Villalón de Campos - Valladolid

Allá por la Edad Media el Tribunal del Santo Oficio, más conocido como la Santa Inquisición, marcaba a los presuntos herejes con una prenda conocida como sambenito para estigmatizarlos dentro de una sociedad ultraortodoxa.

En estos días, la polémica campa a sus anchas en forma de artículo periodístico por las redes sociales y se focaliza de nuevo en nuestro Villalón. En este caso, se trata de un litigio entre los quintos y el joven párroco por "tocar el tambor"arruinando, según el prelado, un acto la pasada Semana Santa.

Como es habitual, siempre que hay polémica en mi pueblo mi cabeza reflexiona sobre el asunto y, desde la dulce cuna del anonimato, ahí va mi reflexión:

En el ámbito religioso, desde la llegada del nuevo párroco, nuestro pueblo está dividido pudiéndose diferenciar la ultraortodoxia cristiana de nuestros mayores frente a la manera normal de afrontar la religión que ha habido siempre en el pueblo y que, en este momento, es la postura defendida por el sector más joven. Ya se evidenciaba que algo de esto iba a pasar, como dice la famosa frase: "se mascaba la tragedia" y aquí está.

En primer lugar y como siempre defiendo: libertad, pues quien quiera tocar el tambor que lo toque y quién quiera rezar a Dios o a los santos que lo haga, lo que no es de recibo es que se hable de "tinieblas" y "demonios" porque ya no estamos en la Edad Media y menos que lo haga alguien tan joven cuando los párrocos de toda la vida nunca han dado importancia a acontecimientos de este tipo. Además, el párroco hace y deshace lo que le viene en gana como picar la pared de una iglesia del siglo XV -si mis datos no me fallan- sin autorización de la autoridad competente y se toma la libertad de decir que "un sacerdote no está para contentar a todo el mundo sino para anunciar el evangelio de Jesucristo que es de unidad" y, ¿dónde está esa unidad del pueblo?. En fin, ultraortodoxia una vez más amparada por los mayores que ven en él el nieto que les acompaña a misa todos los domingos.

Sin embargo, no todo acaba aquí porque en este fuego cruzado de reproches y calificativos desafortunados hay una tercera parte, sí señores, Villalón Vive, que trata de "dar bombo" a los hechos como forma de revancha por su falta de simpatía manifiesta con el párroco y, para ello, ha convertido esta infracción de la legalidad en las obras de la iglesia en su principal argumento aunque dudo que les importe porque parece que están centrados en adobes y montones de escombros -arquitectura tradicional, perdón- en vez de en la rehabilitación del patrimonio que ciertamente necesita ser restaurado.

Por ello, he llegado a la conclusión de que en el pueblo no hay más que intereses particulares y nadie que quiera ayudar de verdad al pueblo, ¿por qué será?, les dejo que se respondan ustedes mismos.