Amanecer en los Picos Soneto III Un rizo hizo en el aire, una cabriola que dibujó elegante aquel overo donde la luz del alba el mundo entero alegre descubrió, si estaba sola. El mar la saludó, y, ola con ola, pintó por fin la vela del velero, brillando y encendiendo su sendero, destello que se vuelve caracola. El carro de la aurora, clara estrella, miraron en la altura el arroyuelo, el bosque y las lagunas silenciosas. Sus llamas, miró alegre el viejo Sella, y brillos despertó feliz el cielo que quiso nuevas flores olorosas. 2011 © José Ramón Muñiz Álvarez "El beso del granizo de las cumbres" Primera parte: “Las nieves y el granizo en lo lejano” TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS |