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21-05-15 12:02 #12634443
Por:jrma1987

La muerte y la doncella
LA MUERTE Y LA DONCELLA

José Ramón Muñiz Álvarez
“LA MUERTE Y LA DONCELLA”
(Elegía)

https://rma1987@hotmail.com

Quiso del aire el aliento,
al entrar por la ventana,
la hermosura soberana
rozar con el pensamiento.
Y fue este beso avariento
del viento, si vino airado,
el que del sueño callado
despertó a los ojos bellos
que enseñaron sus destellos
tras ese velo apagado.

Y, en el lecho desmayada,
el resplandor vio bermejo
del sol sobre el claro espejo
que mostraba la alborada.
Que una clara llamarada
encendió la luz del día
mientras su rostro dormía
entre los finos bordados
que contemplaron, callados,
el sueño que se perdía.

Y el viejo espejo dormido
le dijo a la dama hermosa:
“Pierde la flor olorosa
el tiempo ya consumido.
Y por el tiempo vencido
rendirá su alto estandarte
de la belleza el baluarte
que se sueña tan lozano,
que bello lo admira en vano
el triste pincel del arte.

Y has de ver cómo prefiere
ser el tiempo traicionero,
pues se sabe prisionero
del correr que así lo hiere.
Porque en el camino muere
el tiempo que, peregrino,
se hace, corriendo, camino,
para buscar otra suerte
en el reino de la muerte
en que sueña su destino.

Y perderás la belleza
en menos que pasa un día,
mientras una sombra fría
te sujeta con firmeza.
Y pensarás que es vileza
que se agote ya la vida
y la mejilla encendida
pierda todo su color.”
Y contempló, sin temor
aquella sombra escondida.

Dijo la sombra embargada
de la muerte a la doncella:
“Eres la llama más bella
que contempla la alborada.
Pues la luz alborotada
que arde en la altura del cielo
tiene envidia de tu pelo,
y hasta el sol resplandeciente,
en tu cabello luciente,
deja su brillo en su vuelo.

Pero es el tiempo mendigo
cuando corre con apuro,
porque su paso seguro
no ha de darte siempre abrigo.
Y, pues es claro testigo
de su avance sigiloso
el silencio poderoso
con que la muerte ha llegado,
has de seguir su mandado
frente a este mundo engañoso.

Porque el más callado aliento
de las tardes de granizo
saben del hielo invernizo
sobre las manos del viento.
Que el otoño ceniciento
quiere en el prado la helada
que la escarcha vio nevada
en las cumbres poderosas,
mientras marchitan las rosas
de tu belleza callada.”

Dijo a la muerte la dama:
“Nadie ignora que ese trance
será el último percance,
si la muerte se derrama;
que la vida es una llama
que apaga el viento más suave,
pues puede la muerte grave
vencer la llama encendida,
si se mira suspendida,
viendo el destino que sabe.

Y así arrebata la nada
el color del nuevo día,
con esa melancolía
de la vida ya agotada.
Y, pues se mira apagada
la flor que fuera belleza,
trae la muerte la tristeza
en su aliento peregrino,
porque se acaba el camino
donde parece que empieza.

De modo que la hermosura
es el placer de un momento,
que pronto lo lleva el viento
en su invisible finura.
Y dejarla ir es locura,
porque es bello disfrutar
lo que el tiempo puede dar,
aunque ha de quitarlo luego,
pues es su rigor el fuego
en que se habrá de quemar.”

Y respondió allí la muerte:
“Puesto que estás resignada,
ser cenizas en la nada,
ha de ser pronto tu suerte.
Y antes que el día despierte
y que llegue la vejez,
he de ver la palidez
de la mejilla rosada
que presume engalanada
y el final teme a la vez.

Y no habrá ni amor ni vida
en el valle al que te llevo,
que, cumpliendo lo que debo,
muere tu llama encendida”.
“Si he de verme consumida,
supo decir la doncella,
poco me importa ser bella
ante tan triste destino,
cuando se ha agotado el vino
y no queda en la botella.”

“Entonces, dijo la muerte,
ven por el triste sendero
donde a los vivos espero
con la noticia más fuerte.
Pues es raro que no acierte
quien, sabiendo qué le espera,
supone la primavera
de su vida ya acabada,
si la muerte, al fin llegada,
no suele ser lisonjera.

Y, olvidando los mandados
de la vida que atrás queda,
duerme en el lecho de seda,
cierra los ojos cansados.
Que los sueños apagados
del regazo de la nada
llegarán con la otoñada,
y con su fresco granizo,
lograrán el raro hechizo
sobre tu boca nevada.”

Y, con gran melancolía,
le respondió, resignada:
“Quiere la muerte callada
que se apague el alma mía.
Y la mirada más fría
sabe alcanzar, al acecho,
la esperanza que en el pecho
encendió el mayor fulgor,
porque, falto de calor,
siente todo su despecho.

Y pues, al robar la vida
que siente tales anhelos,
es capricho de los cielos
verme triste y consumida.
Adiós promesa fingida
de una vida que agotada,
ha de tornarse en la helada
que, matando la pasión,
muerto deja al corazón
con el alma enamorada.

Adiós callado placer
que en la misma primavera,
quiso ser del bien espera
para poderse encender.
Que mi pecho de mujer,
con tan triste pensamiento,
quiere, en las alas del viento,
hallar paz a esta tristeza,
que le falta fortaleza
en el eco del aliento.

Y, pues me lleva la muerte
a los reinos de la nada,
he de partir resignada
y dejándome a mi suerte”.
Le dijo la muerte: “Advierte
que, si el tiempo se acelera,
si se va la primavera
que te dio la lozanía,
debe tu vida ser mía,
porque la vida es espera”.

Y al emprender ese viaje,
supo la bella doncella
no pronunciar la querella
que otros dicen con coraje:
“La mocedad y el linaje,
pues es el linaje altivo,
sabe arrancar, siendo esquivo,
este suspiro valiente,
que ya se pierde inocente
el triste tiempo que vivo”.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"
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