Boquerizu - Asturias

Durante año y medio tuve la intención de pasar una buena temporada con mi padre, de .. años. Quería disfrutar con él unas vacaciones de verano en su casa en el campo ; ahí, mis hijos conocerían los ritmos del campo que habían moldeado mi infancia. Pensaba regalarle en navidad un libro de memorias familiares recopiladas por mí. También tenía la intención de regalarle una copia de mi primer caso, que les dedicaría a él y a mi difunta madre “con gratitud y respeto eternos”.
En realidad , lo único que hice fue visitarle dos veces , de prisa. Una y otra vez pospuse mis planes. Luego, en el Mes de ….. de 199. , sonó el teléfono, mi padre había sufrido una apoplejía. Murió ocho días después.
El recuerdo más grato que guardo de mi padre es el tiempo que nos dedicó. En nuestra casa de campo, nos subíamos al carro o hacíamos las faenas hombro con hombro. Compartíamos innumerables noches viendo la televisión o simplemente conversando en la cocina. Siempre que corría a mi habitación llorando por alguna desventura infantil, mi padre me consolaba. Esa bondad suya me enseñó el poder de la presencia paterna.
A medida que mi hermana y yo aprendíamos a hacer frente a las responsabilidades de la edad adulta, mi padre aplaudía todos nuestros esfuerzos. “Vivid la vida plenamente”, solía decirnos. “Estáis creando recuerdos”.
Después de la lección que aprendí con la muerte de mi padre, he decidido vivir con menos prisa. De vez en cuando, siempre que tengo un momento de paz y disfruto con el recuerdo de alguna ocurrencia simpática de uno de mis hijos, con la fragancia de un bosque húmedo o con la belleza de un campo de maíz que se mece al viento, me saltan a la cabeza las palabras que hubiera deseado decirle a mi padre: “Ya estoy listo, papá. Estoy listo para pasar una buena temporada contigo”. Por supuesto, nadie me responde.

Una lección de humildad que aprendí, es que a veces uno viola los principios sobre lo que escribe, incluso mientras escribe.