El futuro de los colegios rurales en pedanías de la Sierra Albacete - 24-07-2008 La escasez de alumnos pone en vilo el futuro de colegios rurales en pedanías de la Sierra Para contar con un maestro la población necesita un mínimo de cuatro alumnos María, la única niña en edad escolar de la pedanía yestera de Góntar, se ha tenido que trasladar a Arguellite El alumno de una pedanía no compite en igualdad de condiciones con los de la capital. La prueba de ello es María, una niña de 11 años, de la pedanía yestera de Góntar, que se ha quedado sin colegio. Y es que en septiembre del año pasado se encontró con que era la única alumna, situación que le obligó a trasladarse a diario al centro rural agrupado de la pedanía de Arguellite, a 35 kilómetros de su casa y 45 minutos de coche. La provincia envejece, la sierra pierde población y la tendencia lleva a que la gente joven programe su futuro en la capital. Pedanías como La Dehesa, de Letur, o Cotillas, de Riópar, el año pasado sólo tenían cuatro alumnos. La situación no era mucho mejor en pedanías hellineras como Agra o Las Minas, con 5 y 7 alumnos respectivamente. Hay que tener en cuenta que estos niños reciben clase en los centros rurales agrupados, es decir, compartiendo aulas con estudiantes de distintas edades y en grupos muy reducidos. La Consejería de Educación les facilita un docente para la etapa escolar siempre y cuando haya un mínimo de cuatro alumnos en la pedanía, pero en casos como el de María, que se quedó ella sola, no hay más opción que la de viajar. Medios De todas formas, al margen de las estadísticas, el problema no está en el número de alumnos sino en los medios humanos y materiales de los que dispongan. En el caso de María, el hándicap no está sólo en las distancia. Es la única niña en edad escolar de una pedanía en la que no tiene ni acceso a Internet ni cobertura de móvil. Para ella, el verano es la única época del año en la que puede jugar con niños de su edad que llegan a Góntar para pasar las vacaciones. No ve el momento de que pase el próximo curso, porque en septiembre del 2009 estará en el instituto de Yeste. Su meta es estudiar Magisterio en Albacete. «Me dio pena que cerrara el cole, aunque ya ha pasado otras veces. Ahora estoy en Arguellite y antes estuve en Plañel, otra pedanía que ya no tiene colegio». Los padres de María, Pedro y María Engracia, son de Góntar. Hace 19 años decidieron abrir su propio negocio, el hostal rural Casa Pedro, y nunca hasta ahora se habían arrepentido de apostar por su tierra. La pareja se alegra de no haber abandonado su pedanía, como hicieron muchas parejas de su generación, porque el negocio va bien y en Góntar tienen sus raíces. Sin embargo, María Engracia reconocía que sus hijos no tienen las mismas oportunidades que otros niños. «María tiene que estar 90 minutos en la carretera a diario y quedarse a comedor de lunes a miércoles y mi hijo, que va al instituto a Yeste, tiene que levantarse a las siete de la mañana y no regresa hasta las tres de la tarde». «Cuando vuelven a casa -aseguraba esta madre- ya es de noche. No echan de menos a niños de su edad porque cuando regresan ya no tienen tiempo ni de jugar». La situación La familia de Pedro y María Engracia depende del coche para todo. El médico pasa consulta una vez a la semana, tiempo suficiente si no hay una urgencia, ya que en invierno no viven más de un centenar de vecinos. Y es que Góntar es un enclave único para aislarse del mundo. No hay posibilidad ni de comunicarse a través del móvil ni de acceder a Internet. De hecho, el teléfono móvil de la pedánea está apagado o fuera de cobertura cuando se encuentra en su casa y sólo en algunas zonas de la pedanía puede establecer conexión. «No puedo hablar con mis amigos ni por Internet ni por el móvil, porque no funciona nada, y las carreteras están supermal», se quejaba María. Esta niña aseguraba ayer que no tiene ganas de que empiece el curso por volver a la carretera. «Me gusta hacer nuevos amigos, pero yo abriría de nuevo mi cole». Hay que recordar que, si bien hay casos como los de María, cerca de 3.000 alumnos se escolarizan todos los años sin necesidad de tener que abandonar su pedanía. Los Centros Rurales Agrupados (CRA) les permiten a estos niños de la provincia compartir clase desde los 3 a los 12 años con sus vecinos. Conviven a diario con menores de todas las edades, pero a cambio reciben clases prácticamente personalizadas, porque la ratio oscila entre los 4 y los 13 alumnos. Sin embargo, la niña de Góntar no sólo echaba de menos su colegio, también a sus maestros, que han ido rotando a lo largo de su infancia. El problema está en que el 50% de los docentes que trabaja en estos centros rurales cambia de puesto todos los años, con lo que niños y padres pierden contacto con el maestro de referencia. Extraído de: La verdad/Albacete
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