18-06-11 10:14 | #8186047 -> 8185689 |
Por:Nany76 ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: El trabajo,la mochila,y el curriculun ES dura esta reflexión, pero ciertamente es lo que pasa en nuestra querida España. | |
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29-06-11 21:29 | #8263828 -> 8186047 |
Por:fines5000 ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: El trabajo,la mochila,y el curriculun HOLA Para los buenos profesores/as y educadores/as, hoy queria dedicar unas líneas a aquellos profesores/as y educadores/as con vocación para ello, entregados, dedicados a su labor con esmero y cariño. Aquellos que son capaces de alentar a los alumnos-as, de apoyarlos en sus ratos bajos pero con mano firme, enseñando no solo la lección de un monton de libros que al final poco queda en la mente, sino enseñando valores humanos diarios, ejemplos, cercania. Aquellos que no cogen ojeriza a los alumnos porque tienen un mal día o tienen problemas familiares o personales o porque se sienten superiores en el escalafón del poder. Los que con respeto se ganan el respeto y cariño de sus alumnos. Los que saben respetar la diversidad humana y ver más allá de las apariencias. Los que no te sonrien por delante y se hacen los graciosos y chistosos y después cuando tienes un sobresaliente te ponen un bien. Los justos en sus apreciaciones respecto a sus alumnos. Los que guian y estimulan a sus alumnos para que vayan alcanzando sus objetivos. ....... Gracias a estas personas tan maravillosas SALUDOS Y VIVA FINES | |
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18-07-11 23:16 | #8390414 -> 8263828 |
Por:fines5000 ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: El trabajo,la mochila,y el curriculun hola VENTAJAS DE SER UN INCOMPETENTE EN EL TRABAJO.QUE HAY MUCHISIMOS para triunfar en la vida hay dos caminos. El primero es ser un genio. Pero eso es muy difícil, hay que trabajar mucho, ir por delante de tu tiempo y,encima, la mayoría de las veces no te lo reconocen hasta después de muerto. El otro camino es ser un incompetente, que es mucho más fácil y, además, te lo reconocen en vida. Por eso yo estoy pensando en convertirme en un incompetente, porque todo son ventajas. Para empezar, tienes muchos más modelos en los que fijarte. ¿Quién no conoce a un incompetente?. Ya de pequeños, cuando se te rompía el tren, le decías a tu madre: - Mamá, te lo pido por favor, que no me lo arregle papá. ¿Sí o no?. Otra ventaja de ser incompetente es que haces feliz a la mujer que más te quiere, tu madre. Tu madre siempre ha querido que hagas una oposición a funcionario, que es para toda la vida. ¿Y una madre va a querer algo malo para su hijo?. ¡NOOOO! ¡Pues ya está! ¡Incompetente para toda la vida!. Además, los que son competentes nunca llegan a nada. Vamos a ver, ¿cuántos jefes conocéis que sean competentes? ¿Y cuántos políticos?. En cambio,¡incompetentes hay un huevo!. Y es que ésa es otra cosa buena de los incompetentes, que son muy solidarios; cuando uno llega a jefe, inmediatamente monta a su alrededor una ONG: incompetente, tu jefe te reconoce como uno de los suyos. No sé, un día, por ejemplo, te ve chupando los sellos por la parte de delante y te dice: - Trujillo, cómo me recuerda usted a mí mismo hace unos años. Tiene un carrerón por delante, siga así, que el día menos pensado le hago subdirector. Ser incompetente es mucho más cómodo. Los competentes se pasan la vida estudiando. Haciendo masters, cursillos, reciclándose... En cambio, para ser incompetente sólo tienes que aprenderte cuatro frasecillas. Primera: - Huy, ¿esto para hoy? ¡imposible! Segunda: - Qué más quisiera yo. Tercera: - Para lo que me pagan, ya está bien. Y su frase preferida: - Chato, sólo tengo dos manos. Otra ventaja del incompetente reside en que su abuela es inmortal. La pobre mujer aguanta lo que le echen, porque el incompetente, para escaquearse del trabajo, cada dos por tres la está operando de la vesícula. Él sólo tendrá dos manos, pero su abuela debe de tener como doscientas vesículas, por lo menos... En cambio, el competente tiene tanto amor al trabajo que si ve que la abuela está pachuchilla, así, así... la remata el domingo para poder ir a trabajar el lunes. O aprovecha un puente... para despeñarla. La ventaja del incompetente es que con el mínimo esfuerzo consigue el máximo rendimiento, porque es un gran publicista de sí mismo. Todo el mundo se entera de cualquier cosa que hace, por pequeña que sea: - Bueno, pues voy a hacer estas fotocopias, que si no las hago yo no las hace nadie. Y al rato: - Ya he hecho las fotocopias, ¡me han quedado cojonudas!. En cambio, del trabajo del competente sólo se habla el día que la caga. - Martínez, ostras, qué cagada... Bien está que se quede hasta las cinco de la mañana haciendo el Balance, pero se ha equivocado en dos décimas, se está jugando el puesto, mire Trujillo, ése sí que no se equivoca nunca. Y es que los incompetentes tienen más tiempo libre. Si hay un marrón en la oficina, el jefe le pide a todos que se esfuercen para solucionarlo, menos al incompetente. ¿Pa qué?. - Usted no hace falta que se quede, Trujillo, que tendrá cosas más importantes que hacer. ¡Menudo carrerón lleva!. El incompetente tiene todas las puertas abiertas, porque incompetentes hay en todas las profesiones. Ahí está el Tribunal Supremo, que debe de estar lleno, porque cada dos por tres sale el en periódico: “Supremo se declara incompetente”. Si ellos lo dicen... Y lo mejor de todo, siendo incompetente puedes trabajar en una de las empresas más grandes y transparentes del mundo: Telefónica. A los incompetentes de Telefónica se les reconoce enseguida por el tono y la energía que tienen: - Información, buenas tardes, le atiende Marisa. - Por favor, me daría el teléfono de Mercería Merce?. - Como mercería no me sale Merce. - ¿Y como Merce?. - Como Merce no me sale mercería. - Pues... ¿"mercería" tan amable de mirarme Bragas Merce?. - Como no me dé más datos... - Pues hombre, ella las suele llevar rosa. - Así, sí, tome nota... Mercería Rosa. - No, Rosa no, Merce!!. - ¡Pues aclárese, que sólo tengo dos manos y a mi abuela la tienen que operar de la vesícula!. - Vamos a ver, señorita, Mercería Merce, en la calle Infanta Mercedes. - Como Infanta no me sale nada, pero como Mercedes me salen varios concesionarios. Cosas así pasan continuamente, y mira qué bien va Telefónica. En fin, una pena que no haya más incompetentes... Que podría haber más, lo que pasa es que la mayoría no pasan de espermatozoides. En vez de ir al lío, en vez de penetrar donde tienen que penetrar, se entretienen haciendo el capullo por las trompas de Falopio. saludos y viva fines | |
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20-07-11 18:59 | #8401644 -> 8390414 |
Por:fines5000 ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: El trabajo,la mochila,y el curriculun hola La emancipación de los jóvenes. Gran parte de la población se muestra altamente preocupada. En ciertos países europeos, como Italia, España, Portugal, Grecia, etc., los jóvenes no sentimos ningún deseo de emanciparnos de la tutela de nuestros padres. Tres de cada cuatro aún permanecemos en el hogar familiar a una edad cercana a los treinta años, e incluso algunos la sobrepasamos con creces. Nos ha atacado el síndrome de Peter Pan y no parecemos dispuestos a abandonar el nido. Se dice que somos inmaduros, parásitos, irresponsables y acomodaticios, y que evitamos adquirir las cargas y obligaciones que conllevaría la creación de un hogar y una familia. Indudablemente, tienen razón quienes afirman que no es un problema que se deba tomar a broma ni despacharlo con un análisis simplista y superficial. Según el Injuve (Instituto de la Juventud español), la mayor parte de los jóvenes españoles (51%) entre los 18 y los 34 años viven en el domicilio familiar; un 42 % afirman hacerlo en su propia casa (comprada o alquilada), y un 5% viven compartiendo piso con amigos o compañeros. En efecto, en la época de nuestros abuelos, era frecuente que bajo un mismo techo conviviera la pareja con sus hijos –en muchos casos una prole numerosa– que tenía que compartir el espacio, además, con sus progenitores, a quienes cuidaba la mujer, que ejercía de ama de casa. En la actualidad, la familia está formada por la pareja, en la que ambos cónyuges trabajan para poder asegurarse el sustento, y uno o dos hijos, aunque cada día sean más los hogares de divorciados en los que convive uno de ellos con la descendencia. Los jóvenes disponemos ahora de un mayor espacio propio, lleno de comodidades, en el que podemos aislarnos y encontrar una relativa independencia dentro de la casa, sin tener que contribuir económicamente a los gastos, y sin ningún tipo de responsabilidad, lo que facilitaría la prolongación de nuestra permanencia en ella. Debiéramos estar agradecidos a la sociedad y a los gobiernos por la posibilidad que nos brindan de acceder a unos estudios que salvaguardan nuestra juventud de la explotación temprana laboral, proporcionándonos una formación personal, física e intelectual. Sin embargo, el fracaso escolar o el abandono de los estudios universitarios de muchos de nosotros parecen muestra suficiente de nuestro inexplicable rechazo y desinterés por lo que se pone a nuestro alcance. Se nos critica que hayamos cambiado la cultura del esfuerzo y del trabajo por la del ocio. Se nos acusa con frecuencia de darnos a la bebida, al sexo (las relaciones sexuales –dicen– son cada vez más prematuras) y a la droga; también de nuestra falta de compromiso familiar, político y social. Se nos mira con recelo cuando nos agrupamos o entramos a formar parte de una tribu urbana, que se supone siempre marginal y conflictiva; se temen nuestros excesos y violencia (quema de coches, destrozo de material urbano, etc.), de lo que se hacen eco inmediatamente todos los medios de comunicación. Los jóvenes resultamos insolentes, incómodos, conflictivos y una amenaza peligrosa. Ciertamente valoramos mucho más a los amigos y el tiempo libre que lo que se nos ofrece en los centros docentes o en el mundo laboral, al que accedemos en ocasiones solo para conseguir el dinero a fin de seguir divirtiéndonos después. Se tiende, quizá intencionadamente, a ignorar que muchos de nosotros también dedicamos nuestro tiempo y esfuerzo a colaborar desinteresadamente en proyectos y asociaciones de solidaridad y ayuda humanitaria. No, la actitud de los jóvenes no es algo que se pueda tomar a broma. Por tradición y cultura, se exige que formemos un hogar. Para ello hemos de realizar unos estudios cada vez más prolongados, insertarnos en el mundo laboral e independizarnos económicamente. Hemos de tomar decisiones responsables y adquirir compromisos, pero... ¿nos ayuda la sociedad? Se nos obliga a permanecer una jornada laboral completa y muy competitiva en los centros escolares, en muchos casos en contra de nuestra voluntad, y a alargarla con actividades extraescolares. Se nos invita a prolongar nuestra formación académica en centros de formación profesional o estudios universitarios y a completarla posteriormente con estudios de postgrado. Nuestros padres invierten su dinero, y nosotros, nuestro tiempo y esfuerzo para lograrlo. Pero, después comprobamos que, si no estamos titulados se nos discrimina y margina en los mecanismos de selección de trabajo e, igual y paradójicamente, aunque las nuevas generaciones tengamos el doble de títulos que la que está en los centros de poder, su posesión tampoco nos facilita el acceso al mundo laboral. Ciertamente, la falta de empleo y su provisionalidad puede potenciar en nosotros la no implicación en las tareas encomendadas, la frustración y el deseo de evasión. Las ocupaciones que nos vemos obligados a aceptar para no estar desocupados no están en relación con nuestros estudios o formación. Tenemos que aceptar que el futuro no se muestre placentero y que seguramente, a pesar de nuestra formación, no mejoraremos la posición social que lograron nuestros progenitores. Los modelos educativos que recibimos de la sociedad no nos sirven. Lo que aprendemos en los centros escolares no vale para triunfar en la vida, sus títulos son solo salvoconductos para acceder a la universidad. Se nos habla de paz, tolerancia, compañerismo, solidaridad, esfuerzo, pero a nuestro alrededor, en la televisión y en la propia sociedad solo vemos guerra, intolerancia, egoísmo, insolidaridad, materialismo, desaforado consumismo... Nuestro peso en la sociedad actual es cada vez menor, y el poder de nuestros votos no parece ser determinante para que se nos ayude a integrarnos en la sociedad y a entrar en el mundo de los adultos. Se nos acusa de pasotismo político, sin que nadie parezca interesado en conocer verdaderamente lo que pensamos ni precisamos. Se nos trata solo como meros consumidores compulsivos y parásitos. Las crisis económicas se ceban principalmente en quienes tenemos menos de treinta años, más en quienes han fracasado en los estudios, pero tampoco mejora nuestra situación sustancialmente en épocas de bonanza. El empleo que se nos ofrece es precario y de pésima calidad. Ocasionalmente se nos anima a trabajar y a admitir responsabilidades a cambio de un sueldo miserable y, en ocasiones, sin ninguna seguridad laboral. Cáritas alerta en sus últimos informes sobre esta circunstancia. Cada día más jóvenes desempleados –incluso titulados– traspasan el umbral de la pobreza. Al no tener acceso más que a trabajos eventuales se nos excluye de ciertas prestaciones sociales. Pertenecemos a la mal llamada irónicamente en Europa generación de los 1.000 €, cantidad que muchos de nosotros no hemos aún cobrado. La grave dificultad de encontrar empleo, la temporalidad de este, el nivel de precariedad laboral y la incertidumbre son, sin duda, elementos disuasorios para acceder a un piso, bien sea alquilado o propio, e independizarnos. Decidirse a formar una familia es impensable. Según una encuesta hecha por el Injuve en el 2005, más de la mitad de los jóvenes que viven con sus padres desearían poder abandonar el domicilio paterno e independizarse económicamente, pero el 53% aseguraba que le sería muy difícil o prácticamente imposible lograrlo. El dinero que podrían destinar para su pago difícilmente alcanzaría los 400 € al mes, por lo que precisarían la ayuda familiar tanto para la compra como para el alquiler, y más aún las mujeres, en las que el desempleo se ceba con mayor intensidad. Los pocos que disponían de vivienda estaban pagando unos 460 € y la duración de la hipoteca no era inferior a los veinte años. No es verdad que nuestros padres sean complacientes con nosotros y quieran retrasar nuestra emancipación ni que el abandono del hogar familiar sea para nosotros un mal negocio. ¿Qué otra cosa pueden hacer nuestros progenitores sino apoyarnos, resignados, ante tantas dificultades como encontramos y hacerse más tolerantes y permisivos que lo fueron los suyos con ellos? ¿Qué salida nos queda más que la permanencia en el lugar donde ha transcurrido nuestra niñez y adolescencia? La sociedad y el mundo laboral han sufrido cambios tan drásticos que su experiencia no nos sirve por inaplicable. Nuestra dependencia familiar no es más que el producto del balance hecho entre el precio que hemos de pagar por permanecer con ellos y de aquello a lo que hemos de renunciar. ¿Es, por tanto, difícil entender que prefiramos permanecer bajo el techo paterno, instalarnos en el presente y no querer asumir responsabilidades a las que no estamos en condiciones de hacer frente? Ciertamente hay motivos para preocuparse. La sociedad no puede convertir a los jóvenes en víctimas y hacerlos responsables de sus desgracias. Quizá se debiera reflexionar y actuar. No en vano la juventud representa el futuro. saludos y viva fines | |
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21-07-11 14:08 | #8406573 -> 8401644 |
Por:Airganboy ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: El trabajo,la mochila,y el curriculun El texto de los incompetentes es buenísimo. ¿Me puedes decir el nombre del autor?. Un saludo. | |
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21-07-11 15:59 | #8407249 -> 8406573 |
Por:fines5000 ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: El trabajo,la mochila,y el curriculun hola amigo airganboy ,siento mucho no poder complacerte ,por que donde he visto ese mensaje y lo he copiado, no biene quien es su autor. un saludo | |
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