Pereza <<Qué pereza me da la gente que se levanta de la cama gruñendo, se pasa todo el día protestando y se acuesta rezongando. Cómo me aburren los que creen que saben de todo y tienen una opinión deformada sobre cualquier asunto que pueda surgir en la conversación, o más bien en el monólogo que aspiran protagonizar con espíritu de monopolio. Qué latazo aguantar a los que antes de recibir un encargo ya están buscando excusas para no hacerlo, sean verdaderas o falsas como los billetes del Monopoly. Cómo me fastidian los que están preparados en todo momento para criticar al prójimo pero sacan las uñas y el espolón, si se tercia, cuando alguien les cuestiona algo o no acata sus sentencias con admiración y sumisión. Qué rabia me dan los fundamentalistas que cortarían la cabeza si pudieran a quienes no comparten sus gustos en cine, literatura, música o televisión, sin pararse a pensar, ni un sólo segundo, que tal vez la verdad no esté de su parte, más que nada porque la verdad no elige bando y mucho menos cuando se trata de gustos, de subjetividad, de parcialidad pura y dura. Cómo me sobran los que camuflan los propios errores salpicando de mezquindad sus alrededores para pasar inadvertidos. Qué muermo compartir mesa con gente maleducada que habla de política sin preocuparse de que al lado pueda haber alguien que no comparta sus ideas, y que calla para no estropear la velada. Cómo me irritan los que dedican la mayor parte de su tiempo libre a esclavizarse con cosas que no les gustan, pero que convienen a su imagen social. Qué asco me dan los padres que enseñan con su ejemplo a sus hijos a ser vanidosos, prepotentes, chulos, mal educados y egoistas. Cómo me indignan los chaqueteros que un día tuvieron unas ideas y a los que los intereses creados les impuso otras con las que hacer fortuna. Qué agobio sufrir a tanto frustrado que prefiere contagiar a los demás su frustración antes que intentar curarse. Y cómo me desagrada lo que estoy escribiendo en mi blog que lleva diez visitas en seis meses, porque sé que al hacerlo no hago más que ponerme un espejo delante con la esperanza de no reconocerme y la certeza de que no me permitirá esa evasión. TINO PERTIERRA La Nueva España 22-10-2008
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