Villanueva de San Juan - Sevilla

No se si sera por el solano o por lo cansada que me siento de ver en lo que se ha convertido el mundo, pero me siento mas sola que nunca aun rodeada de gente. Siento que no pertenezco a estos años, o a estas gentes, no me puedo expresar como soy , pues creo que nadie puede entenderme y al mismo tiempo no los entiendo. Quien pudiera volver a los años de la niñez y correr por las calles y jugar a los chinos con las amigas y.......... aaiiiiii. Tantas y tantas cosas que se han perdido. Que sera de nuestros hijos en un mundo en el que los valores mas importantes se han y se estan perdiendo, nadie hace nada, somos simples observadores de nuestra propia destruccion, y me da tanto miedo que si lo pienso mucho creo que me falta el aire y rapidamente pongo mi mente en otra cosa. En fin, solo queria compartir con ustedes algunos de mis pensamientos

Nuestros padres y abuelos que sufrieron épocas de guerra miseria y corrupción, pero a lo grande, debieron pensar ¿que mundo les vamos a dejar a nuestros hijos y nietos? Sin embargo aquí estamos, y nuestros hijos y nietos seguirán estando cuando nos vallamos, que tarde muchos años, es ley de vida. Mientras tanto hemos de dar la lata todo lo que podamos y sobre todo reír, reír todos los días, o al menos sonreír. Sonría por favor… Gracias…

Dice don Francisco Mora, doctor en neurociencia, que la mente es el tejido cerebral cosido con hilos de tiempo. Que puede recrear todo momento vivido, y además, le podemos añadir o quitar, crear.
Los hilos que cosen los periodos infantiles y de nuestra juventud deben ser de los más fuertes pues son periodos que, sobre todo si vives fuera de donde los viviste, los tienes más presentes que otros, y también puede que uno sin darse cuenta recosa o remiende ese pajose (patchwork) que es la vida.
Una vez estuve fuera del pueblo un periodo largo, quizás doce o trece años, cuando volví era de noche las calles estaban vacías y el pueblo me pareció muy pequeño, fue la primera vez que repare en la placa de la calle de la C pues nunca pensé en esa calle con ese nombre, siempre la conocí como el Callejón de Esperanza, me parecía casi imposible que fuera allí en medio de aquella calle donde se herraban las bestias. Después, como el ojo se adapta a la oscuridad, la mente y los recuerdos se fueron acompasando. A la mañana siguiente me parecía normal que todo el mundo se diera los buenos días y las mujeres barrieran la puerta. Desde entonces vuelvo más a menudo, no quiero que los hilos que cosen esos trozos se deshilachen. Por otro lado también me sirve para desmitificar.
saludos.