Villanueva de San Juan - Sevilla

SAN PABLO MIKI EN VILLANUEVA DE SAN JUAN
Aunque a cualquier persona le resulte raro el apellido y por supuesto no conozcamos por aquí a nadie que lo lleve, para nosotros los villanoveños no debería ser así, ya que Pablo Miki lleva ligado a Villanueva de San Juan, mucho tiempo, aunque no sabría decir ahora cuantos años exactamente, porque tampoco supimos quien era este personaje hasta mediada la década de los años sesenta del pasado siglo XX, con motivo de unas obras que transformaron en parte nuestro templo parroquial.
Este desconocido personaje, cuyo nombre era Pablo Miki, había nacido en el reino de Tsunokuni (Japón), y era hijo de Miki Hanhayu, que era un valiente capitán del ejercito de aquel reino. Fue educado desde niño en el seminario de Azuchi y Takatsuhi, ingresó en la Compañía de Jesús (o Jesuitas, como normalmente se le conocen) y siguió en su vida todas las vicisitudes por la que pasó la Iglesia japonesa. Amó con pasión su vocación, siendo considerado como el mejor predicador de Japón; estuvo cerca del sacerdocio y sufrió el martirio cuando tenía 33 años. Esto ocurría en Nagasaki, el día 5 de febrero de 1597, en la colina de Nishizaka, cerca del mar, y junto con él fueron martirizados otros 26 cristianos, entre los que se encontraban japoneses y extranjeros, religiosos franciscanos y jesuitas y un numeroso grupo de cristianos japoneses. La sentencia de muerte había sido firmada en Osaka, por el jefe del gobierno japonés Toyotomi Hideyoshi, encargándose de ejecutarla Terazawa Hazaburo, que era hermano del gobernador de Nagasaki y amigo de Pablo Miki. Estos mártires sabían que tenían las cruces preparadas, porque antes le habían tomado las medidas. Sus cuerpos fueron fijados a las cruces con unas anillas de hierro en el cuello, en las manos y en los pies (puede verse en el retablo), una cuerda a la cintura los dejaba bien fijados al madero. De esta forma el martirizado se asfixiaba lentamente, dándose cuenta de todo ello; para acelerar su muerte y evitar más sufrimientos, Terazawa Hazaburo ordenó a los verdugos que alancearan los cuerpos, con dos lanzas cruzadas a la manera japonesa.
En este retablo que represente el martirio ya dicho, se puede ver a nuestro personaje ataviado con hábito largo jesuita, con su mirada hacia arriba, al cielo, amarrado a la cruz y atravesado por una lanza. Es una escultura de autor anónimo, de estilo barroco (siglo XVIII) y, a pesar de no estar bien conservado se pueden observar muchos detalles detalles de los dorados.
Hasta los años sesenta como ya he dicho, el retablo estaba colocado en la parte central del arco toral y, debido a la altura, nadie había visto el detalle de su nombre que figura en el mismo, ni por supuesto se sabía que era lo que le atravesaba, se pensaba que era una vara que llevaba al cinto al modo que solían hacerlo los que trabajaban con las recuas de asnos, de ahí que se le conociera con el nombre de “EL ARRIERO“.
Parece ser que esta escultura de autor anónimo y de estilo barroco, llegó a este pueblo procedente (presumiblemente) del templo que la Compañía de Jesús tenía en Osuna, habiendo formado parte de un retablo. Llegó aquí junto con otros objetos que enviaron a varios pueblos, a mediados del siglo XVIII, entre ellos estaba La Puebla de Villanueva (antigua denominación de Villanueva de San Juan), para dotar a nuestro templo que se había terminado de construir a finales del siglo XVII (1692), y junto a él enviaron ornamentos litúrgicos, un cáliz, dos imágenes de bulto, dos campanillas de altar, un par de manteles, dos candeleros, palios y sagrarios, entre otras cosas. Todos estos objetos y los demás que después tenía el templo desaparecieron en la guerra civil española 1936-1939, quedando solamente el retablo ya dicho por el lugar tan alto en que se encontraba. J.Ruiz.