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DIEZ AÑOS DE ALBERTO Y ASCEN
“En esta sala se halla reunido lo mejor que ha dado España” Lo dijo ayer en Sevilla Jaime Mayor, ¡y tenía razón! Lo decía en el acto homenaje a Alberto y Ascen, asesinados por la banda terrorista ETA hace diez años, y señalando a los sobrevivientes y a las victimas del terrorismo que nos acompañaron a todos los sevillanos. Porque cuando se mata a un representante del pueblo, se pretende matar a todo el pueblo al que representa, y a la misma democracia. Ellos, los mejores, eran: Mª Jesús González, que perdió una pierna y un brazo y vio como a su hija Irene Villa le volaban también las dos piernas, pero nunca perdió la sonrisa. Y José Antonio Ortega Lara –que aquel lazo azul aún está prendido en todos nosotros, los insobornables-; Cristina Cuesta –nuestra pionera, la que nos abrió la puerta de la dignidad por la que seguimos entrando-; Francisco José Alcaraz –símbolo y estandarte de la rebelión cívica-; o Mapi, viuda de Fernando Múgica que siempre supo que moriría así pero no hincó su libertad ante los totalitarios. Y estaban Carlos Iturgaiz, Mª Mar Blanco e Iñaki Ezquerra, que siguen manteniendo la llama del espíritu de Ermua, el que nos señaló el camino para la derrota del terror. Y Regina Otaola, tan valiente pero nunca frágil, que entró en política de la mano de Goyo Ordoñez y no claudicó cuando lo mataron y ahora representa nada más y nada menos que la bandera de España. Que también estaba Consuelo Ordoñez, bella, brava, segura y rotunda: “Las victimas hemos pagado un alto precio, tenemos derecho a reivindicar, reclamar y opinar.” Y estaban los nuestros, Soledad, Javier, Juan Ignacio, que ayer no eran ni Becerril, ni Arenas, ni Zoido, sino compañeros, amigos y luchadores, junto Alberto y Ascen, por la libertad de todos.

Teresa Jiménez Becerril lideró una jornada impresionante en recuerdo no sólo de su hermano y cuñada, sino de todas las victimas del terrorismo fanático en España. Porque ignorar a una sola victima es ignorar a toda la sociedad. Fue un privilegio compartir con ella la oración en el cementerio y la misa en la Catedral, la ofrenda floral en el callejón de la muerte –ese ramo de la AVT, que colocó Mercedes Cordero, con las tres rosas blancas que representaban a los hijos de Alberto y Ascen, en medio de un mar de sangre, de flores y ramas rojas-; el impecable y emotivo Acto Homenaje con tantos testimonios, que se cerró con un vídeo desgarrador –ay, ¿cómo puede hacer diez años si os tenemos tan vivos y presentes y os amamos tanto?- y con la lectura de una carta de otra víctima, Jose Mª Aznar: “Las victimas nos han dado la mayor lección moral que se puede dar hoy en España”.
Y la recogida de mensajes final, en una vigilia hasta bien entrada la madrugada, en el mismo lugar donde hace diez años quisieron arrebatárnoslos. Lo que no pueden ni podrán, mientras sigamos manteniendo su memoria. Y así lo dijo Teresa: “Lo que ETA nos dejó es dolor, dolor y más dolor. Las victimas somos coraje, valor y más valor. Nuestro testimonio les deja sin argumentos. Nuestra voz, nuestra memoria, nuestra presencia es la mejor arma contra el terror mismo. El silencio de sus victimas es el mejor cómplice de ETA. Mi hermano murió por ser justo, por ser libre, y sobre todo, por ser español.”

Pero aunque un millar de ciudadanos hayamos acompañado a las familias de Alberto y Ascen, también se hizo sentir el peso de los indiferentes. Sevilla, como el resto de España, se encuentra demediada, dividida en dos, tras un legislatura en la que se nos ha querido vender las bonanza de sentarse a dialogar con los que apretaron el gatillo contra Alberto y en su locura homicida también mataron a Ascen mientras lo socorría. Se produjo un incidente con Monteseirín, que ha trascendido, y que da cuenta de la indignación de mucha gente con los ambiguos:



Y, al tiempo, de dentro de un portal del callejón del crimen, se oyó una voz masculina, anónima y cobarde: “Carmen, no salgas ahora que la calle está llena de basura. Espera que se la lleven”. La basura se supone que éramos nosotros: las víctimas y el pueblo solidario. Pero nadie contestó a la provocación. Porque hemos aprendido algo en estos diez años.
Hemos aprendido que los asesinos buscan imponer su voluntad sobre las ruinas del miedo. Siempre se dice que el miedo es libre. Pero lo de que debería decirse es que los hombres sólo son libres sin son capaces de vencer el miedo y proclamar su verdad, por muy estrecho que sea el pasadizo que el poder les deje. Ni Zp ni su gobierno estuvieron presentes en la callejuela donde Alberto y Ascen perdieron la vida, pero su mezquindad de miras y su falta de escrúpulo y tutela efectiva de nuestras victimas en lugar de conseguir nuestra rendición, han puesto en marcha la rebelión cívica. Que no parará hasta que en la Moncloa haya un presidente que recupere nuestra Memoria, la Dignidad y la Justicia. La manifestación más importante tiene lugar el 9 de Marzo (lo dijo ayer Alcaraz) y en ella hemos de decirle, alto y claro, a quien nos ha mentido y ha jugado con la dignidad de nuestras víctimas y nuestro pueblo: “ZP, En mi nombre: NO”
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