La Gineta - Albacete

A pocos días de saber el futuro que nos espera a los castellano-manchegos, ya pasado el meridiano de la campaña, es momento de recapitular lo vivido estos días en los que he recorrido cientos de kilómetros, he conocido a cientos de personas, he aprendido, he recibido y dado enormes abrazos, hemos llorado, nos hemos ilusionado, y hemos crecido. Ha habido tiempo para explicar lo que nos está sucediendo, lo que a veces no llegamos a entender y es necesario descifrar entre todos; ha habido lugar para rendir homenajes a quienes dieron su vida por lo que hoy volvemos a reivindicar.

Esta experiencia comenzó en Villarrubia de Santiago, y me llevó a Santa Cruz de la Zarza, Villatobas, Alcaudete de la Jara, San Bartolomé de las Abiertas, Quero, Almansa… lugares donde he encontrado la realidad de personas que han decidido apostar por una alternativa, arrimar el hombro y ofrecer propuestas sin más intención que mejorar la vida de todos los que viven con ellos.

En cada lugar he conocido a personas diferentes, historias distintas; pueblos pequeños y grandes ciudades. Historias de los que hicieron y ya no están, proyectos de los recién llegados que quieren quedarse. A medio camino en este viaje puedo decir que se han creado lazos, se han compartido momentos especiales que han servido para ser una razón constante en las batallas que dar.

Ciudadanos y ciudadanas que, en definitiva, con sus vidas, sus preocupaciones comparten sin ser conscientes los mismos objetivos porque padecen los mismos pesares.

Castilla-La Mancha, esa región interminable, despoblada, puntada de unión en el mapa que lleva Andalucía a Madrid, Extremadura a Cataluña, a Madrid a la playa, ha sido tremendamente castigada en los últimos años. Nunca ha sido una tierra de ricos; pocos amos y muchos trabajadores han sido los que han alimentado sus campos y ganado perdiendo la salud entre sus montes. Fue devorada con saña durante la Guerra Civil, devastada en la postguerra. Aún hoy visitar algún pequeño rincón es viajar en el tiempo.

A pesar de sus pesares la cultura rebosa en ella. Referentes en todas las facetas brillan en el mundo, traspasando las fronteras con la fuerza que da el tesón y el trabajo incansable. Solamente así uno puede destacar en la tierra de Don Quijote.

Tenía lo necesario para vivir, sin lujos ni derroches, pero con el equilibrio justo para que todos tuvieran por igual. Supo hacer de la necesidad virtud. Nunca tuvo enemigos. Sus habitantes humildes, trabajadores, con las manos cuarteadas y un pasado, de anteayer, roído por las ganas de ser borrado. Parecía mentira que algunos llegasen a vivir la prosperidad que jamás soñaron.

Muchos años de esfuerzo, de pelea, de búsqueda y de un humilde éxito bien aprovechado. Cuatro años para destrozar lo que aquí nunca fue un lujo, sino una necesidad. Sanidad universal, educación pública, infraestructuras, cultura, medio ambiente… en un abrir y cerrar de ojos todo ha volado por los aires. Lo ha hecho, además, de la peor manera: entre engaños, subterfugios y trampas se le ha quitado a la ciudadanía lo que era básico para vivir. De pronto, sin saber por qué, alguien en Almansa debe hacer cuatrocientos kilómetros en ambulancia para ser operada en un centro privado en Madrid. No entiende la razón por la que puede elegir entre este viaje la próxima semana, o esperar a ser atendida a doscientos metros de su casa dentro de un año. Sabe que algo no va bien cuando sus hijos están a miles de kilómetros; cuando a esa amiga le exigen que devuelva la ayuda a la dependencia que llevaba años percibiendo. Como cientos de miles de personas se pregunta qué ha pasado para que haya aumentado el desempleo, para que tantos se hayan marchado, para que haya dejado de respetarse el medio ambiente, para que haya podido sentir lástima del lugar que antes le hacía sentir orgullo. Qué ha podido suceder para que los niños que antes tenían una escuela en el pueblo ahora tengan que pagar el transporte para ir a estudiar a otro lugar. A quién se le ha podido ocurrir reducir personal sanitario poniendo en riesgo la vida de tanta gente.

Personas que nos hacemos infinitas preguntas cada día y que, más allá de nuestras diferencias, pensamos con fuerza la misma cosa: “Por favor, que se vayan, que se marchen. Que no destrocen más” No se trata ya de siglas, de competencia, sino de defender lo que es de todos, defender nuestra dignidad.


Beatriz Talegón es militante socialista y de Foro Ético
@BeatrizTalegon 20/05/2015