Morcín - Asturias

Del latrocinio de no pocos de los que nos gobiernan no sólo ellos son responsables, sino que también a todos los demás nos alcanza la responsabilidad de sus desmanes. Está claro que el primer responsable es el político corrupto que se enriquece con sus sucios manejos de lo público, y que también lo es el que le corrompe para obtener beneficio propio, pero mientras eso ocurre ¿qué sucede a su alrededor?.
Pues resulta que los más próximos a los corruptos, sus compañeros de partido o del equipo de gobierno, los que por su cercanía al sinvergüenza probablemente conocen o, al menos, pueden fácilmente conocer sus manejos, miran para otro lado y callan, y eso es grave, pero mientras tanto aquellos otros que por quedar en la oposición les corresponde vigilar y controlar a quienes gobiernan, están a uvas, bien por incompetencia (el que no sabe no puede hacer) o bien porque resulta más cómodo no investigar, no controlar, evitar enfrentamientos y, en definitiva, callar. Eso sí, mientras callan cobran por asistir a reuniones y se quedan tan campantes, como si su función consistiera en ser el convidado de piedra en un banquete en el que algunos cogen para si la mejor tajada.
Pero … a todos esos del gobierno y de la oposición ¿quién los puso?, pues están donde están porque unos les votamos y otros se desentendieron del asunto absteniéndose de ejercer su derecho a elegir, y ahí es donde la responsabilidad nos alcanza a todos. Bien es verdad que lo más grave es la corrupción y la desidia de quienes deben vigilar y controlar, pero de la responsabilidad por lo que está pasando “no se salva ni Dios”, los que no votaron, por dejar pasar la ocasión de elegir gobernantes honrados y políticos capaces y valientes, y los que votamos, por no haber acertado en la elección, no reconocer que nos equivocamos y, como no basta el propósito de la enmienda, no denunciar a quienes directamente por acción o por incumplir su deber de vigilar y controlar están convirtiendo la actividad política en un estercolero.