Villanueva de San Juan - Sevilla

Hace unos días estuve ayudando a mi padre en las tareas de recolección de las patatas que él cada año cría al abrigo del pequeño huerto familiar.
Pensé entonces que a veces pasamos de puntillas y sin prestar atención a las cosas mas cotidianas. De ahí que surjan estas líneas en honor a un alimento tan socorrido y familiar como son las papas, ahora en estas fechas cercanas a la recogida de este producto, casi de forma generalizada, en todas las casas de nuestro pueblo.

Son abundantes las vicisitudes que rodean a este alimento.
Las patatas se cultivaban hace diez mil años en los valles andinos y acompañan al hombre casi desde el nacimiento de la agricultura, llegando a Europa apenas en el siglo XVI a bordo de los barcos españoles, que importaron el producto y su nombre originario, ya que el término papas proviene del quechua, pueblo y lengua ubicados en el Cuzco y otras zonas incaicas del Perú. En un principio, en Europa, la gente desconfiaba de este alimento, llegándose a pensar que era difusor de enfermedades, entre ellas la lepra, se tenía la creencia de que eran venenosas y sólo a raíz de las hambrunas de los siglos XVII y XVIII su consumo se vuelve generalizado entre la población. Fue el motor alimenticio de las grandes revoluciones industriales en nuestro continente. En el 2008 las Naciones Unidas lo reconocen y elevan institucionalmente, dedicándole como suyo ese año, catalogándolo como el cuarto alimento base del mundo tras el maíz, el trigo y el arroz, aunque el primero en suficiencia y calidad nutritiva.

Mi padre, como dije, ha recolectado estos días la porción de papas de la que disfrutaremos a lo largo del año. Sus manos de agricultor; doradas por el sol,sabias, curtidas y sagradas, como hechas del mismo material que un olivo centenario, han obrado de nuevo el milagro con la connivencia de la tierra y el agua. Ahora, nuestras papas, reposan en el silente habitáculo de un trastero de la casa familiar, al abrigo de la oscuridad y frescura de ese lugar destinado a ellas desde siempre.
Desde allí ascienden a nuestra mesa para reconvertirse -calladamente - como todas las cosas en verdad importantes y que pasan desapercibidas, en uno de nuestros puntales alimenticios bajo las múltiples formas de su preparación. Aún hoy, a pesar de la vejez ancestral de su estirpe, de su condición de milenaria de milenios no ha perdido un ápice de su generosidad. Algo, aparentemente tan simple, como las papas.
Un saludo. Manuele.

Es de agradecer este bonito relato sobre las excelencias de la patata y sobre su importancia en la alimentación de la humanidad. Si no recuerdo mal leí que entre las causas que motivaron el inicio de la conocida Revolución Francesa, donde se encuentra la escasez de alimentos, estaba el aumento del precio de la patata. Otra cosa que destaco del escrito de manuele es el respeto, el cariño y la veneración al hablar de su padre.

Comparto y respeto todo lo que se ha dicho en los dos comentarios anteriores, pero las papas son papas no patatas.

Papas con huevos estrellados, papas a lo pobre, papas panaderas, papas fritas, papas asas, papas arrugas, papas al mojo picón, papas hervidas, ensalada de papas, papas aliñas, un guiso de papas, una tortilla de papas, patatas chips, patatas paja, y mil formas más de patatas. ¡Ya era hora de que alguien le hiciera un homenaje! Además, no hay que olvidar que, como dice la trinca, el hombre viene de la patata.
De la patata prodigiosa