Web: //jrma1987.blogspot.com Soneto XXI Rindió el bastión sus torres y su muro, Sus piedras y su fuerza, y, generoso, El cielo se hizo claro y espacioso, Soltando sus corceles sin apuro. La sombra desmintió su velo oscuro Dejando que bullera, luminoso, Un sol febril, acaso temeroso Del hielo de la noche, el aire puro. El mar halló el pincel que, con el día, Manchaba con sus fuegos el paisaje, Llenándolos de luz y de belleza. Cansada de esperar, tu voz dormía, El alma presta, lista para el viaje, Helado el pecho, viva la tristeza. 2005 © José Ramón Muñiz Álvarez “Las campanas de la muerte” Primera parte: "Los arqueros del alba" Todos los derechos reservados por el autor. |