Redován - Alicante

Si los Reyes Magos han sido generosos con nosotros, juguemos con sus regalos y si se han olvidado que existimos, juguemos también. Una forma de hacerlo podría ser contar alguna historia nuestra o encontrada que hablara de las ilusiones que niños y menos niños ponemos estos días.
Lo que cuento pasó como lo escribo:


POR FIN

Por fin, en su curto año, los Reyes Magos supieron que había un niños al que siempre se habían olvidado de él. Llamaron a sus pajes, a los que reprocharon tal olvido indicándoles, además, que recabaran toda la información posible para poner remedio, este año sí, a tal imperdonable descuido. Estos inmediatamente visitaron a familiares y amigos del niño para que les informaran de las preferencias que el niño venía mostrando en sus juegos.

La madre y el padre, más en sus trabajos que en observar los deseos y sueños de sus hijos, no supieron orientarles en los gustos y preferencias que su pequeño mostraba hacia los juegos y juguetes relacionados para su edad. Sólo la hermana, algo mayor que él, supo indicar que había visto a su hermano, en varias ocasiones, andar por entre las sendas de las paleras o por las veredas que el tiempo va marcando en las majadas de algarrobos y almendros, cogido a una cuerda y que en el otro extremo llevaba atado un bote vacío al que le hablaba como si de un pequeño caballo se tratase.

Así lo contaron los pajes a los Reyes Mayos. Estos, sabiendo lo que ya sabían, por ser reyes y sobre todo magos, decidieron que ese año, por fin, le dejarían en su ventana un hermoso caballo de cartón. No debía ser demasiado grande, pensaron, dado lo angosto de las sendas por donde debía trotar con su jinete, pero sí hermoso, de colores alegres, como le habían dicho que era el niño, y colocado gallardamente sobre una fuerte plataforma de madera con cuatro robustas ruedas con las que trotaría con elegancia, por mucha dificultad que tuvieran los terrenos por donde el niños solía desplazarse en sus aventuras.

Todo esto sucedía sin que el niño tuviera conocimiento de que el próximo 6 de Enero sería muy especial para él. Por ello, los días previos, las cosas sucedían con la misma placidez que venían siendo desde que él era niño, qua ya iba para cuatro años: corría, jugaba, reía y buscaba a su mamá para que le abrazara, si caía por la impaciencia de su carrera. Nada nuevo esperaba de la noche del día 5. Por eso, cuando su mamá, le dio el beso de buenas noches, después de arroparlo, se durmió enseguida, como lo venía haciendo desde siempre. Era muy pequeño y su breve historia no sabía de Reyes Magos y regalos. Si hubiera adivinado que esa noche iba a ser hermosamente distinta, que los reyes Magos iban a traerle un regalo con el que podría recorrer todos sus territorios a galope o paso tranquilo, o subir sin cansarse por las cuestas más empinadas que rodeaban las majadas plantadas de higueras, no habría podido dormir esa noche. Pero durmió apaciblemente llevando, como siempre, en su blandita mano la cuerda con la que iba dirigiendo por entre sus rústicas praderas a su fiel compañero de aventuras, la lata de conservas, abollada ya por tantos caminos que había andando juntos.
Todavía las estrellas contemplaban los alegres sueños de todos los chavales, cuando los padres del niño, sabedores de lo importante que para su hijo iba a convertirse su primer regalo de reyes, le llamaron adelantándose a la vieja costumbre de que fuera el sol quien lo despertara acariciándole en la cara con uno de sus dedos de luz que introducía por una rendija de la venta de su habitación. Entre besos y sonrisas le mostraron el regalo que los Reyes Magos le habían traído este año por ser el niño más bueno del mundo. El niño los miró sin verlos. Solo tuvo ojos para mirar al hermoso caballo que cerca de él lo miraba también, todo erguido y como esperando sus órdenes para iniciar las trepidantes aventuras que les esperaban a los dos. El niño saltó de la cama y se abrazó a él, como abrazaba a su mamá cuando quería decirle que la quería más que a nadie.

Bajó de la cama y empezó a caminar junto a él por entre los inhóspitos y angostos caminos que se extendían por toda su casa. Lo condujo por entre sillas y mesas y le hizo trotar por el largo pasillo que separaba el comedor de la cocina. Hasta le hizo pasearse por encima de su cama, por entre las onduladas mantas para que aprendiera que ninguna dificultad, por abrupta que fuera, debía impedirle llevarlo a su destino. Ese día, toda una vida de aventura había empezado para él y su fiel compañero. Los Reyes Magos, por fin, se habían acordado de él.

Pasado un prudente tiempo de intensos galopes por los caminos conocidos dentro de casa, como también en los lejanos y menos transitados fuera de ella, su mamá tuvo que calmarlo para que desayunara, sabedora que a su pequeño le esperaba todo un día de intrépidas aventuras y, por lo tanto, necesitaba alimentarse bien.

A media mañana, dominando ya los territorios cercanos a sus dominios, el niño decidió que ya era momento de explorar las lejanías y se aventuró a hacerlo con su caballo bajo el brazo para presumir de él ante los amigos de su papá, que ese día tenían almuerzo común, y también para no hacerle sufrir en exceso en terrenos desconocidos para él, especialmente desiguales y abruptos. En una de estas excursiones, se encontró con un camuflado y falso amigo de su papá. Al serle amable, le mostró orgulloso el hermoso corcel que los Reyes Magos le habían traído. El falso amigo, con una maligna sonrisa, que la inocencia del niño no supo distinguir, le dijo que a su esbelto caballo se le notaba fatigado y se debía a que tenía mucha sed. Prosiguió con sus aduladoras y amables palabras señalando al niño donde había un botazo lleno de fresca agua y en el que debía meterlo hasta quedar saciado y ya sin sed, poder proseguir su largo camino. El niño, crédulo y confiado, como son todos los niños, y queriendo evitar que su caballo sufriera por su culpa, al no haberle dado de beber todavía, a pesar de todos los trotes y caminos que ya había andado, lo metió en el agua del botazo para que, por fin se saciara, más tiempo del aconsejado por los fabricantes de animales de cartón piedra. Desde cierta distancia, el supuesto amigo de su papá le decía: ¡Tu caballo tiene mucha sed, dale bastante agua! Para el pequeño e inocente niño, darle agua a su caballo se había cometido en una obligación y en un juego, de forma que tantos minutos estuvo el pobre caballo sumergido en el agua que, cuando el niño creyó que había bebido suficiente y lo sacó, comprobó que el caballo ya no lo miraba con la misma viveza que lo hacía antes, que los colores empezaban a desteñirse, que la piel se le empezaba a separar de la carne y que empezaba a estar muy blando. Su sorpresa primera fue transformándose en un amargo llanto al comprobar que definitivamente su caballo se estaba hinchando y rompiéndosele entre sus frescas y blandas manitas.

El falso amigo de su papá, mientras se alejaba, se ría con la maldad que ignora la bondad de la inocencia y sin saber que probablemente el destino le reservaba el castigo apropiado a la crueldad mostrada en el asesinato de un voluntarioso caballo de cartón y especialmente por haber destruido los primeros reyes de un niño de cuatro años.

Esa noche sí le costó dormirse, pero cuando lo hizo, vio como los Reyes Magos le sonreían y desde ese momento supo que ya nunca se olvidarían de él. La tenue luz que su mamá había puesto encima de la mesita iluminaba la apacible sonrisa que de nuevo asomaba en su bella cara.

Preciosa historia Visi...ya tenía ganas de leerte así....maestro.....

Qué punto y final mas fantastico para terminar estas navidades...

A le un besazo...

La historia es bonita, me temía lo peor cuando aparece el falso amigo del padre si alma que seduce al niño con mentiras, pero al final todo se quedo en un chapuzón del pobre caballo, menos mal. muy bien Visi...

Huerti tenia un testamento con otra historia mas real, de lo que en realidad son los reyes magos, mentiras, comercio, falsedad de las religiones que las apoyan y siempre detrás "el cortes Ingles"
Pero por un error mio se ha borrado todo y la hora que es como que no tengo ganas de empezar a escribir otro testamento.

así que buenas noches a todos y otro día sera, quizás sea mejor así, pues quizás me iba a buscar mas enemigos que amigos con lo que iba a exponer.

Buena historia Lasvisitadoras.
Los Reyes nunca se olvidaron del chaval a partir de entonces,pero es que el chaval aún se está cagando en las muelas del adulto que le provocó el llanto y la tristeza.

Me gusta mucho tu historia visi ¡¡¡¡¡

Preciosa historia, Visi. Seguro que el niño sacaría sus propias conclusiones, a pesar de su inocencia: que no todas las personas son de fiar y que el cartón es poco resistente al agua. No sé qué tipo de aprendizaje adquirió el que le dijo al niño que le diera de beber a su caballo, pero seguro que factura le pasó.

Un saludo.