática” que propone UPyD contraste con las paralizadas y paralizantes posturas de los grandes partidos y, por supuesto, con los manejos de sus grandes grupos periodísticos. De ahí entiendo, cómo no, que se trate de silenciar al nuevo partido en algunos medios de comunicación, donde sólo aparecen sus siglas para destacar sus supuestos problemas de financiación que, si existen, es sólo debido a los turbios manejos de los mismos bancos que conceden créditos espectaculares a los grandes partidos sin que al final casi nadie dé cuenta de nada. Porque en este país, por desgracia, en realidad casi nunca pasa nada. Y ese es el problema: que a los que están en el poder les conviene que no pase nada. Espero que UPyD sea ese movimiento político que permita a partir del próximo marzo sentar las bases de una nueva España más acorde con los intereses generales que con las inquietudes, legítimas pero intolerables, de las minorías de casi siempre.

Pobre ROSA DIEZ, va arrastrándose por la política en busca del sueldo perdido. De ella, cuando era parlamentaria europea, ya preguntaba Arzayus que cómo mandaban al parlamento europeo a esa pobre maruja que no habla más idiomas que el castellano y mal. ¡Menuda defensa de los intereses españoles debió hacer! Igual que ahora, de aplaudidora de esos fundamentalistas a las ordenes de Alcaraz, el brazo ultra y tardofranquista del PP.