El zumbido En víspera de la sentencia del 11-M la teoría de la conspiración se ha quedado sin padre cuarenta y ocho horas antes de que sea conocida la sentencia por el mayor atentado terrorista de la historia de España. Quienes se dedicaron durante más de tres años a poner en entredicho el trabajo de policías, guardias civiles, jueces y fiscales, acusándoles de estar comprometidos en una formidable trama delictiva, se han “apendejado” de sus acusaciones y se han apresurado a quedarse fuera de esa cantinela irresponsable. Hay miedo al efecto que pueda producir la sentencia cuando se conozca escrita en papel timbrado. Queda para la historia la hemeroteca llena de tanta irresponsabilidad y para testimoniar que los dirigentes del Partido Popular, en contubernio con un grupo de periodistas, despreciando a los familiares de las víctimas, trataron de deslegitimar la victoria socialista pretendiendo que todo el aparato del estado era cómplice de una maniobra de intoxicación. ¿Qué hacer ahora que va a existir una verdad judicial documentada que enviará a la cárcel a los culpables que quedan vivos? Soy de la opinión de que la sociedad en su conjunto debiera ser inmisericorde con quienes han tratado de sacar provecho personal de esta tragedia, manipulando a las víctimas. Los nombres están en nuestra memoria y no debieran ser nunca olvidados: José María Aznar, Ángel Acebes, Juan Ignacio del Burgo, Vicente Martínez Pujalte, Eduardo Zapalana, Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos… Todos ellos y algunos más ocupan lugar destacado en la historia de esta ignominia. Pero también deberían ser recordados quienes han sido sumisos seguidores de esta formidable operación política y mediática: los redactores obedientes, los políticos incapaces de rebelarse contra quienes han dirigido la mentira. C.C.
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