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Villasequilla - Toledo

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23-02-11 09:36 #7136242
Por:FLIKI1

Hoy es 23f... ¿y tu donde estabas?
Yo todavia no habia nacido, faltaban unos pocos meses para que naciera,pero me gustaria saber como vivieron los villasequilleros/as el golpe de estado.
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23-02-11 10:49 #7136650 -> 7136242
Por:tiadientas

RE: Hoy es 23f... ¿y tu donde estabas?
Yo recuerdo que mi madre cargó con muchos esportillos de macarrones y botellas de leche.
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23-02-11 12:57 #7137547 -> 7136650
Por:Antonio Caño

RE: Hoy es 23f... ¿y tu donde estabas?
Esa noche me di una vuelta por las calles del pueblo y estaban desiertas aunque según parece hubo algún tipo de reunión en algún sitio determinado por gente no muy amante de la libertad.
Incluso una madre me dijo, con el paso del tiempo, que un primo le avisó para que su hijo se fuera de su casa porque iban a ir a por él...

Se de un mamarracho que se puso a disposición de fuerzas armadas "para lo que fuera", y no me extraña porque conociendo al susodicho más tonto no puede ser.

Al parecer hubo de todo pero sin consecuencias ya que también había gente que lo que recomendaba en esa reunión era dejarlo todo e irse a casa a dormir. Se que esa persona le puso las peras al cuarto a más de uno y que se enfrentó para mantener la calma entre los levantiscos
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23-02-11 14:04 #7138060 -> 7136242
Por:dady

RE: Hoy es 23f... ¿y tu donde estabas?
Yo la verdad no recuerdo (era bastante pequeño) pero sí recuerdo pasarme una temporada oyendo hablar de Tejero.
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23-02-11 18:14 #7139887 -> 7138060
Por:Antonio Caño

RE: Hoy es 23f... ¿y tu donde estabas?
Tuvimos suerte por eso tenemos un motivo más para celebrar el 23F, fecha que no debemos olvidar y que nos sirva de reflexión cuando nos ponemos a hablar de forma encarnizada.
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23-02-11 19:38 #7140551 -> 7139887
Por:MC ARTHUR

RE: Hoy es 23f... ¿y tu donde estabas?
Por su interes, pongo el discurso integro del actual Presidente del Congreso. Viva España, viva la libertad y ojala que la misma firmeza que tenemos para condenar el golpe la tengamos para condenar a los terroristas de las provincias vascongadas los cuales llevan muchos años empañando la democracia en este PAIS (no reino de taifas como quiern muchos).



Son las 16,30 horas. Hace exactamente 30 años, el presidente del Congreso, Landelino Lavilla, abría la sesión para votar la investidura del Presidente Calvo Sotelo.
Hoy, 30 años después nos volvemos a reunir en el hemiciclo 144 diputados que ya lo éramos en aquel momento. Que lo fuésemos entonces y lo seamos ahora solo estamos cuatro: Alfonso Guerra, Juan Barranco, Soledad Becerril y quien les habla.
Las tribunas, como ahora, estaban repletas: senadores, familiares de diputados, embajadores…
El Secretario Primero de la Mesa, D. Víctor Carrascal, comenzó el llamamiento a votación por el diputado 114, Don Antonio García Miralles. En aquel momento le tocaba el turno a Don Manuel Núñez Encabo. Habían votado 80 diputados siguiendo un orden alfabético…
Pero dejemos que sean los taquígrafos del Congreso, fieles transcriptores de lo que se dice y acontece en el Salón de Sesiones desde hace 200 años, quienes tomen la palabra:
En este momento y cuando eran aproximadamente las dieciocho horas veinte minutos… irrumpe en el hemiciclo un número elevado de gente armada y con uniforme de la Guardia Civil, que se sitúa en lugares estratégicos, … tras un altercado con el Vicepresidente Primero del Gobierno, Teniente General Gutiérrez Mellado, conmina a todos a tirarse al suelo, sonando ráfagas de metralleta. Queda interrumpida la sesión.
Aquella interrupción no fue una interrupción cualquiera. Aquel momento que recoge en austero lenguaje el Diario de Sesiones pudo haber cambiado el curso de nuestra historia devolviéndonos al pasado más oscuro. Las armas sonaron con estrépito para silenciar las libertades.
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Aquellas ráfagas de metralleta dejaron su huella en el techo y las paredes del hemiciclo. Hoy podemos ver los 37 impactos como reliquias de la sinrazón y de la fuerza bruta.
Hace poco más de mes y medio, un diputado andaluz de la I Legislatura, D. Antonio Morillo Crespo, me escribió una carta. En ella decía: “Presidente, quedamos todavía muchos diputados para contarlo y, de paso, reencontrarnos fraternalmente. Invítanos al Congreso en esa fecha tan señalada”. Tras alguna opinión contraria, consulté con los Portavoces, con el Presidente del Gobierno y el Jefe de la Oposición y aquí estamos.
No para conmemorar nada sino para evocar un hecho que supuso una inflexión en la historia de España: desde aquel día 23 de febrero, descontando el intento del 27 de Octubre de 1982, se acabaron los ruidos de sables y el poder abandonó los cuarteles para dar voz a su único titular: el pueblo español y el Parlamento.
De ese final feliz, con el peligroso prólogo del que dan cuenta los techos de este salón de plenos, muchos fuimos testigos directos.
A pesar de que estos días son muchos los medios de comunicación que reviven los hechos, aquel triste episodio ha comenzado ya a llenarse de polvo en los anaqueles de la historia. Sin embargo, sirvió de vacuna de nuevas felonías y de abono para cosechar tres décadas de libertad para los españoles. Una buena cosecha. El periodo de libertad continuada más largo de nuestra historia.
Todavía hoy somos muchos los testigos directos de aquel suceso. En el camino se han quedado 103 de los 350 diputados que tal día como hoy temieron por sus vidas.
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Hacemos bien reuniéndonos para volver la vista atrás. Y hacerlo “sin ira”. Para, al atardecer de nuestras vidas, compartir recuerdos, emociones, buenos sentimientos. También para echar un pulso al tiempo y al olvido. Para recordar que no es cierto que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Un reencuentro para abrazarnos entre nosotros y abrazar la frágil memoria por si se mostrase esquiva o huidiza.
A este reencuentro, con 144 diputados de entonces, se han sumado los diputados más jóvenes, algunos de ellos ni habían nacido en 1981. Su presencia es valiosa pues reciben un testigo vivo de dignidad.
Alzando la vista y recorriendo con la mirada escaño a escaño puede fácilmente observarse que conformáis una verdadera galería de retratos. Sois parte de la historia reciente de España y vuestra presencia, enriquece nuestro presente.
Tantos son los agradecimientos y saludos emocionados exigibles en justicia que no hay tiempo para ello.
Muchas personas trabajaron intensamente aquellas horas en que estuvimos secuestrados para impedir que el golpe triunfase. Unos haciendo lo que tenían que hacer como el llamado Gobierno de Subsecretarios dirigido por Francisco Laína. Otros no haciendo lo que les decían que tenían que hacer como el director de TVE. Vaya nuestro agradecimiento para todos ellos.
Los diputados no nos sentimos solos aquella larga noche.
Nos acompañó la radio. A través del pequeño aparato de radio de Fernando Abril Martorell pudimos ir sabiendo algo de lo que ocurría fuera. Gracias a todos los periodistas, y singularmente a Rafael Luis Díaz de SER y a Juan Ramón
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de la Cuadra de RNE. Gracias también a José Mª García que estuvo encaramado en la valla exterior del Congreso para emitir a favor de la libertad. Hoy, que los tres están aquí, es justo que reciban nuestro afecto y el calor de nuestra gratitud. Ellos y TODOS los que han acudido a nuestra invitación
Nos acompañaron también los periodistas de medios escritos. En las tribunas y en las redacciones ofrecieron, los que lo hicieron, titulares como el del El País, a cinco columnas: “EL PAÍS CON LA CONSTITUCIÓN” y el de Diario 16: “FRACASA EL GOLPE DE ESTADO”. Aquello nos cambió el ánimo.
Nos acompañaron los fotógrafos. Singularmente Barriopedro que supo esconder su carrete en el zapato y la cámara de TVE que al dejarla conectada impidió que las mentiras de los cobardes que negaron su delito ahogaran la evidencia de los hechos grabados.
Aquellas estremecedoras imágenes quedaron registradas en televisión para afrenta de los golpistas: sin duda el documento gráfico más importante de la transición española.
También nos acompañaron los trabajadores del Congreso. Seis ujieres (uno de ellos aun en activo en la Cámara Ricardo Formoso) y algún letrado que pese a poder marcharse quiso quedarse. Y los senadores que seguían el pleno desde las tribunas que no quisieron irse y se incorporaron a los escaños, como el presidente del Senado D. Cecilio Valverde, ya fallecido, y el Vicepresidente primero de la Mesa D. José Luis López Henares que hoy está con nosotros. O el entonces Presidente del Consejo de Estado, D. Antonio Jiménez Blanco, también aquí presente, que se incorporó desde la calle al hemiciclo a eso de las siete de la tarde para estar con sus antiguos
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compañeros y correr su misma suerte. ¡Gente con valor y con mérito para recordarlos y nombrarlos!
Y en este recuerdo, la figura principal es la del Presidente Adolfo Suárez González, tan criticada en los días previos como apreciada hoy. Nos gustaría que estuviese con nosotros para reconocerle la entereza y aplomo en aquellas horas decisivas que le valdrán por siempre el respeto de todos los españoles de bien. Pocas personas han llegado a concitar en la historia de España tanta adhesión social como hoy reúne la figura de un Suárez al que la prensa, sus adversarios, sus correligionarios y otros personajes muy destacados tanto criticamos y tanto hicimos sufrir. Si hoy estuviera aquí, el mejor y más sincero de nuestros aplausos sería para él.
No podemos olvidar y no olvidamos al Presidente Calvo Sotelo, a quien los golpistas quisieron impedir e interrumpieron su investidura.
Veintisiete años más tarde soldados españoles le rendían honores en el Salón de Pasos Perdidos y trasladaban a hombros su féretro por la Puerta de los Leones. Merece la pena recordar que ese día de luto el Jefe del Estado Mayor de la Defensa se dirigió a los soldados que rendirían honores a los restos mortales del Presidente diciéndoles: “Soldados, contar en casa esta noche que os ha correspondido el honor de entrar con armas al Congreso de los Diputados y que habéis sido los primeros soldados de España que entran en el santo recinto de la soberanía nacional para honrarla y no para acabar con la libertad!”. Esa alocución es suficientemente expresiva de las cosas que han cambiado en España. Aprovecho la presencia de sus hijos, hijas, nietos y otros familiares para hacerles presente el afecto de todos nosotros.
Esos cambios acontecidos no se entenderían sin el inolvidable y precioso servicio del soldado más firme y leal
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de España: el teniente general D. Manuel Gutiérrez-Mellado. Símbolo de las libertades y la democracia que los golpistas intentaron derribar aquí delante, junto al banco azul, sin conseguirlo. Se mantuvo en pié cuando intentaron humillarle. Como en pie se mantuvo la democracia. Su entereza y valor en aquellas horas decisivas le hicieron acreedor al respeto unánime de los españoles. A su hija aquí presente y demás familia también le hacemos llegar nuestra gratitud.
De él, siempre quedara ese fotograma imborrable de firmeza moral y física, frente a los asaltantes.
¡Como olvidar el sereno y firme gesto de Santiago Carrillo al quedarse en su escaño! o el de Manuel Fraga cuando a las 8,50 se levanta de su escaño y grita: ¿Puede la Guardia Civil tenernos como a una pandilla de forajidos a tantos hombres indefensos? Esto es una traición a España. Y tanto él como Iñigo Cavero y Fernando Álvarez de Miranda gritan a los guardias: ¡Disparen contra mí!
Y también el rey que esa noche defendió el orden constitucional. Esa noche el Rey creció ante su pueblo. Tenía desde la Constitución la legitimidad jurídica que solo otorga el pueblo soberano; tenía la legitimidad dinástica que le viene por la sangre, pero la legitimidad social, la aceptación generalizada y afectuosa de los españoles la ganó esa noche al ponerse de parte de su pueblo. Esa noche, de hace 30 años, hizo por la democracia -también por la Monarquía- más que todos sus antepasados juntos.
Aquellos hechos son ya cosa juzgada. La España del año 2011 nada tiene que ver con la de 1981. Ni siquiera nosotros, los de entonces, somos hoy los mismos. La joven Constitución amenazada por los golpistas ha cumplido ya treinta y dos años.
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Del ayer nos cumple tomar las lecciones que nos sirvan para mañana. Y la lección del 23-F fue que nadie más que el pueblo español debía ser dueño de sus destinos. Que los salvapatrias y los aprendices de brujo no caben en el campo de juego constitucional. Que el árbitro definitivo no podía ser otro que el pueblo español ante las urnas para decidir los caminos de su futuro.
Y si me permitís, amistosamente, me atrevo a sugerir otra enseñanza que también nace del 23-F. En los días que siguieron en el Congreso, la convivencia entre los diputados estaba cargada de afecto y de solidaridad. Parecimos darnos cuenta de que nos unían mas cosas que las que nos separaban. Nos percatamos de que los ataques inmisericordes y despiadados y los insultos ya estaban fuera de lugar.
Sería bueno que no tengan que pasar otros treinta años para aplicar esta sencilla, provechosa y benéfica regla de convivencia.
El gran protagonista de aquel día fue el pueblo, el protagonista olvidado en tantas crónicas. Ese pueblo que aquí representamos, del que debemos enorgullecernos y al que haríamos bien en imitar.
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