Foro- Ciudad.com

Muelas de los Caballeros - Zamora

Poblacion:
España > Zamora > Muelas de los Caballeros
22-01-06 12:34 #170984
Por:Mariano Estrada

Carta a Rajoy de un ciudadano sin influencias
Al margen de los avatares del Estatuto de Cataluña, que en la noche pasada (21-01-2005) vislumbró el primer acuerdo global entre el Gobierno y Ciu, del que aún no se conocen los detalles, yo dejo aquí esta carta que le he escrito a Rajoy, puesto que pienso que el mejor acuerdo para todos sería hacer borrón y cuenta nueva, es decir: paralización de los procesos de reforma de los Estatutos de Autonomía y acuerdo entre todas las formaciones políticas para la reforma de la Constitución por la vía del federalismo.

Un abrazo


Carta a Rajoy de un ciudadano sin influencias

Señor Rajoy: si después de los disparates que ha cometido el Presidente del Gobierno no logra usted despegar en la intención de voto de los ciudadanos, es que en su partido hay algo en lo que la gente no acaba de confiar y por lo que usted deberá preguntarse: “Oh, ¿qué será, qué será?” ¿Que qué será? Dígale usted a Aznar que se vaya: “Váyase, señor Aznar” Pero que se vaya del todo: “Coge tus bártulos y vete”. Pero dígale usted que no vuelva, que aparte de una vez ese cáliz de resentimiento y amargura. Y que se lleve a Zaplana, por favor, pero no a Valencia, que se vayan los dos a alguna isla del Caribe y que se lleven a Acebes de cocinero y a Trillo de edecán. Pueden pasárselo muy bien, sin duda, y sin que sea necesario que nosotros participemos de su juerga, que no nos va ¿No ven que aquí las mayorías quieren jugar a otra cosa? Y a ésos que se empeñan en jalearles, pídales usted moderación, caramba, cuando no silencio de monasterio.

Señor Rajoy: los juegos malabares de este Gobierno, que es cierto que están siendo excesivos e infumables, no pueden ser contrarrestados con radicalismos extemporáneos y nostalgias improcedentes, sino con propuestas muy claras, con compromisos muy serios y con serena responsabilidad. Líbrese usted de las rémoras y ofrézcanos caminos que nos permitan saber adónde vamos, no senderos oscuros que nos conduzcan a paraísos improbables, que ya se saben malsanos. Si no se libra usted de los malos pensamientos y de Aznar con su guardia pretoriana, no tenderá muchos puentes al entendimiento. Si no establece pautas de moderación no encontrará muchos lugares de convivencia. Hay que cerrar caminos intransitables y abrir perspectivas de racionalidad de posibilidad y de confianza.

En estos difíciles momentos, no estaría mal que un PP responsable y moderado lograra muchos puntos de encuentro con un PSOE moderado y responsable. Ello querría decir que ambos partidos se habrían podido librar de sus respectivos demonios.

Eso sí, entre los acuerdos aludidos, habría que establecer un compromiso claro con las listas abiertas y la elección directa de los cargos importantes, incluida la del Presidente del Gobierno.

¿Ya no lo ve usted tan fácil? Sin embargo, ésa debe ser la meta a alcanzar. Mientras esto no ocurra, pasarán las cosas que están pasando ahora (oscurantismo, desprecio a las Cortes, chalaneo, corrupción, chantaje) y las que pasaban cuando ustedes gobernaron: caudillismo, desprecio a la opinión de los ciudadanos e inclinación a la guerra.

No tengo mucho más que decir

Mariano Estrada
Puntos:
22-01-06 15:29 #171083 -> 170984
Por:No Registrado
RE:Carta a Rajoy de un ciudadano sin influencias

Sí Mariano...

Pero por favor, escribe otra carta a ZP, con la misma visión crítica. Porque si es cierto que ZP ha cogido a Rajoy a contrapié y por eso éste hace una defensa numantina de sus convicciones -porque es realmente muy grave lo que está sucediendo-, no es menos cierto que todos los partidos se han puesto de acuerdo para ir contra el PP. ¿Se lo merece el pueblo español? No. ¿Se lo merece le 40% de españoles que votaron al PP? No. ¿Es eso democracia? Sí, pero de cartón. Y no hablemos aquí de Zaplana o Acebes que tampoco me gustan, pero no hablemos tampoco de ministros invisibles, ni de portavoces como Blanco, López Garrido o Rublacaba que no tienen nada que envidiar a Zaplana ni a Acebes en sus paridas partidistas. Que ZP debería negociar en primer lugar con Rajoy no creo que haya ninguna duda por parte de gente sensata -excepto de los interesados que le soportan, y quieren mandar a España al carajo: ERC-PNV-IU-IVC-EA-CiU y Cía-.

Pero estoy de acuerdo contigo: que Rajoy haga una oferta global de cambio de Constitución y de reglas de juego democráticas, para que todo el mundo tenga la representación que se merece, no más: un hombre un voto, sin matemáticas al revés o terciadas. Y listas abiertas, ya. Y voto de conciencia en Congreso y Senado, ya. Y si entre todos deciden -decidimos- que hemos de ser un estado federal, pues que así sea. Y si lo que se vota es si queremos ser republicanos, pues también, pero con un 66.6% de consenso por lo menos. No a traición, en la oscuridad, y a "como sea". Un poco de por favor... Que nos dejen en paz, ya.

Abrazos, Ramón Arcusa

Os cuelgo aquí un mesurado artículo de ayer:

TRIBUNA: JOSÉ IGNACIO WERT
¿La historia interminable?
JOSÉ IGNACIO WERT
EL PAÍS - Opinión - 21-01-2006
Se han cumplido 30 años de la muerte de Franco. En unos meses, se cumplirán 70 del comienzo de la Guerra Civil. Y, de no ser por los empeñosos empeños editoriales y la oficiosa oficialidad conmemorativa que una y otra efemérides suscitan, ambas pasarían desapercibidas para el común de los ciudadanos, lo que es la mejor noticia sobre la salud política básica de los españoles que cupiera imaginar.
Sin embargo, es sabido que las efemérides las carga el diablo. Y en este caso, las mismas se hilan con el propósito de forzar la consagración de una definitiva relectura de nuestra historia contemporánea no menos maniquea que la que impuso el franquismo mientras pudo. En un artículo de Javier Cercas en EL PAÍS del 29 de noviembre pasado (Cómo acabar de una vez por todas con el franquismo) creo que se resume adecuadamente el espíritu y la letra de esa relectura en la siguiente frase: "Había una vez en España una República democrática mejorable, como todas, contra la que un militar llamado Franco dio un golpe de Estado. Como algunos ciudadanos no aceptaron el golpe y decidieron defender el Estado de derecho, hubo una guerra de tres años. La ganó Franco, quien impuso un régimen sin libertades, injusto e ilegítimo, que fue una prolongación de la guerra por otros medios y duró 40 años". A esa lectura se apunta con entusiasmo la izquierda que nos gobierna.
A mi juicio, el problema que suscita esta nueva verdad oficial no está en la demonización del franquismo, sino en la beatificación de la República. La descripción del régimen de Franco que despacha Cercas en las líneas anteriores es algo simplista y omite aspectos esenciales (como, por ejemplo, la propia evolución del franquismo), pero no puede decirse que sea falsa.
Sí es en cambio, a mi entender, radicalmente errónea la frase que describe a la República. La República no fue un régimen democrático mejorable como todos. Fue un fracaso de la democracia al que contribuyeron revolucionarios y contrarrevolucionarios en semejante medida. Lo fue, además, casi desde el principio, pero, sobre todo, lo fue en el periodo final, el inmediatamente antecedente a la Guerra Civil, como demuestran, a mi juicio de forma poco discutible, trabajos recientes de historiadores tan solventes como Stanley G. Payne.
Simplemente hagamos el ejercicio de transponer la historia de esos meses convulsos a la actualidad. Imaginemos que en el lapso de unos pocos meses se hubieran producido en torno a 300 muertes violentas en incidentes políticos, y entre ellas, la del jefe de la oposición parlamentaria, a manos de agentes de las fuerzas de seguridad del Estado. ¿Alguien en sus cabales hablaría, en tal situación, de un "régimen democrático mejorable"?
La cuestión está en que un fracaso colectivo -como fue la República- no tiene por qué constituirse retrospectivamente en el mástil mora al que amarrar la nueva democracia. Esto es tan erróneo -y tan autodestructivo- como lo sería pretender que la legitimidad de la actual democracia que disfrutamos se ancla en las previsiones sucesorias del franquismo.
Pero eso, con ser malo, no sería lo peor. Lo peor es que el intento trae consigo una deslegitimación implícita de uno de los pocos procesos de nuestra historia contemporánea del que tenemos razones para sentirnos orgullosos o, al menos, satisfechos: la transición. El corolario de esa relectura es, efectivamente, que la transición no da lugar a una verdadera democracia, dado que los condicionamientos de la misma no permitieron hacer justicia a las víctimas del franquismo ni superar sus tabúes, y ello vicia las bases morales del nuevo régimen democrático.
Ése es el disparate. La transición española es casi un milagro histórico. Despreciar su valor como piedra angular de nuestra democracia es renunciar a una de nuestras mejores páginas de historia colectiva. Pero, sobre todo, es aventurarnos de nuevo en una senda de incertidumbre. La historia más reciente es pródiga en ejemplos de transiciones fallidas (sin ir más lejos, en los Balcanes o en algunos países del Este de Europa). Todas tienen en común un rasgo: en ellas, el deseo de vindicación de un pasado -por irreal, mitológico o fantasioso que éste sea- se hace más fuerte que la voluntad de construir un futuro. Esas transiciones fallidas han dado lugar a quiebras de los Estados -donde la falla histórica tenía un contenido étnico, como en los Balcanes-, a inestabilidad política, a fracaso económico y, lo peor, se han cobrado en ocasiones un costoso tributo en sangre.
Por eso, la cuestión no es académica ni teórica. Los asuntos del espacio público que ocupan el lugar central de la agenda política están refractados por ese prisma revisionista, y así nos va. Especialmente, el debate sobre el modelo territorial.
Parece que hubiera que revisar la configuración del Estado de las Autonomías para ir a una filosofía más declaradamente federal porque el sistema actual no puede dar cauce a las aspiraciones de autogobierno de vascos y catalanes. Y todo ello porque las hipotecas de la transición impidieron un rediseño del Estado tan amplio como hubiera sido necesario.
Ese argumento no se sostiene ni teórica ni históricamente. El nivel de autogobierno catalán y vasco en la República era inferior al que los propios Estatutos de Sau y de Gernika consagran. Ninguno de los dos tuvo tiempo de consolidarse y, además, ambos constituyeron, cada uno a su modo, fuentes de riesgo, amenaza y deslealtad para la República. No hay nada que mirar en ese espejo: felizmente, en casi nada nos parecemos.
A estas alturas, echar atrás la vista 70 años tiene mucho más sentido para evitar los errores del pasado que para buscar inspiración en futuros aciertos. Porque hoy ya no podemos dar por buenos los versos de Gil de Biedma ("De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España / porque termina mal..."). Pero siempre corremos el riesgo de dejarnos llevar por estos otros de las Glosas a Heráclito de Ángel González: "Nada es lo mismo, nada / permanece. / Menos / la Historia y la morcilla de mi tierra / se hacen las dos con sangre, se repiten".
José Ignacio Wert es sociólogo.
Puntos:
22-01-06 16:12 #171103 -> 171083
Por:No Registrado
RE:RE:Carta a Rajoy de un ciudadano sin influencias

Por si no nabéis podido leer a Pedro J. en El Mundo de hoy, ahí va:

El anillo de Gyges

PEDRO J. RAMIREZ

O el Grupo Parlamentario Popular en el Senado está repleto de helenistas o las ideas se transmiten deformadamente por el éter, antes incluso de quedar plasmadas en ningún soporte material. Se me ocurre a mí el domingo anunciar que en este próximo artículo hablaría de Zapatero y el anillo de Gyges, y el mismo lunes empiezan a salir senadores del PP acusando truculentamente al presidente de haber «llegado a La Moncloa en un tren de cercanías», comparándolo encima con el general Pavía y su imaginaria entrada a caballo en el Congreso.
Es verdad que el protagonista del diálogo de Platón que sucede a El Mito de la Caverna, dentro de su libro La República, es un pastor del reino de Lydia con nulas posibilidades de alcanzar ninguna cima, cuya suerte cambia inopinadamente el día que una tremenda tempestad culmina con un espantoso terremoto que abre el suelo bajo sus pies. Y es verdad que también el caballo de acero con el vientre reventado y el enorme cadáver con un anillo en el dedo que el tal Gyges encuentra en el fondo de la sima, podrían ser equiparados al amasijo de hierros de los vagones del 11-M y a la oportunidad política que -gracias a la manipulación de los graves errores del PP- supuso lo ocurrido para el proyecto zapateril.

Pero, al margen de que el símil apunta a la fuerza del destino, al modo caprichoso en que los dioses zarandean a los humanos, y no a ninguna variante de la teoría del golpe de Estado -es obvio que el afortunado pastor ni interviene en el desencadenamiento del terremoto ni tiene información de que se vaya a producir-, a mí lo que me importa es lo que sucede después, una vez que Gyges ha tenido la destreza de pescar en el río revuelto de la crisis y emerger de entre las tinieblas con su resplandeciente trofeo. O mejor dicho, un aspecto muy concreto de lo que sucede después.

Hago esta última precisión para que no se me pongan estupendos los que, conociendo la historia, pertenecen a ese cada vez más amplio sector de ciudadanos que tiene una pésima opinión de Zapatero.Sí, ya se que Gyges descubre como quien no quiere la cosa que, frotándolo de determinada manera, el anillo puede volverle invisible, que entonces se introduce en el palacio real, enseguida seduce a la reina, muy pronto asesinan al rey y todo termina en una atroz tiranía. Pero tampoco es ése mi mensaje, pues de igual manera que me pareció una pasada la interpretación de los columnistas conservadores norteamericanos que decían que Mónica Lewinsky era la reina del lujurioso Gyges-Clinton, lo mismo pensaría de quien presentara a Aznar o a su heredero como el rey abatido por el ambicioso Gyges-Zapatero.

No, yo sólo quiero centrarme en el anillo. Y ni siquiera en esa potente simbología del poder explorada y explotada por Wagner o por Tolkien. Lo que me interesa es la tecnología del truco del anillo. Cómo funciona eso -por decirlo en términos evangélicos- del ahora me veis, luego no me veréis y luego me volveréis a ver. Y, naturalmente, no porque considere a Zapatero un taumaturgo sino porque lo veo como un aventajado aprendiz de Houdini y todo virtuoso del escapismo merece que se acredite que no se apoya en la magia, sino en la ingeniería aplicada a la mecánica.

Aunque haya dado ya algunas pruebas de su propia disposición a quitarse físicamente de en medio en momentos clave, la técnica habitual de nuestro presidente no es esa. Consiste más bien en utilizar los atributos del anillo del poder para hacer desaparecer de su vista -y por lo tanto de la agenda política del Gobierno- a aquellos individuos, grupos e incluso asuntos cuya existencia contradice la pauta de sus querencias y conveniencias.

Los ejemplos lo dicen todo. Zapatero se siente muy orgulloso del proceso de regularización que ha incorporado a quinientos y pico mil inmigrantes a las listas de cotización a la Seguridad Social, pero parece no ver a los seiscientos y pico mil irregulares que vuelven a engrosar las propias estadísticas oficiales, después de que algunos no pasaran el corte y otros entraran clandestinamente por mor del efecto llamada de los últimos meses. Los primeros son para él la sal de la Tierra de un crecimiento económico basado en la multiculturalidad y la alianza de civilizaciones. Sin embargo carece de política alguna -como no sea otra próxima regularización con otro efecto llamada aparejado- para impedir que los segundos se queden entre nosotros acrecentando un inmenso foco de delincuencia y economía sumergida.

El anillo del presidente hace las veces de una potente lámpara que al iluminar cada boda homosexual que se produce en España adorna la euforia de quien se jacta de haber ampliado el marco de los derechos civiles -y esto nadie puede negárselo aunque haya sido a costa de alterar innecesariamente la sustancia de una institución secular como el matrimonio-. Pero la lámpara se extingue y en la caverna presidencial ni siquiera se contemplan las sombras, cuando quienes ocupan la escena son padres, como el cabal y valeroso Carmelo González, que amenazan con hacer huelga de hambre para conseguir que sus hijos reciban enseñanza en castellano, padres que denuncian que en la de facto obligatoria enseñanza en catalán ni siquiera se enseña ya el castellano -salvo en clase de gimnasia- o padres que desvelan que a sus hijos menores de edad se les insta a ejercer de chivatos contra los profesores que empleen el castellano. Para la plaza de Sant Jaume se trata de meras «anécdotas», para La Moncloa, de invisibles no personas.

Qué sensible ha demostrado ser Zapatero al derecho de reunión de los dirigentes y militantes de Batasuna. Hasta el extremo de que, gracias a su anillo mágico, ha podido ver todos y cada uno de los árboles de ese bosque de Birnam que terminará avanzando contra él, sin necesidad de contemplar el propio bosque. Anillito, anillito, dime cómo podemos salvar el proceso de paz si una formación ilegalizada pretende celebrar un congreso. Muy sencillo, presidente, si Batasuna ha sido ilegalizada es que ya no existe y lo que no existe no puede ser prohibido. Con esos argumentos termina ocurriendo lo de ayer. Lástima que ni al poseedor de la joya ni a su genio de la lámpara se les aguce de igual manera el cerebelo cuando, en vez de buscar coartadas perogrullescas para intentar apaciguar a los proetarras, se trate de encontrar medidas eficaces para impedir que a la mayoría de los industriales vascos y navarros les sigan cobrando el impuesto revolucionario y a la minoría resistente les continúen quemando fábricas y comercios. ¿O no tienen también ellos derechos humanos?

Frotamos el anillo por su haz y todos los miembros del elenco gubernamental, incluido el salmantino Jesús Caldera, se vuelven tan comprensivos hacia el eximio «sentimiento de identidad nacional» de la Cataluña imaginaria de Carod que están ya a cinco minutos de aceptar su autodefinición como «nación» mediante un circunloquio que sólo servirá para engendrar nuevos problemas, ceden a las exigencias de la OPA que según el Tribunal de la Competencia «dañará irreversiblemente» a los consumidores y se resignan al blindaje de competencias, al deber de conocer el catalán, a la entrega del control sobre puertos y aeropuertos o a la fragmentación de la política sobre inmigración. Es verdad que mucho peor era lo aprobado en Cataluña, pero excepto que los nacionalistas se encastillen en pedir la Luna -que no lo harán-, tras el suspense que siempre coloca en el penúltimo momento todo proceso negociador al borde de la ruptura, el Gobierno desoirá el tardío consejo de Ibarra y hará las concesiones finales para que, en definitiva, haya Estatuto «como sea».

En cambio frotamos el anillo por su envés y ni Maragall, ni Montilla, ni por supuesto Carmen Calvo llegan ni siquiera a parpadear ante lo que perciben como un soslayable atavismo provinciano, esa insignificante expresión del pelo de la dehesa de la Salamanca despojada y humillada por una ley tan ad hoc -pecado mortal, según Pettit- como la nueva doctrina sobre la concentración energética.

Frotamos el anillo hacia acá y resulta que no habrá trasvase del agua del Ebro que se dilapida en el mar a la España sedienta.Pero frotamos el anillo hacia allá y ocurre que, si los tribunales no lo impiden, en breve se consumará el trasvase desde la ascética Salamanca hasta la exuberante Barcelona de una parte esencial de los bienes culturales comunes depositados junto al Tormes.¿Por qué un Gobierno que se llama socialista ha despojado de estos hectolitros del agua de la memoria histórica a una ciudad mediana, regularmente comunicada y justita de infraestructuras, para enriquecer aún más a la gran urbe mediterránea que disfruta de las inversiones olímpicas, de la abundancia museística o de la proliferación de eventos de toda índole y a la que le sobran resortes para atraer a las elites de investigadores y eruditos que moviliza un archivo? Si las telecomunicaciones de los salmantinos han pasado a regularse desde Cataluña, ¿por qué no podían seguir en Salamanca algunos documentos de los catalanes?

El hecho de que no se haya dictado una norma de general cumplimiento sino que, de entre todos los bienes culturales desplazados desde su lugar de origen por los vaivenes de la Historia, los primeros y últimos que vayan a ser «devueltos» sean esos legajos, extraídos con torpe y precipitada nocturnidad por la ministra de Cultura, debería hacernos reflexionar sobre las motivaciones más íntimas del presidente. Estamos obviamente ante el cumplimiento de la exigencia de un socio parlamentario, pero también tal vez ante un castigo subconsciente -inverso pero equivalente al que el franquismo impuso a las «provincias traidoras»- contra la ciudad que fue capital de los nacionales. Cualquiera diría que, convertido en catalejo del túnel del tiempo, el anillo de Gyges todavía enfoca ante Zapatero aquella Salamanca en la que el César Visionario de Paco Umbral entraba bajo palio en la catedral, Serrano Suñer usaba el presbiterio para negociar ejecuciones e indultos, Millán Astray silenciaba a Unamuno para siempre y los hedillistas se liaban a tiros en la pensión en la que Sancho Dávila se prestaba a acatar el Decreto de Unificación que liquidaba a la Falange, con su famosa pistola de cachas de nácar sobre la mesilla.

¿Pero cómo era la Barcelona del 36 y el 37? Desde luego no el paraíso perdido de la legalidad republicana que, de homenaje en homenaje, nos presentan los herederos de quienes ostentaban el poder de la Generalitat. Y digo que lo «ostentaban» porque la calle les desbordó enseguida y, en palabras nada menos que del sindicalista García Oliver -pronto ministro de la República- «el pueblo, rotos todos los frenos morales, se convirtió en una bestia peligrosa que roba, que incendia, que mata». Entornamos los ojos y vemos a las patrullas de escamots buscando sacerdotes a los que dar el paseo hasta las tapias del cementerio de Montjuic, a los hombres de Angel Ruir, alias Luzbel, asaltando el barco prisión Uruguay para liquidar a los militares sublevados o sublevables, al siniestro Samblancat ocupando el Palacio de Justicia y haciendo de su Oficina Judicial un tribunal revolucionario tan expeditivo como el de Fouquier-Tinville Casi 10.000 personas fueron asesinadas de esta o aquella manera. ¿Es ése el antifranquismo al que Llamazares quiere ahora levantar monumentos?

Aunque todo ello queda debidamente acreditado en la excelente Historia de la Guerra Civil en Cataluña de Edicions 62 que, emulando los pasos de EL MUNDO, empieza ahora a publicar un colega barcelonés, el anillo-catalejo del presidente siempre lo pasa de largo. Su memoria histórica es tan selectiva como su política de alianzas.Las únicas víctimas que, desde esa idiosincrasia, merecen una reparación son las del franquismo y, puesto que él no ha aprendido nunca nada de la derecha, para qué sentarse con este «PP imposible» cuando se puede sustituir el consenso de la Transición por coaliciones similares a las que sellaron el disenso de la Guerra Civil.

Tras contar la historia del anillo de Gyges, Platón se pregunta y nos pregunta si cualquier hombre que tuviera a su alcance un poder tan extraordinario, no terminaría abusando de él como lo hizo el pastor de Lydia. Philip Pettit da por hecho que siempre existirá al menos el riesgo de que suceda así y por eso las tres veces que en su obra Republicanismo menciona el mito platónico lo hace para reclamar «restricciones», contrapesos o cautelas «contramayoritarias» que limiten el libre albedrío del gobernante.

La experiencia española de los últimos años aconseja desde luego esa receta. Aunque no sea lo mismo desbordar los límites de la legalidad que los de la prudencia, lo ocurrido tanto con González como con Aznar demuestra que ni la atrofiada democracia interna de los partidos, ni la división de poderes más teórica que real, ni las instituciones diseñadas como válvulas de seguridad del sistema sirven de nada frente a un presidente del Gobierno decidido a salirse obstinadamente con la suya. Seguimos dependiendo en demasía de la salud o enfermedad del gobernante y ahora nos ha tocado en suerte uno bastante simpático que padece una variedad irreversible de daltonismo en grado agudo. En resumen: un peligro público.

pedroj.ramirez@el-mundo.es


Puntos:
22-01-06 20:53 #171236 -> 171083
Por:Mariano Estrada

RE:RE:Carta a Rajoy de un ciudadano sin influencias
Hola, Ramón:

La carta que me pides que escriba a Zapatero, de algún modo la he escrito ya en otros artículos. Y porque creo que Zapatero es un Presidente nefasto, lo que vengo pidiendo es un acuerdo de las partes más moderadas del PP y las partes más moderadas del PSOE. Ése es el sentido último de esta carta. Lo que pasa es que si finalmente el acuerdo sobre el Estatuto se produce, como así parece, las esperanzas de ese pacto que pido son pocas, por no decir nulas.

A Zapatero habría que decirle que tanto él como sus negociadores son políticos de oportunidad, según su declarada filosofía, que pactan su pan de hoy sin importarles el pan de todos para mañana ¿Qué más les da a ellos lo que pase dentro de 30 años? Lo que quieren es conservar el poder, cosa que, salvo sorpresa, tienen garantizada con el voto cómplice y agradecido de los nacionalistas, que, precisamente por serlo, seguirán pidiendo hasta que la independencia nos separe.

Ya veremos qué ocurre con el Estatuto, pero algo forjado con nocturnidad, bajo un síndrome claro de dependencia de una de las partes, con un consenso tan pobre y, sobre todo, despreciando olímpicamente al 40% de los españoles, puede traernos bastantes problemas.

Esa es mi opinión, pero deseo realmente equivocarme.

Un abrazo
Puntos:
23-01-06 08:59 #171379 -> 171236
Por:No Registrado
sacar a España de sus casillas
Por fortuna aún nos queda Pedro J. Ramírez, que hoy es casi seguro el periodista más crítico y honesto con el gobierno. Por otro lado, la carta a Rajoy de Mariano es bastante sensata, pero no creo que sea el señor Mariano Rajoy el que deba pactar, sino los gobernantes, que ya lo hicieron con los guiñoles de Cataluña. Hoy es imposible pacto alguno. Un abrazo a Zapatero es convertirse en cómplice del tripartito, del Estatut, del radicalismo político, etc.

Considero que es tarde para pactos ponderados entre miembros serenos del PSOE y del PP. Y para demostrarlo nada mejor que leer este artículo del ABC de hoy, en el que se ve que todo huele mal y ya sólo cabe resignarse y esperar a las próximas elecciones, que perderán con total seguridad los socialistas. Media España no se lo perdonamos.

Abrazos

Sacar a España de sus casillas
Por ANDRÉS DE LA OLIVA SANTOS, Catedrático. Universidad Complutense

PODEMOS encontrarnos en la recta final de una decisión de extrema importancia para todos: la aprobación inicial, por buen número de grupos parlamentarios, de un texto de nuevo Estatuto de Cataluña, que afecta a toda España. Escribo, pues, a vuela tecla, como quien dice. Procuraré ser esquemático, a sabiendas de que, con todo lo que se ha escrito ya, no haré otra cosa que insistir, como muchos otros, hasta el último momento.

En vista de que, a cuenta del «Estatut», se han traído a colación infinidad de asuntos, me importa dejar sentadas, ante todo, algunas elementalidades. Ahí van:

1ª) El día 14 de marzo de 2003, el PSOE resultó ser el partido más votado y el que obtuvo el mayor número de escaños. Me incluyo entre los innumerables ciudadanos que no encuentran hoy razones para considerar ilegítimo ese triunfo electoral y sus ulteriores consecuencias: formación del Gobierno de la Nación (así se dice, por ahora) y alianzas parlamentarias estables.

2ª) En la campaña electoral previa, los electores no fueron informados del pensamiento jurídico-político sobre España y Cataluña (más País Vasco, desde luego) del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. Con otras palabras: los electores, en general, no estaban ni tenían por qué estar sobre aviso acerca de lo que ahora está en juego. Es verdad que, en un concreto mitin en tierras catalanas, el señor Rodríguez Zapatero prometió respetar lo que en Cataluña se aprobase respecto de un nuevo «Estatut» catalán. Pero ni la generalidad de los ciudadanos tuvo noticia de ese mitin ni la concreta promesa alcanzó rango de programa electoral, desde ningún punto de vista.

3ª) En cuanto al ejercicio del poder, es archiclásica la distinción entre legitimidad «de origen» y legitimidad «de ejercicio». Quiérese decir, desde hace siglos, que quien inicialmente gobierna y decide legítimamente puede, por sus actos y sus omisiones, por su concreto ejercicio del poder, convertirse en gobernante ilegítimo. Se ha repetido en innumerables ocasiones (y, en bastantes de ellas, con fundamento) el reproche de que un Gobierno derivado de la voluntad popular se situaba de espaldas al pueblo e incluso contra su sentir y su querer. Por ejemplo, es aún muy cercano ese reproche del PSOE y de otros al segundo Gobierno del PP.

Dicho lo anterior, las últimas ocurrencias sobre «la cuestión del Estatut» merecen análisis crítico, que resumo en varios puntos:

1º) No es verdad, sino un grueso error, que la aparición de Cataluña como «nación» en el Preámbulo carezca de relevancia jurídica. Los preámbulos de las leyes tienen que aprobarse y modificarse como leyes y, aunque no sean normativos, toda la doctrina y la jurisprudencia, incluida la del Tribunal Constitucional, considera que el texto de los preámbulos es un inexcusable elemento interpretativo de lo que dicen los preceptos, uno a uno y en su conjunto. Y tampoco cabe negar que una mención de Cataluña como «nación» en el Preámbulo posee importancia en el plano político-constitucional y en el del Derecho Internacional Público.

2º) Si «en términos jurídicos y constitucionales, la nación es España», como acaba de reconocer el señor Rodríguez Zapatero, no cabe que un nuevo «Estatut» defina Cataluña como «nación», porque la redacción de un nuevo «Estatut» cabalmente ha de hacerse «en términos jurídicos y constitucionales», no sentimentales ni líricos.

3º) El señor Rodríguez Zapatero, en la misma ocasión en que reconoce que «en términos jurídicos... la nación es España», se atreve a comparar la anunciada contradicción entre Cataluña como «nación» (Preámbulo del «Estatut») y la «indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» (art. 2 de la Constitución Española), con el hecho de que el Preámbulo de la Constitución Española contenga las expresiones «pueblos de España» y «pueblo español».

El actual presidente del Gobierno afirma que «no parece que ésta sea una gran contradicción». Ante todo, es de señalar que una contradicción con la Constitución no tiene que ser grande para resultar inaceptable. Pero, sobre todo, sucede que en el uso de las expresiones «pueblos de España» y «pueblo español» no hay contradicción alguna. Y una de dos: o el señor Rodríguez Zapatero carece de cultura general o piensa que los ciudadanos carecen de ella y aceptarán el falso símil que propone.

4º) El señor Rodríguez Zapatero persiste en eludir el hecho de que la satisfacción del sentimiento de identidad nacional que muchos tengan en Cataluña no puede lograrse en contradicción con lo que sobre identidad nacional afirma la Constitución. Y, desde luego, el señor Rodríguez Zapatero debiera considerar si una satisfacción inconstitucional del «sentimiento catalán de identidad nacional» debe pagarse al precio añadido de contrariar el sentimiento de identidad nacional de millones de españoles, que es el que se refleja en la Constitución.

Por supuesto: es abusiva y mendaz (es mentirosa: no le atribuyo tanta ignorancia al actual presidente del Gobierno) la contraposición entre su proyecto de «Estatut» y «el centralismo y la visión uniforme de España», que «no han hecho más que desunir y llevarnos al retraso». Pese a tantos acostumbramientos, aún asombra que en el año 2006 se puedan proferir frases como ésa, propias de la España de los años cuarenta del siglo pasado. Hoy, ¿de qué «centralismo» se habla? ¿De qué «visión uniforme»? ¿De qué «retraso»?

El señor Rodríguez Zapatero centra las cosas en «respetar a cada uno» y, acto seguido, sentencia que «ésta es la mejor forma de vivir integrada». Pues bien: lo que ocurre, a mi entender, es que el actual presidente del Gobierno y quienes le apoyan han decidido prescindir de respetar a la mayoría y sólo son capaces de respetar -un respeto que no cuesta mucho- a una minoría en que ellos se integran. Así, están prescindiendo de respetar el sentir del pueblo, como queda probado por su resistencia a consultarle. Sin respaldo popular expreso ni tácito a lo que se proponen hacer con este país, porque nada de eso fue objeto de la campaña electoral, van a contradecir la Constitución en vigor, con el cínico añadido de pretender que la Constitución les importa.

El Gobierno del señor Rodríguez Zapatero se encuentra a una ínfima distancia de ser ilegítimo. Porque ésa es la distancia, ya apenas apreciable, que le separa de un enorme abuso del poder, de consecuencias verdaderamente indecibles. Y no se diga que poseer una mayoría parlamentaria es incompatible con tal abuso. Desde que hay parlamentos, la Historia, reciente y lejana, demuestra lo contrario.

A mi entender, fue un gran error meter a España en la guerra de Irak. Pero el señor Rodríguez Zapatero no debiera gobernar por más tiempo apoyado en ese y otros errores del señor Aznar. Meter a España en una guerra es cosa grave. Sacar a España de sus casillas es letal. Y, digámoslo a las claras, ese de la desarticulación de España (salvo como «mercado», por supuesto) es el camino que sigue el presidente del Gobierno. Cuando ese presidente afirma, bajo la inane bandera de la «democracia avanzada», que lo que significan las palabras y los conceptos es algo despreciable, por lo que no vale la pena dar ninguna batalla, es lógicamente obligado concluir, con serenidad y tristeza, que el Gobierno y sus aliados, al borde de la ilegitimidad, están dirigidos por alguien capaz de los mayores dislates y atropellos, puesto que no existe para él nada cierto ni verdadero, salvo sus propósitos.


Puntos:

Tema (Autor) Ultimo Mensaje Resp
CARTA A UN PRESIDENTE DE FALLA.- Por: José Miguel 12-12-06 00:17
José Miguel
0
UN CIUDADANO CABREADO Por: José Miguel 08-08-06 23:35
José Miguel
0
UNA CARTA SOBRE EL ESTATUT Por: José Miguel 22-06-06 10:38
No Registrado
7
Confianza en la democracia. Cartas al director Por: No Registrado 19-01-06 21:48
No Registrado
0
Simulador Plusvalia Municipal - Impuesto de Circulacion (IVTM) - Calculo Valor Venal
Foro-Ciudad.com - Ultima actualizacion:07/08/2020
Clausulas de responsabilidad y condiciones de uso de Foro-Ciudad.com