Arcos de las Salinas - Teruel

Esta persona que aparece en la fotografía se trata efectivamente de Ramón Pinazo, como nos indica nuestro amigo JAVIOTE y además seguramente es familia suya, como demuestra la posesión de la fotografía que ha colgado en esta página.
Sin embargo JAVIOTE no debe conocer con extensión la historia de Ramón Pinazo y que a mi, por esas casualidades de la vida, me hizo llegar hace años un descendiente de Ramón.
Nació en la aldea de la Higuera hacia finales de la década de 1870, donde transcurrió su infancia y juventud en compañía de sus padres y hermanos Pedro, José, Avelina y María.
Cuando cumplió los veintiún años fue llamado a quintas como todos los mozos de ese reemplazo y como todos los mozos del pueblo y aldeas de Arcos de las Salinas hizo la vuelta de quintos. Al llegar a las Dueñas conoció a una joven que se llamaba María Murria y que todos le decían "la rulla", por unos graciosos caracoles o rulos que llevaba en el pelo. En seguida quedó prendado de ella y le dijo que si le esperaba a que viniese de la mili se casaría con ella. Pero su servicio militar fue muy largo, ya que le tocó ir a Cuba y precisamente cuando nuestro imperio colonial presentaba su fin, es decir que tuvo que participar como soldado de reemplazo en la Guerra de Cuba (189. Allí estuvo a cargo del repostillo de la compañía en la que sirvió, osea el cabo o soldado encargado del control y distribución de las prendas militares y en donde, según me contaron, ya desarrolló un gran carisma e ingenio para lidiar con el resto de compañeros.
Al finalizar la guerra fue repatriado a España en unión de otros soldados, entre ellos un paisano suyo que se llamaba Manuel y que además de afligido por la derrota, regresaba enfermo a su aldea natal de Las Dueñas, donde pertenecía a la familia de "los Jorges".
Cuando llegaron a Arcos, Ramón mandó a la Higuera dos flamantes baúles que había comprado en Cuba, uno de color rojo y otro azul. Los que me contaron esta historia dicen que iban cerrados y no se sabía que portaban, posiblemente ropas de allende de los mares, aunque algunos dijeron que también habían visto una bolsa con monedas de oro. Quien sabe si esto sería fruto de la imaginación, lo que sí es cierto es que un macho transportó los dos baúles a casa de sus padres, donde sus hermanas si no hubiera sido por los candados hubieran dado buena cuenta de ellos, según contaron.
Mientras, Ramón se fue a Las Dueñas a pedir la mano de su prometida María que había estado aguardando su regreso.
Cuando se casó vendió la hacienda que sus padres le habían dejado en la Higuera y se trasladó a Las Dueñas, donde compró casa y un bancal que hay en la hoya de la aldea y que los naturales de la masada llaman según creo "el hueco de las Dueñas". El bancal, aunque uno de los más grandes de las inmediaciones, era alargado, estrecho, con un relomo en el medio y que por ser de secano sólo era apto para el cultivo del cereal. En su interior habían cuatro o cinco encinas y varias parras en su paredes que daban y dan un dulce fruto. Lindaba con un campo del tío Ignacio, otro del tío Serafín y otro del tío Jesús "Jorge", primo hermano de aquel Manuel que regresó enfermo de Cuba.
A partir de aquí inició su vida en la tierra de su mujer, donde fue conocido por hombre recto, trabajador incansable y ahorrativo en sobrelímite.
Tuvo cinco hijos, dos varones: Ramón y Juan; y tres hembras: Natividad, Rufina y María.
Tuvo un macho Romo que era la envidia de la aldea y que todos los jóvenes querían montar por su amplio lomo y tuvo una escopeta con la que daba rienda suelta a su pasión por la caza.
Su casa era la última en acostarse y la primera en levantarse, lo que hacía decir a sus hijos, medio en serio medio en broma, que allí se comía una vez y se cenaban dos, pues tanto la cena como el almuerzo se hacían de noche.
A la raya del alba, Ramón cogía su escopeta y se daba una vuelta por los bancales próximos a ver si podía tirar a las perdices mientras pacían, pero antes de salir el sol y antes de que ninguna chimenea de la aldea echase humo, el ya había encendido fuego y llamaba a sus hijos a desayunar, el trabajo empezaba.
Malgastador nunca fue, ni mucho menos, al contrario, dicen que era ahorrador a la máxima expresión. Cuentan que en su casa no faltaba de nada, chocolate, café del bueno, azúcar de primera, etc, pero que no se consumían nunca, si no es que no venía una visita relevante de las que mas adelante hablaré.
Con ese trabajo y ese espíritu económico, es lógico que poco a poco fuera conformando una de las principales haciendas de la aldea. Sus ovejas también eran de los atajos más numerosos de la masada y en verano los llevaba a la Sierra en unión del ganado de Manuel "Javielo", patriarca de otra familia del lugar. Le llamaban "Javielo" porque su madre se llamaba Javiera.
En cuanto a su tendencia política me contaron que era muy de derechas, siendo de los pocos votos junto con el del Tío Campillo de las Salinas, del que por cierto eran grandes amigos, que votaron a la CEDA en las elecciones de 1935, en la II República.
Aunque es difícil conocer las creencias religiosas internas de un hombre, Ramón debía de ser hombre de fé, al menos de iglesia. Cuando el obispo de Segorbe debía de desplazarse a la aldea, era Ramón quien lo iba a buscar con las caballerías y lo hospedaba en casa, momento en que le ofrecía sus mejores agasajos. Posiblemente fue esta la razón por la que posteriormente su hijo Ramón estudió en el seminario de Segorbe, donde aunque no salió vistiendo sotana, si obtuvo una cultura superior a la media que aprovechó en un comercio que montó en Valencia.
Y de la Higuera no penseis que renegó, sino que cada cierto tiempo volvía a su barrio para ver a su familia, en especial a su sobrino José, al que le trasmitía todas las confidencias que en ocasiones no se atrevía a hacer en las Dueñas.
Julio de 1936, inicio de la Guerra Civil. Las Dueñas, al igual que casi toda la provincia de Teruel, fue territorio fiel al gobierno de la República. Un día llegaron a la aldea unos milicianos y pidieron entrevistarse con el alcalde pedáneo, lógicamente de tendencia republicana, que no era otro que Manuel "Javielo", el de las ovejas, y le preguntaron "Tío Manuel ¿Quién hay aquí de derechas que merezca un escarmiento?", a lo que el otro les contestó "Aquí ni de derechas, ni de izquierdas, todos somos pobres y hombres de paz".
Mira por donde esa respuesta le valió la vida a Ramón, pero también a Manuel "Javielo", ya que en 1937, cuando las tropas de Franco tomaron las sierras de Teruel después de entrar en la capital, un grupo de falangistas se entrevistraron con Ramón Pinazo y le solicitaron informes sobre gentes que se habían significado en la Republica, a lo que la respuesta de este fue similar a la primera. Entre uno y otro salvaron a las Dueñas de las represalias de ambos bandos y que luego sin lugar a dudas condicionó para bien la vida futura de la aldea.
Continuó su existencia luchando contra el frío, el calor, la dureza de la tierra, la lluvia, el cierzo, el pedrisco, el árbol sin flor y todas aquellas otras cosas que las gentes de estas sierras estaban y estan tan acostumbrados a soportar. Para bien sus hijos tuvieron hijos que le llamaban abuelo, Pilar, Paco, Miguel, Juan, Manolo, Maruja ...
Y como todo el ciclo de la vida, empieza y termina. El día 6 de enero de 1942, día de Reyes, se levantó bien aunque con unas molestias en el estomago. Después de comer bajó con su hijo Juan a plantar unos ajos a un huerto que tenía en una zona que se denomina El Gollizno. Para los que quieran acercarse al bancal en cuestión, no tienen mas que seguir el cauce del agua que baja por la rambla procedente de la fuente de las Dueñas y a unos doscientos metros después de pasar la aguardientería y el lavadero, observarán una balsa a la izquierda del arroyo, ese es el huerto del Gollizno del hombre de la fotografía. Pues bien, estaba agachado plantando los primeros ajos, cuando le vino un fuerte e intenso dolor en un costado del bajo vientre que le paralizó hasta el habla. Como pudo llamó a su hijo y como pudieron subieron por las callejas hasta su casa.
Lo acostaron bajo un fuerte dolor y llamaron al médico de Arcos, el cual diagnosticó un "cólico miserere", que aunque se trataba simplemente de una apendicitis, como su propio nombre indica, era fatal para los que lo padecían en aquellos años en lugares sin asistencia quirúrgica.
Ramón entre el dolor sólo era capaz de oír al médico decir que desde el punto de vista técnico una leve operación bastaría para extirparla, pero que allí y sin material era imposible practicarla. Ramón pensaba que porqué no habría nacido y vivido en Valencia o Barcelona, mientras se le oía decir "si pudiera cagar..."
A los pocos días, concretamente para San Antón, Ramón Pinazo falleció en su casa de las Dueñas acompañado de su mujer e hijos después de haber recibido los santos óleos. Su viuda María lo sobrevivió algunos años más. En la actualidad sus cinco hijos han fallecido todos y algunos de sus once nietos también. Tiene diecinueve bisnietos, todos ellos vivos y algunos conocedores de su historia. Su casa, que estaba en el barrio de arriba, fue la primera de las Dueñas que se cayó en parte, allá para el año 1962 y mató unas cuantas ovejas del ganado de su yerno.
Querido internauta, después de esta historia que es tan verídica como que tú estas en este momento sentado frente a un ordenador (si no te lo crees pregúntaselo a sus descendientes que son quienes me la han contado), espero que cuando veas la fotografía de Ramón Pinazo, veas algo más que un vestido masculino de 1918, por cierto fue de las últimas personas de la aldea que llevaron el vestido tradicional aragonés y que tuvo la suficiente solvencia económica para poder demostrarlo en un estudio de fotografía de Valencia. Un saludo.