Boquerizu - Asturias

«Mire el punto de luz, dijo el óptico.
Miré el punto de luz y vi mi pasado. Curioso, ¿no?

Uno va a graduarse la vista y se topa de pronto con un agujero que le transporta al fondo de su memoria. No parpadee, dijo el óptico, y el punto de luz me atravesó el ojo y encendió (¿incendió?) la parte de mi cerebro destinada a guardar lo que fui, o lo que quise ser, que a la postre es lo mismo si te exiges sinceridad a ti mismo.

Me encontré, de pronto, encerrado en la habitación del hospital cogiendo la mano de mi padre. Un recuerdo mentiroso porque nunca cogí su mano, ni siquiera cuando estaba muriendo. Pero siempre deseé hacerlo, siempre me arrepentí por no haberlo hecho y siempre me avergonzaré de esa ausencia. Él me miraba a los ojos en un súbito arrebato de lucidez tras semanas hundido en su propio abismo y, después de apretarme la mano a modo de salvoconducto para atravesar mis líneas defensivas, me dijo: por mal que te trate la vida no tienes derecho a tratar mal a la gente.

Puede retirarse, dijo el óptico, y yo retiré la mano para abandonar la habitación con la frase de mi padre prendida de mis remordimientos. Siempre me ha sorprendido mi tendencia a convertir en parte de mí lo que quise vivir y no pude. Aquella frase de mi padre la había escuchado mi madre, y ella me la había contado y yo había terminado envidiándola y usurpando su lugar en el pasado. Después de todo, ella no siguió el consejo de su marido y su final fue especialmente angustioso para mis dos hermanas, yo me libré porque estaba destinado a Londres. Pero ahora que todo me va mal, empezando por la salud y acabando por el trabajo, y con la vida familiar hecha trizas, ese punto de luz que inunda mi ojo izquierdo perfora mi mente y busca mi punto de oscuridad más vulnerable. ¿Me servirá para cambiar mi actitud hacia los demás? Lo dudo. Ni siquiera los mensajes que nos envían desde los umbrales del más allá pueden cambiar nuestro carácter. Mis adversidades seguirán alimentando mi agresividad, mi desdén hacia quienes me rodean, mi indiferencia a los derechos ajenos. No me enorgullezco de ser así pero ya no pierdo el tiempo lamentándolo. Prefiero que me odien por lo que soy a que me amen por lo que finjo ser».



TINO PERTIERRA

La Nueva España 1-12-2008