Historias curiosas. Me contaba mi abuelo, como declaraba el amor a las chicas, cuando iba a segar a Cuenca. Cuando tengo sueño, necesito dormir; cuando tengo hambre, necesito comer; cuando estoy cansado, necesito descansar; cuando estoy enamorado, necesito fo...fo...fo... Te voy a meter la pincha. Entones ella exclamo: ¡la pincha! ¡la pincha! ¡Ay! que dichosa me siento, que voy a sentir una pincha por dentro y que no me la va a sacar, hasta que terminemos de segar. Me contó, que un día iban segando él delante y ella detrás, cuando de pronto tiro la hoz, se revolvió, se sacó la pincha y la tumbó en el surco y se la metió; cuando terminaron de hacerlo, él cogió la hoz, con cuenta de ponerse a segar, pero ella le llamó la atención, y le dijo: - parece mentira, que seas de Albacete y después de hachar un casquete, te dé por segar. Aquí has venido a cumplir y como no he tenido bastante, me vas ha tener que meter otra vez, to la chorr al choto alante. Por lo que me contó, tuvo que venirse de noche, sin cobrar y sin el ato |