Boquerizu - Asturias

«¿Preparada? ¿Lista? Ya:

Odio a mi mejor amiga. Dicho queda.

Creí que nunca me atrevería a confesarlo pero hoy me siento tan mal en líneas generales que puedo ser sincera en las particulares. Ella es más falsa que un billete de monopoly pero eso no es lo que más me irrita. Después de todo, nadie es inocente en cuanto a engañar con las apariencias se refiere. Rocío parece tan encantadora. Tan, tan cielo. Tan, tan generosa. Tan, tan. Tambores de guarra. Eso es lo que es.

Aún recuerdo mi último cumpleaños, cuando se presentó en la cena con el mismo vestido que yo, aunque con dos tallas menos. Lo habíamos comprado juntas y di por hecho que no cometería la fechoría de hacerme la competencia en un día tan especial: mis 25 años. Pero lo hizo. Y ni se inmutó cuando la taladré con la mirada.

Siempre me ha tenido envidia. Desde el colegio. Ella ha sido siempre la princesa, la guapa del curso, la chica por la que beben los vientos todos los cretinos del aula, la niña mimada que sólo necesita una caída de pestañas para llevar al cielo a un hombre en celo. Pero eso es todo fachada. En el fondo se siente insegura y tras su imagen de persona con buena estrella que coleccionaba todos los discos de las "Spice girls" se esconde un ser acomplejado, que cambiaría toda su belleza por la mitad de mi inteligencia. Su vida le aburre, desprecia a los chicos que babean por ella y se hunde por nimiedades que a mí no me afectan. Una espinilla puede destrozarle el día, una estría es un drama, la regla hace de ella un manojo de nervios y cuando la báscula le dice que estos 200 gramos de más son para ti, se pone a adelgazar como si le fuera la vida en ello.
Y entonces me llama y me llora sus penas sin disimulos. Conmigo se permite el lujo de ser como es, sin camuflajes. Y yo trago, llevo tragando desde que éramos niñas y ella era frágil y diminuta y yo la protegía de los matones porque podía tumbarlos de un puñetazo sin despeinarme. Supongo que soy responsable en parte de que ella sea como es, por no haberle cantado las cuarenta a su debido tiempo. Ahora es tarde, y sospecho que he llegado a odiarla tanto que ya no puedo vivir sin ella».



TINO PERTIERRA

La nueva España 12-11-2008