ANTOLOGÍA POÉTICA DEL MAR; AUTOR :TOMÁS MORALES TOMAS MORALES POEMAS DEL MAR 1 Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico, con sus faroles rojos en la noche calina, - y el disco de la luna bajo el azul romántico rielando en la movible serenidad marina... Silencio de los muelles en la paz bochornosa, lento compás de remos en el confín perdido, y el leve chapoteo del agua verdinosa lamiendo los sillares del malecón dormido; fingen en la penumbra fosfóricos trenzados las mortecinas luces de los barcos anclados, brillando entre las ondas muertas de la bahía... y de pronto, rasgando la calma, sosegado, un cantar marinero, monótono y cansado, vierte en la noche el dejo de su melancolía... II La taberna del muelle tiene mis atracciones, y en esta silenciosa hora crepuscular. Yo amo los juramentos de las conversaciones y el humo de las pipas de los hombres de mar. Es tarde de domingo; esta sencilla gente la fiesta del descanso tradicional celebra; son viejos’ marineros que apuran lentamente, pensativos y graves, sus copas de ginebra. Uno muy viejo cuenta su historia: de grumete hizo su primer viaje el año treinta y siete, en un patache blanco, fletado en Singapoore. y contemplando el humo, relata conmovido un cuento de piratas, de fijo sucedido en las lejanas costas de América del Sur... III Y volvieron de nuevo las febricientes horas, el sol vertió su lumbre sobre la pleamar, y resonó el aullido de las locomotoras y el adiós de los buques dispuestos a zarpar. Jadean chirriantes en el trajín creciente las poderosas grúas... y a renmolque, tardías, las disformes barcazas andan pesadamente con sus hinchados vientres llenos de mercancías; nos saluda a lo lejos el blancor de una vela, las hélices revuelven su luminosa estela... Y entre el sol de la tarde y el humo del carbón la graciosa silueta de un bergantín latino se aleja lentamente por el confín marino, como una nube blanca sobre el azul plafón... ODA AL ATLÁNTICO (Fragmentos) El mar: el gran amigo de mis sueños, el fuerte titán de hombros cerúleos e inenarrable encanto: en esta hora, la hora más noble de mi suerte vuelve a henchir mis pulmones y a enardecer mi [canto. El alma en carne viva, va hacia ti, mar angus- [tioso, ¡Atlántico sonoro! Con ánimo robusto quiere hoy mi voz de nuevo solemnizar tu brío. Sedme, Musas, propicias al logro de mi empeño: ¡Mar azul de mi Patria, mar de ensueño, mar de mi infancia y de mi juventud.., mar Mío! ¡La Nave! Concreción de olímpica sonrisa; vaso maravilloso de tablazón sonora, pájaro de alas blancas para vencer la brisa: amor de las estrellas y orgullo de la aurora... El sol iluminaba las jarcias distendidas; el coro dió sus hombros a las bandas pulidas; y al deslizarse grave por la arena salada —galardón infinito de la empeñada guerra— de aplausos coreada, en inverso prodigio. iba hacia el mar la Tierra... ¡Honor para el que apresta los flotantes maderos, para los calafates, para los carpinteros de ribera, nutridos de las rachas eternas de la playa sonora!... ¡Y para aquel más hábil, que trazó las cuadernas, la caricia de la aura de la fama armadora; las condiciones náuticas del casco celebrado nacen de su acertado promedio entre la manga, el puntal y la eslora! ¡Honor para vosotros y gloria a los primeros que arriesgaron la vida sobre los lomos fieros del salvaje elemento de la mar dilatada: nautas sin otro amparo que la merced del viento y sin más brujularjo para la ruta incierta que la carta marina de la noche estrellada, sobre sus temerarias ambiciones abierta!... ¡ Tripulantes! ¡La llama del entusiasmo prenda vuestras almas bravías! La custodia del barco que os entregan reclama la actividad conjunta de vuestras energías. En vosotros se afianza la utilidad del flete. Todos sois necesarios, todos, desde el grumete recién nacido apenas a la brisa salobre, hasta el contramaestre de pómulos de cobre y cana sotabarba que en el túrgido vientre de las nubes escarba, Los que en la negra noche hacen de centinelas. los que tienen las jarcias para largar las velas, el que en la labor dura del baldeo trajina y los estibadores de carga en la sentina. Los que trepan a lo alto de las largas entenas y los que desentornan las chirriantes cadenas de las anclas combadas... ¡Ámigos, camaradas! ¡Impávidos muchachos ante el acaso ignoto!... ¡ Que vuestra quilla siempre taje un mar en bonanza! Y fiar la esperanza al arte del piloto, - que cual un dios en la• alta plataforma del puente dirige con vóz cruda la sabia maniobra; y al timonel prudente que con mano membruda, imprime al gobernalle seguros derroteros... ¡Recios trabajadores de la mar! ¡Marineros! ¡El Tritón, con su rúbrico caracol, os saluda! Os saluda y alienta por la emprendida senda, soberbios luchadores de estirpe soberana, héroes arrojados en singular contienda sin saber por la noche del día de mañana. Nobles exploradores, argonautas valientes, descúbridores de islas, pasos y continentes... melitos balleneros, prodigio de la casta, que, con cuerpo desnudo, exponéis vuestras vidas al coletazo rudo y blandís los arpones como el guerrero el asta; y a vosotros que fuera de las leyes un día dictasteis leyes propias y os arrogasteis fueros e impusisteis a príncipes y navales guerreros la profesión airada de la piratería... ¡De allá vino la práctica del valiente ejercicio! Las gloriosas columnas del Hércules fenicio dieron la subitánea invasión con que, ebrias de bravura indomable, hollaron impetuosas con viento favorable la onda midacritánea —con tan fastuoso orgullo que a la soberbia enoja— las corsarias galeras de llaradin Rarbarroja, para quien era estrecha la mar mediterránea.. Y a vosotros, ¡osados! que escudriñáis los fondos del piélago inseguro, pescadores de perlas o buzos ponderados; los que hacéis el trabajo más peligroso y duro: cuando exploráis naufragios de indicios fabulosos, entre limosas cuencas y huyentes arenales, o perseguís madréporas de orientes luminosos por entre aurirramosas florestas de corales. No hubo para vosotros inquebrantable obstáculo: ni la feroz mandíbula, ni el constrictor tentáculo a detener bastaron el ímpetu genuino; mientras se desplegaba, magnífica y despierta, ante el cristal redondo de la escafandra, abierta, la maravilla enorme del mundo submarino... ¡Atlántico infinito, tú que mi canto ordenas! Cada vez que mis pasos me llevan a tu parte, siento que nueva sangre palpita en mis venas y a la vez que mi cuerpo cobra salud mi arte... El alma temblorosa se anega en tu corriente. Con ímpetu ferviente, henchidos los pulmones de tus brisas saladas y a plenitud de boca, un luchador te grita ¡Padre! desde una roca de estas maravillosas Islas Afortunadas... SONETO Esta noche, la lluvia, pertinaz, ha caído desgranando en el muelle su crepitar eterno, y el encharcado puerto se sumergió aterido en la intensa negrura de las noches de invierno. En la playa, confusa, resonga la marea, las olas acrecientan en el turbión su brío, y hasta el medroso faro que lejos parpadea, se acurruca en la niebla tiritando de frío... Noche en que nos asaltan pavorosos presagios y tememos por todos los posibles naufragios, al brillar un relámpago tras la extensión sombría, y en que, al través del viento, clamoroso resuena, ahogada por la bruma, la voz de una sirena, como un desesperado lamento de agonía |