Candás - Asturias

Al contrario de esos pueblos que viven a espaldas de la mar, genúflexos ante el turismo baratero de sol y playa, Candás se abre a la inmensidad etérea que gravita sobre la arbolada mar Cantábrica.

Las calles de Candás bullen de familias que acuden, desde todos los confines de Asturias, para pasear en los soleados días vernales, para gozar de la tibia mañana de asueto repanchigados alrededor de la botella de sidra en las terrazas que dan al puerto. Candás son parejas achuchándose de la que caminan hasta la punta del muro para robarse otro beso y vecinos en la calle contándose novedades. Candás son lanchas entrando en puerto y gaviotas sobrevolando la cubierta.

Candás huele a ocle y a salmoria, a plancton y arena de playa. Candás huele a gasoil y a redes de pesca, a tapas ahumando en los chigres y a sidra escanciada. Candás huele a personas mudadas de domingo, a colonia de bebe emanando del carricoche, a jabón de olor y a fiesta mañanera. Candás huele a voladores y a la procesión del Cristo, a marañuelas, a sardinas a la plancha y a bonito. Candás huele al Carreño y al Alsa, a paisanos soñolientos que van al relevo y a marineros al alba. A pleamar y a esperanza. CANDÁS HUELE A ASTURIAS