Boquerizu - Asturias

«Dejémoslo claro cuanto antes: odio el rock, no me gusta el flamenco, detesto el reggae y el bakalao me pone enfermo.
Conclusión: ¿qué hago saliendo con alguien como Erica, seguidora incansable de esas músicas? Además, a ella le va la Fanta y a mí el Kas. ¿No es una diferencia de criterio suficiente para marcar distancias antes de que sea demasiado tarde?
Sí, lo es, pero Erica pertenece a lo que llamo Hadas en la noche, es decir, mujeres que por el día son invisibles y cuando se retira la luz y llegan las tinieblas se transforman en criaturas de fulgor errante y persuasivo. No sé qué sucede con ella al amanecer, aún no hemos llegado a esa frontera, pero sospecho que entonces desaparece su encanto y el conjuro se convierte en maldición.

Tal vez eso ocurra hoy, cuando muera esta noche. Toca un grupo de heavy llamado "Tara" y ella tiene dos entradas. Nos vamos de concierto, me anunció con un mensaje al móvil. No discutí: sé que es una demostración de fuerza por su parte y una regla no escrita del buen defensor es aparentar más debilidad de la que realmente tiene. Así que aquí estoy, esperando y desesperando mientras entran los últimos especímenes de una fauna que mira mi vestimenta con ojos hostiles. Supongo que debería haber sido más inteligente y optar por algo menos cantoso que un polo de Ralph Lauren y unos chinos de Caramelo entre tanta chupa de cuero y tanto vaquero roto, pero mi cuota provocadora se levantó guerrera.
Los dos seguratas que vigilan la entrada también me miran con desconfianza. Lo que hay que hacer por añadir un cupón a mi cartilla de sexo abrupto.

Saco el móvil y a mitad del número aparece Erica por detrás para abrazarme y morderme una oreja. Me lié en el gimnasio, dice, y es cierto que su pelo huele a champú y aún está mojado, pero puede ser agua de vestuario o agua de amante. No me fío de ella pero ella empieza a sentirse segura con mis renuncias. Me cree atrapado. No tengo ganas de ir al concierto, dice ella, melosa, ¿nos vamos a tu casa?

Subimos a un taxi. La conductora borda un pañuelo. Le doy mi dirección y Erica se derrite en el asiento. Me ha salido un grano, gime. ¿Dónde?, pregunto, porque la cara la tiene limpia. Y ella sonríe. Ya lo verás, susurra».



TINO PERTIERRA
La Nueva España 26-11-2008