Señores, ¡¡Como está el patio!! Está ardiendo Londres y las revueltas, que comenzaron en el barrio de Tottham, se extienden a otras ciudades del país. La chispa que ha prendido la mecha ha sido la muerte, a manos de la policía, de un joven negro. Pero el caldo de cultivo es una economía desfavorable que acrecienta las diferencias sociales en un barrio casi marginal y, más acentuadamente, con el resto. Ardió hace unos meses Grecia. También el caldo de cultivo es la crisis en la que, gracias a las circunstancias globales y un gobierno mentiroso y fullero, se haya sumergida, como casi el resto de países de UE, amén de otros menos próximos y no por ello menos preocupantes. Se vislumbra humo en la economía francesa que hace que los mercados tiemblen ante el miedo a una bajada de la calificación del riesgo de su deuda. Pérdidas generales en todas las bolsas, mayoritariamente en las europeas. Los mercados se desestabilizan y se incrementa el pánico ante un futuro inmediato excesivamente incierto. Y los agricultores franceses, viéndose amenazados, vuelven a saquear camiones españoles en los peajes de las autopistas francesas sin que la gendarmería intervenga para evitarlo. Las migraciones siguen su, cada vez, más incesante camino hacia lo que ellos consideran “el dorado”, la solución de su hambruna, el paraíso ante su, prácticamente, inexistente expectativa de vida. ¡Y quieren vivir! Crisis, diferencias socio-culturales y económicas cada vez más agudizadas, han encendido una peligrosa mecha dentro de una “Santa Bárbara” repleta de material de alto poder explosivo, de alto poder de destrucción. Una crisis que ya se ha llevado por delante a determinados gobiernos y amenaza con acabar en enfrentamientos que acaben con la convivencia pacífica. De momento son solo reductos individualizados por países, sin conexión transfronteriza, pero ¿cuánto tardarán en generalizarse? En estos tiempos en los que, cada vez, estamos más intervenidos por unas directrices comunes, es cuando más se están acrecentando los problemas. La globalización, como le llaman, en lugar de generar igualdades acrecienta el efecto contrario. Y estallan las guerras consideradas por muchos “una salvación”. En la primera mitad del pasado siglo vimos como las desigualdades, menos acrecentadas por haber menos medios y menos población y las desmedidas ambiciones, ponían al mundo en guerra, dos. Hoy pensamos que eso no puede ocurrir, que hay muchos medios para evitarlo y, por supuesto, nadie lo desea. Pero la realidad es muy otra. ¿Qué son si no los conflictos extendidos por todo el mundo árabe? Ahí si se libra una guerra cruenta en la que hablan las armas y no precisamente entre ellos. El llamado así mismo “mundo civilizado”, participa abiertamente en ellas. De nuevo el rico y poderoso, actúa de juez y parte en un juicio que ni le va ni le viene, ¿o sí? Y aquí, en este mundo civilizado, también estamos en guerra, ¿qué son si no estas revueltas cada vez más cruentas?, ¿qué es el día a día de una guerra del hambre y la desestabilización social más acrecentada?, ¿qué es ese goteo permanente de pérdida de poder adquisitivo, de inestabilidad social, de irreverencia hacia todo lo establecido conculcando normas de convivencia pacífica y cívica? Y aquí, en nuestro particular día a día, mimetizados por nuestro entorno, nos arrastra una corriente negativa que se niega, valga la redundancia, a cada momento por los responsables que habrían de dar cumplida cuenta de ella, de cada fluctuación dolosa. Y sus oponentes, que deberían ser oponentes colaboradores, son enemigos furibundos que esperan, sin aportar nada, a ver pasar el cadáver responsable. La situación requiere una salida urgente. Hablemos de lo que nos interesa, de lo nuestro, de nuestra realidad. Muy unida a la de nuestro entorno, es cierto, pero blanqueemos primero nuestro rincón: Con la que está cayendo no podemos esperar a un 20N, debe ser antes. Con la que se nos ha venido encima no puede el pueblo estar pendiente de un bipartidismo furibundo, cada vez más acrecentado y que solo mira por sus réditos políticos, sin importarle nada más allá de lo que no sean ellos mismos y su ¿reputación? Con la que se nos avecina, cada vez con más virulencia, se hace necesario un gobierno de consenso. Todos tienen mucho que decir. Ahora es cuando hace falta ver actuar a la figura del Jefe del Estado, no para recomendar, sino para ordenar. Democráticamente y dentro del marco constitucional, pero ordenar Independientemente de su postura, bien definida en la Constitución, debe de dejar de ser, por el tiempo que sea necesario, una figura decorativa y ejercer de lo que es: Jefe del Estado. Con consenso y sin imposiciones, con diálogo y sin amenazas. Si su capacidad disuasoria no está a la altura de los acontecimientos, ¿cuál es su papel? Porque señores……¡¡Como está el patio!! |