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La payada de la madre PAYADA DE LA MADRE Visitar el link: https://rma1987.blogspot.com Dedicado a Carmen Álvarez Menéndez, madre del autor ESTAMPA PRIMERA: EL VIEJO-. Ya con su lento derroche llega, lenta, la alborada, a esta tierra alborotada por su magnífico broche. Vedla en su mágico coche, recorriendo las alturas: rompiendo sombras oscuras muestra toda su belleza y a lucir su luz empieza en las abruptas llanuras. Con qué gusto cada aurora nos enseña su reflejo, pues vive en ella el espejo del fuego que se demora. Valiente llama atesora cuando se ve soberana, que, como estrella lejana de las pampas argentinas, sus cabriolas peregrinas en sus brillos engalana. Corre la brisa agitada y, tornándose alegría, hace la mañana fría en su clara llamarada. Su rara luz apagada lentamente se convierte en el fuego del sol fuerte, con todos sus resplandores. LA CHINA-. Hoy vendrán los payadores a probar si tienen suerte. Porque su ingenio derrama en el verso más hermoso el dulce color goloso de la ambición de la fama. Porque se canta y declama sin tener buenos dineros. EL JOVEN-. Vengan acá, compañeros, que, si ustedes lo prefieren, y sabrán lo que dijeren en sus versos verdaderos. EL VIEJO-. Júntense ya, que ya vienen los payadores cansados de los caminos andados que las horas entretienen. Déjenlos que, antes que cenen, podrán cantar a su gusto en medida y verso justo, lidiando en tamaño reto. EL JOVEN-. Al talento me someto y de su reto me asusto. Pasemos a la cantina para escuchar ese canto. EL VIEJO-. Pasá vos, pues, entre tanto, me quedo yo en esta esquina. Pasate vos con la china, que los he de recibir. LA CHINA-. No sé qué puedas decir a esa gente tan sesuda, pues son gente a la que ayuda Dios en su gran decidir. EL ARRIERO-. Digo lo mismo que el viejo, y es que, en su sabiduría, los viejos la cortesía tienen en el entrecejo. Yo seguiré su consejo y espero aquí a esos señores, que vienen los payadores que bien saben platicar con el arte de cantar sus tristezas y dolores. La china y el joven pasan a la cantina. EL VIEJO-. Este momento dichoso de escuchar al payador de la vida es lo mejor. EL ARRIERO-. Siempre el canto es generoso. ¿Vos te acordás de Donoso, que cantaba noche y día, y jamás se confundía en el arte de cantar? La muerte lo halló al payar, oyendo lo que decía. EL VIEJO-. Ellos son gente esforzada, que tanto trabajo tiene el que improvisa, que viene el alma a su ser cansada. EL ARRIERO-. Una vez una payada escuché con devoción, cuando, al tocar su canción, el payador me hizo un guiño: era entonces solo un niño y él era el famoso Antón. Llegan ya los payadores. EL MANCO (señalando a uno)-. Ese es Manuel el Pampero, que ayer de su tierra vino. EL VIEJO-. Al otro dicen Silvino, y canta con más esmero. EL ARRIERO-. Pues yo al primero prefiero por su voz y su guitarra. EL VIEJO-. El otro mejor amarra el verso en rima constante, y es la rima consonante la de Silvino Cimarra. ESTAMPA SEGUNDA: Dentro de la cantina. Todos se han acomodado en torno a los payadores, salvo dos borrachos que casi dormitan en el fondo de la sala. Los payadores toman alientos. PAYADOR 1-. Hablan los vientos callados cuando recorren, con calma, ese paisaje del alma que los mira alborotados. Y los versos, derramados, siempre escapan por los ojos, entre lágrimas y antojos de los ánimos heridos de los gauchos encendidos hasta en sus mismos despojos. Dicen del viento que es cierto que, furibundo, se lanza, si a los ingenios alcanza, al recorrer el desierto. Yo, con ingenio despierto, comparezco en este lance, para dar al viento alcance, si que lo alcance precisa, que, sutil como la brisa, sé salir de cualquier trance. Y, con mi ingenio valiente, os digo a vos, compañero, que no es el cantar ligero entre toda nuestra gente. Conviene bien ser prudente y valerse de consejo, pues ya del sol el reflejo se ve perderse en un monte y, de horizonte a horizonte, del crepúsculo es reflejo. La noche llega calmada tras las horas de trabajo, y, pues la guitarra trajo, cantar quiero una payada. Así pues, la noche entrada, mayor ingenio despunta, y aquí va pues la pregunta, por si podés responderla, que sé que habrás de saberla, según mi mente barrunta. Por el dolor lastimero que a tanta madre le daña por el hijo de la entraña, compadre, preguntar quiero. Y ya su respuesta espero y quiero bien que me diga por qué ese dolor obliga y es el dolor más hiriente el de la madre doliente por esos hijos que abriga. PAYADOR 2-. Pues de la entraña venidos, los hijos son misma entraña, lo que al uno a la otra daña, hasta después de nacidos. Y es que después de paridos, no es posible caso alguno que alguien diga inoportuno donde admirar separados hijo y madre, pues, juntados, son en espíritu el uno. De esta manera le digo, que la madre más amante es un alma delirante si ve al hijo sin abrigo. Y en el canto me fatigo con insistir en la idea, que nunca hay madre que vea triste al hijo con su duelo y no le venga recelo de cualquier dolor que sea. Los instintos naturales a madres con hijos ligan y a quererlos las obligan, y a sufrir todos sus males. Lo mismo en los animales lo podés vos contemplar, que al hijo dan de mamar y le dan el alimento, aunque buscarle el sustento la vida pueda costar. Sabé que payando vivo, estimado compañero, y que en todo soy sincero, y nunca me muestro esquivo. Pues este bien que recibo en el arte de cantar me permite disputar hasta con el más plantado, y, pues vos has preguntado, ahora os toca contestar. La pregunta, señor mío, de esta manera la haré, de modo que respondé templado, pues ya hace frío. ¿De dónde saca su brío por defender la criatura, toda madre que se apura, ya animal o ya persona, que su vida no perdona y toda su fuerza apura? PAYADOR 1-. Del alma, si no del pecho, con encono y emoción acaso del corazón, de sufrimiento desecho. Renunciando a su provecho, a todo bien y a la vida, del dolor que arde en la herida, por ser dolor compartido, el del muchacho vencido y el de la madre rendida. 2011 © José Ramón Muñiz Álvarez CANTOS Y PAYADAS Todos los derechos reservados. José Ramón Muñiz Álvarez (Breve reseña) José Ramón Muñiz Álvarez nació en la villa de Gijón y sigue residiendo en Candás (concejo de Carreño). Su infancia transcurre de manera idílica en dicho puerto, donde pasa su juventud hasta el término de sus estudios. Licenciado en Filología Hispanica y especialista en asturiano, vive a caballo entre Asturias y Castilla León, comunidad en la que es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Su afán por las letras y las artes lo ha llevado al cultivo de la poesía. Es autor de varios libros, de los cuales ya ha dado a conocer "Las campanas de la muerte", aunque en una tirada modesta. | |
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