Camporredondo - Valladolid

Esta bodega, que perteneció al abuelo Calixto estaba, como tantas otras, al borde de la desaparición. Solo detectaba su presencia un pequeño hueco, por el que no cabía más allá del cuerpo de una persona reptando, que se abría desde la cueva hacia el exterior.

El respeto y el cariño de un bisnieto de Calixto, Oscar, puso en movimiento todo lo necesario para que Marciano, padre de Oscar, tomara cartas en el entrañable asunto y sin más, los dos pusieron manos a la obra. ¿El resultado? Siento que Juan Carlos no nos muestre el interior, pero puedo asegurar que, además de hacer justicia a la memoria de nuestros abuelos, una obra de arte se ha salvado. Gracias Oscar, y gracias Marciano por vuestra contribución a conservar aquello que más merece la pena: el sentimiento y la dignidad.

A la rehabilitación de la bodega, también contribuyeron los herederos de Calixto, donando su parte para que la bodega de su abuelo no desapareciera por completo. Muy especialmente contribuyó un pastor que, gracias al cariño que siente por todo lo que es de Camporredondo, animó a que comenzaran las obras.

Aprovecho, desde aquí, para animar a todos los herederos, o propietarios de las bodegas que aún tienen salvación, que las resuciten. Hoy en día, es un autentico lujo ser propietario de una de estas reliquias, aunque solo sea para darte un paseo hasta su puerta y contemplar el espectáculo. Me da pena que alguna de ellas solo con ponerle la puerta se salvarían. Una puerta separa dos espacios, pero sin esa puesta lo que cuenta no es el espacio si no el tiempo, el corto espacio de tiempo que tarda en hundirse. Con ella el espacio está delimitado y el tiempo cuenta a su favor.