Utrillas - Teruel

Mi nombre es mío, aunque como no lo tengo registrado varios lo usan por ahí. Todos me conocen por Jack, diminutivo de Jacobo y aumentativo de J, bueno, todos no, sólo los que me conocen por Jack. Mi trabajo también es mío, sino sería de otro, y consiste en investigar casos insólitos (que como su propio nombre indica a veces lo hago yo sólito). Soy investigador profesional. Bueno, soy Jack (como ya he dicho antes), no investigador (no conozco a nadie que se llame así), pero investigador también lo soy, aunque no es mi nombre, aunque Jack tampoco lo es, sólo es un diminutivo. Suelo trabajar solo, excepto cuando trabajo acompañado por mi amigo Guasón, fiel amigo, ya que jamás me ha engañado con otro investigador. Todo esto puede parecer un enorme galimatías, sin embargo, lo es. Lo único cierto de todo esto es lo que no es falso.




El misterio misterioso del cadáver muerto del castillo.



El primer caso que investigué no fue el segundo, obviamente. Todo comenzó una cálida, calurosa y gélida noche después del mediodía. Recibí una anónima llamada de mi amigo Guasón, que llamaba desde el teléfono. Me advirtió que un terrible y maquiavélico crimen se acababa de cometer en el castillo del doctor Moró, que como su propio nombre indica era originario de Marruecos. El castillo tenía fama de estar encantado y de frecuentar locales de mujeres de mala vida (ninguna de las dos cosas se pudo nunca demostrar). Hice la maleta tan rápido como pude, ya que a esas horas cuesta mucho encontrar el material adecuado para fabricarla, y salí pitando con el silbato en la boca.

Llegar hasta el castillo, situado en lo más alto de una lóbrega montaña en la zona del castillo, ya suponía toda una hazaña. El pueblo descansaba a los pies de la montaña, a la altura del tobillo más o menos. No se podía llegar por aire ni por mar, ni tampoco por avión ni barco, ya que una densa, blanquecina y tenue neblina cubría todo el valle, y también debido a que ni había aeropuerto ni puerto marítimo. No había carreteras, pero si una autopista, aunque era de pago y claro, nadie la utilizaba. Sólo llegaba el antiguo tren de locomotora, chimenea y ventanucos que recorría aquellos montes con el tétrico sonido del traqueteo de sus vetustos vagones (a saber que estarían haciendo dentro los viajeros para formar semejante escándalo).

Guasón esperó mi llegada en la vieja estación del pueblo, tan vieja que llevaba bastón. Aún era de noche. Me di cuenta porque estaba todo oscuro. El frío helaba los huesos así que los esqueletos debían de ir con abrigos. La niebla era tan intensa que era incapaz de ver la hora de mi reloj. Luego me percaté de que me lo habían robado. Yo estaba ansioso por llegar al castillo, pero Guasón me aconsejó pernoctar en el pueblo ya que podía ser peligroso andar por el bosque, ya que habitaban por aquellos parajes lobos, osos y guardias civiles.

A la mañana siguiente amaneció. El sol salió radiante, alegre, dicharachero, juerguista, cachondo y con ganas de marcha. El leve canto de un pájaro me desveló y su excremento en mi ropa me terminó de soliviantar. La gente del pueblo parecía muy amable, pero poco amigable. Parecían felices, pero ninguno sonreía. Trabajaban ensimismados en sus rutinas diarias pero no nos quitaban ojo de encima. Saludé con la mano y di los buenos días, pero nadie hizo caso a mis intenciones, excepto un par de niños que nos tiraron piedras (un extraño y doloroso gesto de bienvenida de los lugareños).

Emprendimos el camino de fatigosa subida hacia el castillo. Era el único camino que salía del pueblo y precisamente llevaba al castillo, bueno, llevar, llevar, no nos llevaba, nosotros teníamos que mover los pies para desplazarnos.

A medida que avanzábamos nos alejábamos del pueblo, pero también nos acercábamos al castillo, sin embargo seguíamos a la misma distancia del camino. Comenzó a disminuir la intensidad del sol, el bosque se espesaba (como una sopa sin remover) y la niebla hacía acto de presencia de nuevo.

Al llegar arriba dejamos de estar abajo, y parecía que fuera de noche otra vez, así que me entraron ganas de cenar. Guasón picó varias veces con el picaporte (le gustaba juguetear con él), hasta que se pilló un dedo. Luego vi un timbre, y tras presionarlo sonó una tétrica música de órgano tocando una no menos tétrica música de la cucaracha . Nos abrió el mayordomo, sospechoso número uno. Un imponente sujeto, con su predicado, de más de un metro ochenta y posiblemente de menos de dos metros cincuenta, así a primera vista. A segunda vista, feo. Por su acento, pero también por sus palabras sin acentos, descubrimos que era extranjero. Después de las presentaciones (sin power-point ) nos invitó a entrar y justo al cruzar el umbral (sin Paco) de la puerta, al pasar al interior del inmueble (que tenía muebles), un estruendoso relámpago sacudió la estancia.

• Tranquilos, aquí siempre llueve –nos calmó el mayordomo.

Para mi resultaba muy sospechoso que lloviese en el interior de un castillo, pero no tuve en cuenta sus palabras. Había una ama de llaves, sospechosa número dos que cuidaba de las llaves tratándolas con cariño, un servicio de limpieza, compuesto por un par de fregonas y una exuberante señorita rubia con ropa ceñida de kilométricas piernas con medias negras y un liguero blanco a juego con su traje negro con broches de… Guasón tuvo que pisarme para evitar mi concienzudo reconocimiento de la sospechosa número tres y de paso para que me percatase de la baba que brotaba de mi boquiabierta boca abierta. También había un servicio de cocina, sospechosas número cuatro y cinco, pero eran más feas sin duda.

• ¿Y el doctor?

• En el hospital –contestó el mayordomo.

• ¿Está herido?

• No, trabaja allí, es doctor. Ya le hemos avisado. Viene de camino.

• ¿Y el cadáver?

• No, el cadáver no trabaja allí.

• No, pregunto que dónde está el cadáver.

• Donde debería estar, digamos que no tiene intención de moverse mucho.

• Me gustaría examinarlo. ¿Podría llevarnos hasta él?

• Ya le he dicho que viene de camino.

• El doctor no, si nos puede llevar hasta el fiambre.

• No podré con los dos, ustedes pesan mucho.

Era obvio que el mayordomo protegía a alguien, pero ¿a quién ayudaba? Lo que también parecía obvio era que el mayordomo trataba de decirnos algo, pero ¿acaso sabía él quién robó mi reloj en el tren?

El cadáver yacía en la escalera principal, rodeado de un charco de lana y envuelto con una manta de sangre. O algo así. Tras examinarlo concienzudamente llegué a la conclusión de que estaba bien muerto, es decir, para ser más explícitos: sin vida. Yo iría incluso más lejos, a Groenlandia, por ejemplo, pero tendría que volver para seguir con el caso. El cuerpo tenía un cuchillo clavado en la espalda, entre la rabadilla y el cuello para ser exactos sin mucha precisión.



• ¡Este hombre ha sido asesinado! –sentencié.

• Es una mujer –me interrumpió susurrándome mi fiel y bocazas Guasón.

• Podría tratarse de travestismo. ¡Este degenerado ha sido asesinado! –repetí, más fuerte si cabe (y si no cabe, menos, menos fuerte, se entiende).

• Es la mujer del doctor –volvió a susurrarme.

• A ver, ¿quién lleva el caso? ¿tú o yo? –intenté simular una disputa con mi compañero con el fin de desviar la atención sobre mis gazapos.

Tras aquella pelea simulada, fuimos al botiquín a curarnos las heridas y a ver que se podía hacer por mi oreja desprendida, que Guasón mordió justo después de que yo le pateara sus partes íntimas. Reuní a todo el servicio en el salón. Estaba dispuesto a solucionar aquel embrollo antes de que el doctor Moró llegara a la mansión.

Al principio mis sospechas se centraron en el jardinero, ya que en ningún momento había estado presente. Después me enteré de que no tenían jardín, y, por tanto, tampoco jardinero. Aún así me guardé aquella carta, un “as” para ser más exactos y una “sota de espadas” para ser más inexactos, en el manga, ya que suelo comprar cómics chinos. Si no encontraba al culpable podía acusar al jardinero, invisible eso sí, y caso resuelto.

Luego pensé en el servicio de cocina. Podían haber envenenado a la señora Moró y luego haberle clavado un cuchillo para disimular. O podían haber envenenado al cuchillo y despúes habérselo clavado para disimular. Pero descarté esas hipótesis, parecían buena gente.

Después pensé en el ama de llaves. Esa mujer sin duda sabía lo que se traía entre manos (que no era otra cosa que llaves). Podía acceder a cualquier estancia de la mansión, así que ¿por qué matar a la señora en las escaleras, dónde todo el mundo tiene acceso? Esa podría ser su cohartada (Al pensar en ello me hizo gracia la phalabra cohartada, con su hache intercaladha, que provoca que intercahles haches donde no dhebes). Fijándome mucho comprobé que era bizca. Si hubiera querido matar a la señora Moró por la espalda le habría atacado por el frente (ya que era muy bizca) y eso habría hecho que la víctima hubiera podido defenderse, y ese no era el caso.

Más tarde sospeché del servicio de limpieza. Bueno, de las fregonas no, claro, sino de la rubia. ¿Qué motivos iba a tener una preciosa, delicada y exhuberante mujer para matar a otra, por cierto, vieja? ¿Dinero? Demasiado fácil. Evidentemente, ella no era culpable de nada, sólo había que mirarle sus perfectas nalgas rechonchas para comprobar que… De nuevo Guasón me sacudió, esta vez con un sonoro codazo en las costillas.

• Luego tendré que inspeccionarla en privado a fondo –le dije a la joven.

• Yo no he hecho nada –se defendió.

• Así que sin experiencia en la intimidad, ¿eh? –le sonreí guiñándole un ojo (ya que es imposible guiñar un brazo o una pierna) mientras ella me observaba anodadada (que resulta curioso pero es una palabra que contiene 3 “da”, que significa “sí” en ruso. Curioso como he dicho).

Había barajado todos los naipes, llamados también opciones, y todos me llevaban a un callejón sin salida, aunque yo seguía estando en el interior del inmueble. Sólo quedaba una posibilidad.

Y justo en aquel instante el doctor entró por la puerta, ya que por la ventana le resultaba muy incómodo, y se presentó en el salón.

• Usted es el asesino –incrimé al doctor.

Todos quedaron boquiabiertos y exclavizando, ¿o se dice exclamando?

• Eso es imposible, mi trabajo consiste en salvar vidas, no en quitarlas –se defendió, sin escudo ni espada.

Tenía mis argumentos, y los expuse con tanta claridad que deslumbraban. Era cuestión de probabilidad. Tenía acceso a la casa sin necesidad de llamar a la puerta (de todos modos, ¿para qué llamarla? No contestaría, una puerta es un ser inerte), ya que poseía su propio juego de llaves, juego de oca y juego de parchís, lo que le permitía moverse con total impunidad por todo el castillo y salas de juego. Además, la sirvienta, de muy buen ver (y mejor tocar), estaba liada con él, seguro. Y de no ser así, este tío era tonto de remate y gol. Celos, o quizás una disputa, o tal vez una disputa (sí , sabía que me repitía, pero era para provocar un mayor énfasis en la palabra “disputa”, que curiosamente se compone de dos términos: “dis” y… bueno, sigamos con el tema). Y entonces fue cuando dí la estocada final, sin traje de luces ya que no había traído bombillas:

• Doctor, no finja más, la muchacha del servicio ha confesado…

En ese preciso instante el doctor me interrumpió sacando un arma que llevaba oculta, antes, ahora era bien visible, el arma quiero decir, bueno, y él, ya que no había desaparecido. Nadie había desaparecido, aún. Aquel gesto delató al doctor y yo terminé mi frase:

• …ha confesado que ella no había hecho nada.

Así, a lo tonto, como quien no quiere la cosa, por casualidad, de rebote, por pura chiripa y casi sin querer, tampoco es que le quitara la ropa, pero destapé al asesino. Ahora teníamos otro problema, llamado Magnum Parabellum. Magnum de nombre y Parabellum de apellido. Pero el problema era otro más diminuto, llamado balas. Esas si que eran peligrosas, aunque tampoco mucho, ya que lo malo de las balas no son las balas en sí, sino la velocidad que cojen (¿pero han pensado en la posibilidad de un armario, por ejemplo, a la velocidad de una bala? Eso sí que debe hacer pupa).

• Díganos por qué lo hizo –le recriminó mi fiel amigo Guasón.

• Elemental, querido Guasón –intervine para no perder protagonismo-. El doctor estaba en trámites de divorcio, iba a perder el castillo, su coche, todo, y lo que es más importante, su dignidad y reputación (un buen doctor que se precie debe mantener una buena escala social). La mató creyendo que nunca sospecharían de él.

Hiciera lo que hiciera el doctor su vida profesional estaba acabada. Pensé acertadamente que no nos podía matar a todos, ya que no tenía suficientes balas en la cámara repetitiva, o sea, la recámara, así que intentaría huir.

• No os puedo matar a todos, intentaré huir –resucitó, ¿o era sin el “su”, sólo recitó?

• Eso ya lo había pensado yo –exclamé exclamativamente (no iba a interrogar interrogativamente, claro).

Por supuesto, no permitiría que un malandrín de su calaña pudiera escapar impune de su crimen, así que me había guardado un “as” en la manga,que no me sirvió de nada, ya que no estábamos jugando a las cartas. Pero, igual que el abuelo Paco Martínez Soria, tenía un plan… pero el mío era de ahorros. De todos modos me dispuse a gastar mi último cartucho, pero me encontré sin escopeta. Aún no había dicho mi última palabra, por eso seguí callado.

• Para que nadie me delate a la policía he cortado las líneas telefónicas. Para cuando puedan avisarles ya estaré muy lejos.

Pero él no contaba con la posibilidad de mi teléfono móvil, el cual muy móvil no era, ya que por sí sólo era incapaz de desplazarse a ningún sitio. Además, en lo alto de la montaña no tenía cobertura, ya que la carcasa se le había roto, y la antena estaba rota, pero eso me daba igual, porque de todas formas no pensaba sintonizar ningún canal de televisión.

• No puede escapar –le increpé-, el castillo está rodeado…

En ese momento fue cuando el doctor depuso su actitud y se entregó desconsolado (sin consolación, aparato sexual en forma de falo que… mejor trato de centrarme en el tema principal). Tiró su arma al suelo y puso las manos por delante para ser enmanillado, que como todo el mundo sabe es la parte delantera con la que se conduce una bicicleta. Y claro, yo terminé mi frase incompleta:

• … el castillo está rodeado de árboles y matojos.

Así, a lo tonto, como quien no quiere la cosa, por casualidad, de rebote, por pura chiripa y casi sin querer, tampoco es que le timara como si aquello fuera una timba, pero engañé al doctor por segunda vez. Para cuando quiso reaccionar, cual avión a propulsión, mi fiel amigo Guasón le había puesto los grillos (grilletes de tamaño considerable).

• ¡Esto no quedará así! –gritó el anteriormente doctor (porque acababa de dejar de ejercer como tal), ahora rehén y viudo y antes cruel asesino y marido, muy anteriormente novio de la víctima y, en su infancia, niño.

• Efectivamente, no quedará así porque usted acabará entre rejas –le repuse-, bueno entre ellas no, porque son muy estrechas y no cabe, justo detrás de ellas.

• Me vengaré algún día –juró. La venganza es un plato que se sirve frío, ya que como todo el mundo sabe la venganza ni tiene horno ni microondas.

Fantástico, pensé. Eso significaría la segunda parte de: “El misterio misterioso del cadáver muerto del castillo II: El doctor contraataca”. Con un poco de suerte, y si nadie muriera en esa segunda historia, podría haber posteriormente: “El misterio misterioso del cadáver muerto del castillo III: El retorno del doctor”. Una trilogía. Y posteriormente vendrían dos trilogías más, una anterior a los hechos que acontecen y otra posterior. Ya lo veía: “El misterio misterioso del cadáver muerto del castillo (Episodio I): La amenaza del doctor”, y su secuela (aunque debería pagar la entrada como todo el mundo, ya que secuela) “El misterio misterioso del cadáver muerto del castillo (Episodio II): El ataque de los clones del doctor”.

Pero eso, queridos amigos, es otra historia…



Por cierto, todo relato tiene su moraleja: “Se pilla antes a un asesino mentiroso y cojo, que a un cojo (asesino o no)”. Y si quereis un consejo: escaparos del ejército, que cuando os pillen tendréis uno, pero de guerra.

TRUCHITO NO PENSARAS QUE ME VOY A LEER SEMEJANTE TESTAEMNTO VERDAD

QUE ESTAS EN EL FORO DE UTRILLAS NO EN OTROS EH ASI QUE MODERATE UN PELIN Y NO NOS METAS ESOS ROYOS ANDA WAPO DE CARA

Yo sigo pensando que pa esto,prefiero las poesias,niña,¿Que quieres que te digaaaa?

y yo ....y yooooooooooooooooo jajaja

¿Habra en el mundo alguien mas pobre y misero que yoooo?

Luego,miras para atras y dices:Quita,quita,que ya estoy bien como estoy

Pues si,siempre hay alguien peor que uno y mejor tambieeeeeeeeeeeeeeeeeen ...hay que consolarse con lo que tienes por coXjones vamos

Por narices,Baturra,por narices.

No olvides que estudiaste rodeada de monjas

Pues siiiiiiiiiiiiii,pero tu sabes porque fue?

Mi madre que era muy inteligente la mujer........

a mi hermano lo apunto a las nacionales que era el colegio normal maestros de calle por asi decirlo el colegio era mixto ...nacio la niña a las monjas era de monjas y maestros de calle tambien no solo monjas jaja ,pero la diferencia era la siguiente en el colegio de monjas habia un dia a la semana que las niñas teniamos que dar costura obligatoriamente jeje ..bueno entonces me repateaba pero he de decirte que tengo hechas unas mantelerias y todas esas cosas que se hacen a punto de cruz,yugoslabo,bainica etc...muy monas la verdad..por eso te digo que mi madre era muy inteligente bla niña a coser y el niño noooooooooooo jajajajajajaja

Cuando luego entren los niños y vean que hemos estado hablando de bordados,de bolillos,de punto Mallorquin De Punto Yugoslavo,y de vainica doble....ya veras,ya.
Te la vas a ganar,seguuuuuro.

JAJAJAJAJAJA ¿Y NO TE ENSEÑARON EL PUNTO CARIOCA? ESTE PA TI , EL OTRO TAMBIEN Y ESTE POR QUE TE TOCA .............

Mira tu por donde noooooooooooooo,pero se ve quea ti si rey jajajaja.


Ninfa ya entro el primero y se esta despachando agusto

¿Te lo dije?

La presente unidad didáctica pretende dar respuesta a la necesidad que teneis las laboriosas hormigitas de trabajar un contenido como es el ritmo, a menudo difícil en la etapa para los alumnos de punto yugoslavo (vergüenza, miedo al ridículo...). Para superar estas dificultades se presenta una unidad didáctica con materiales novedosos y motivantes como son las cariocas.
Palabras clave: Malabares. Cariocas. Coreografía. Ritmo.

Pues valeeee

copiota que eres un copiota ....jajaja eso no se te ha ocurrido a ti nio harto de vino jejeje

Jopelines,Baturra,que chivata que eres,chiquitaaaaaa,deja al niño que copie lo que quiera.

JOOOOOOOOOOO es que se ha notado mucho jajaja

a nosotros en las escuelas nacionales nos enseñaban los fines de semana el PUNTO G.

¿La maestraaaaa,paisanooooo?
¿O eran clases interactivas?
Pues si que salisteis adelantados.