11-M 2004. Nunca mais. A diez años vista del brutal atentado de los trenes en Madrid, todavía hay quien sigue preguntando, de manera desinteresada, quienes y porqué cometieron tamaña barbaridad. Y si, como digo, la pregunta se la hacen desde la ignorancia no seré yo el que les cuestione que sigan planteando esa interrogante aún después de tanto tiempo y el que quede por pasar. No puedo decir lo mismo de quienes saben muy bien, por activa y por pasiva, porque han tenido ocasión, y sobre todo tiempo, para acceder a información de primera mano sobre los hechos ocurridos ese día, y aún, interesadamente por supuesto, discuten los resultados de todas las investigaciones policiales y las actuaciones judiciales previas, y el resultado del juicio en el que fueron condenados quienes, después de todo el proceso fueron hallados culpables, en mayor o menos medida, de la masacre aquel jueves 11 de marzo de 2004. No voy a entrar en esa polémica a estas alturas, a pesar de que mi partido estuvo en el epicentro que fabricaron los autores de la teoría de la conspiración; los acertadamente llamados “conspiranoicos”, y que por estos días están apareciendo en los medios de comunicación, no por su gusto claro está, para refrescarnos la memoria y sin necesidad de decir quiénes son. Pero sí que hay una persona, cuyo nombre no he sabido hasta ayer, que merece, al menos, una referencia a modo de recuerdo aunque sigue viva. Se trata de quien en los días, y años, siguientes al atentado sufrió injustamente las iras y las paranoias de los que no he nombrado anteriormente, hasta el punto de que el bulo, según sus palabras “destrozó mi familia”. Este hombre, comisario en Vallecas por aquel entonces, fue señalado por estos defensores del complot contra el gobierno del PP, de haber “despistado” pruebas que iban contra la versión oficial de la identidad de los criminales cuando apareció la famosa mochila bomba que no explotó, y que a su vez fue el hilo conductor que llevo a establecer con total seguridad que fueron los que fueron, y no los que decía el gobierno. Si hubo 192 víctimas en aquel día, posteriormente, la sinrazón, la obcecación, la falta de escrúpulos, o los intereses de unos cuantos, junto con el acoso vecinal influenciado por esos medios de comunicación, se llevo también la vida de la esposa de Rodolfo Ruiz. No pudo aguantar más y se quito la vida. Con el recuerdo para aquellos que fueron asesinados salvajemente y para esta mujer acabo este comentario. |