"Coses míes" Vivimos tiempos canónicos. O, lo que es lo mismo, una época en la que la gente, para todo tipo de valores, se fía de un canon establecido. Eso cabe para todo: quiénes son los más pudientes en los ámbitos de la economía, cuáles son los grupos de rock de moda, o, por ejemplo, qué grupo de personas constituyen el Top Ten de la literatura de nuestros días. Si en las distancias largas el canonizador o canonista por antonomasia es Harold Bloom, la revista que suele marcar las distancias cortas es Granta, que se da el lujo de poseer entre sus colaboradores habituales a Paul Auster, a Gabriel García Márquez, a Mario Vargas Llosa o a Salman Rushdie.Granta nos orienta de verdad. Es decir. Tienen ojo clínico, lo sabemos a ciencia cierta, y nos gusta que nos recomienden cosas. Así fue como descubrimos, en tiempos, a un Ian McEwan, mucho antes de ser traducido, admirado y venerado por ende hasta extremos cuasi hagiográficos. En aquellos remotos años, el excelente narrador venía acompañado, en la lista, de Martin Amis, Julian Barnes y del imprescindible Kazuo Ishiguro, de quien leímos, muy tempranamente, la dura y magistral Pálida luz en las colinas.La segunda entrega de la lista de Granta nos dio a conocer a otro autor la mar de interesante, Hanif Kureishi. Y así, andando el tiempo, los tan británicos nos informaron de que, entre otras muchas cosas, había una nueva generación brillantísima de escritores muy jóvenes que estaban cambiando las cosas radicalmente. Y ¿quién era la primera de esa lista? Pues una simpática muchacha galesa que iba muy en serio a la hora de romper moldes. Era franca, muy próxima, contaba historias limítrofes ambientadas en tiempos catastróficos. Para colmo, sus personajes eran gays o lesbianas preferentemente. Lo cual, sin ser una novedad (vaya: que desde la señorial Safo, en el siglo VII antes de Cristo, en plena Era Arcaica Griega, deberíamos estar más que acostumbrados), sigue siendo, extrañamente, una verdadera molestia para algunos. Pero lo fundamental era que sus bien artesonadas historias llegaban directamente al alma sin escalas intermedias. Sarah Waters (pues de ella estamos hablando)con Ronda nocturna. La niña nació a pocos kilómetros , Port Talbot (de donde es Catherine Zeta Jones, o el malvado Anthony Hopkins, o el beodo señor Richard Burton, o The Voice Tom Jones...). Gracias, querida Sarah... D. Manuel Outumuro está siendo homenajeado estos días en Barcelona, sobre todo por lo que se refiere a su trabajo como fotógrafo de moda. En este sentido, permanece abierta la exposición Looks, que celebra sus veinte años ininterrumpidos en el sector. Es, quizás, lo que le ha dado más fama. Pero no conviene olvidar su labor, como dibujante en la época de la revista Por Favor (solía hacer las contraportadas), y, sobre todo, su faceta como diseñador de joyas para la casa Tiffany’s. Fue Esla Peretti, jefa de proyectos de la casa, ex bunny –conejita Playboy; de esa guisa posaba para Helmut Newton en un balcón de Manhattan, en una de las piezas más conocidas del rey del glamur– y coleccionista de toreros, quien lo introdujo en New York, tras conocerlo en una fiesta en el pueblo de Girona que ha comprado entero, Sant Martí Vell. Por allí pasaron Dalí y Gala, Lou Reed, Mick Jagger o Andy Warhol. Nos sumamos al homenaje a D. Manuel...
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