Boquerizu - Asturias

"....... odiar a alguien significa tener un intruso en tu cabeza ocupando un sitio que no merece y que necesitas. Con lo fácil que es mirar hacia otro lado y dejar que pasen de largo las energías hostiles.

La teoría es sencilla, pero llevarla a la práctica es casi imposible. Al fín y al cabo, somos nosotros los que asumimos nuestro papel de faquires empeñados en tumbarnos sobre camas de clavos sin que nadie nos obligue.

Empeñados en convertir en necesidades nuestros deseos, nos dejamos llevar por la inercia de reclutar enemigos donde sea para no admitir que el peor contrincante vive dentro de nosotros.

Soñamos sin hacer, y eso nos hace vulnerables a la desconfianza.
Si dedicáramos el mismo tiempo a crear que a temer, es muy probable que nuestros fracasos acabaran siendo más nobles que los triunfos. Después de todo, el éxito atonta y enmascara, sólo los obstáculos te muestran cómo eres realmente.
¿Y quién se atreve a saberlo?
Yo sostengo que sólo quien aguanta el miedo y la incertidumbre sin perder la esperanza es capaz de pasar por esta vida sin ahogarse en sus propias lágrimas.
De ahí que me considere un perfecto ejemplo de fracaso ambulante, aunque eso no me encadene a la amargura como ocurre en tantos casos.
Ni siquiera se me dan bien las venganzas, algo tan visceral que debería resultar sencillo ejecutar sin preocuparse por la técnica.

Algo bueno:
la enfermedad se cura antes si aplicas el vendaje de la indiferencia.

Si alguien te hiere, aguardar el momento del contraataque impide que la herida se cierre.
Admito que mi postura ante la vida tiene mucho de escéptica, quizá también sea algo cobarde, aunque prefiero pensar que soy un prodigio de prudencia.
Sé que el mejor camino para ser infeliz consiste en buscar la senda de la felicidad, y eso me conduce a un estado de cierta estabilidad, que no debería confundirse con firmeza o fortaleza, porque carezco de semejantes cualidades para afrontar las adversidades.

Todo lo dicho tiene un fín: convencerme de que hago bien al no responder a los ataques de ....
Convencerme de que no debo culpabilizarme por haberme dejado arrollar por él sin prestar batalla. Convencerme de que mi derrota, por llamar de alguna forma a mi huída, no se debe a sus méritos, sino a mis escasas habilidades para la guerra.

Le dejo sólo con su conquista: algún día ...... será consciente de que ha elegido la peor opción, y entonces será tarde para arrepentirse porque yo estaré lejos, muy lejos de su calvario. Curado de las heridas y escondido bajo varias capas de resignación, la mejor aliada contra la impotencia."


Tino Pertierra
La Nueva España 30 septiembre 2008

Puestos a filosofar, más bien parece una apología de la resignación, ese sentimiento o comportamiento que la moral católica eleva a virtud; otro gallo cantaría si se encontrara ante una situación realmente incómoda. La dignidad es inherente a la persona e irrenunciable.
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Se encuentran dos abogados en la entrada de un fastuoso hotel y se dan cuenta de que cada uno está con la mujer del otro.

Pasada la incomodidad inicial, uno le dice al otro en tono algo solemne y con cuidada dignidad:
Estimado colega, vista la situación, creo que lo correcto y justo sería que mi mujer viniera conmigo a mi coche y que su mujer se fuera con usted al suyo.

A lo que el otro le respondió con igual solemnidad:
Coincido en líneas generales con su planteamiento, querido colega. Quizás eso sería lo correcto, pero no estoy seguro que sea lo justo: ¡porque ustedes están saliendo del hotel y nosotros estamos entrando!

Anoche estaba tomando unas botellas de sidra con un amigo al que recientemente dejó su novia y me dijo: "voy un momento al coche para enseñarte un recorte del periódico de anteayer". Mientras se alejaba tuve la intuición que se trataba del de Tino Pertierra y ¡así fue!.
Recordé de inmediato un poema que leí hace tiempo, aquí lo teméis:


Aborrezco aquel momento en que se me escapó la mirada
presurosa para deleitarse en ti,
y aquel instante en que tu boca
se le ocurrió posar en mi boca.
Odio recordar esos ojos de mar que me pintaron sueños azules
que hoy se decoloran,
esa larga maraña de oro que me envolvieron los sentidos
hasta aprisionarme.
Y esa pelusa en tu barbilla como la odio.

Odio aquellas manos que me tocaron hasta el alma
se lamenta mil veces al día, se está resquebrajando.
Odio tu sudor impregnado cual perfume natural en mi piel,
cada gota fue absorbida por mis vacuos poros,
hoy ya no transpiro, se han coagulado.
Odio la sonrisa sin par que me quedó en la frente
y que decir de las caricias en mi pelo
y de las miradas de cielo,
Te odio, porque las estas dejando perder.

Cuanto odio siento en las sabanas verdes
que cubrieron nuestros orgasmos,
y la perfección carnal que hoy lastima mi entraña
sólo por su ausencia,
y de tu lengua en mi garganta,
nada mas queda
la aceda sensación que me atraganta.
Como odio tus dedos que recorrieron
este pálido y delgado cuerpo
que tanto te exaspera,
ya no sólo es pálido
también inerte,
y ha quedado tatuada cada huella
Te odio, porque eso me quema.

Como no odiar esa boca espesa
que se sació en cada parte de mí
y que descendió hasta la luna de mi ser
me empapó con su divina saliva
hasta descubrir el misterio de mujer.
Y esa nariz puntiaguda
de perfil perfecto
parece que cortara cada hebra
azul descolorida de los sueños
Te odio, porque los has dejado de oler.

Odio esa risa esquiva
que alborota mis sentidos
y esos ideales, ( iguales que los míos)
con temperamento marcial.
Odio tu aliento. Apesta en los recuerdos
Odio tu entraña, que aún siento
Odio tu paso al caminar,
estas corriendo.
Odio no volverte a ver.

Repugno cada palabra pronunciada
con sabor a olvido
que pudrieron a las que sabían a miel
Desprecio cada canción oscura
que hiciste recorrer por mis venas.
Maldigo cada muro testigo
de actos y palabras,
maldigo los recuerdos
maldigo cada instante,
cada cielo.
Te maldigo
con mil bendiciones
y maldigo tantas cosas
que aquí no he de exponer.

Fuiste miel que sabe a hiel
Eres hiel que supo a miel

Te odio.
Odio cada parte de tus fibras
y tu entraña
odio tu olvido y tu ser.
Heriste mortalmente a la Luna
y desafiaste su poder.
Te odio miserable Lobo
que aullaste por tanto tiempo a la Luna
corre, piérdete en tu maldito bosque
yo me perderé en otro cielo.

TE ODIO
Con todas las letras mayúsculas
porque me dueles hasta en la sombra
Te odio profundo
Te odio con miedo
Te odio incesante
Te odio hasta el extremo
donde comienza el amarte.
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Me ratifico en que del amor hay odio hay un paso.