Paradas - Sevilla

El despótico gobernador de la vega de Carmona, que es un tirano, en un desalmado acto de opresión a su cada vez más desvalido pueblo de Paradas, ha incrementado los impuestos.

La resolución ha sido ejecutada por “el conejo”, que a su vez está protegido por De la Vega y defendido por “el pistolas”.

Pero…, y “el zorro”, ¿por qué le sigue el juego a los opresores del pueblo? ¿No será que está esperando la ocasión para llevar a cabo una muy sutil artimaña que los expulse del poder?

Menos mal que a nuestro favor tenemos “el coyote”, aunque sólo nos defiende muy esporádicamente.


En Arahal, que es la única reserva natural del continente europeo de Neanderthales en estado libre, se dice que, Paradas es la ciudad sin ley.


Por otro lado si algún forero, con mucha imaginación y fantasía, quiere ampliar el argumento, puede hacerlo añadiendo personajes como por ejemplo una hermosa concejala, un municipal violento, un cura proletario…; o por otro lado con aventuras o situaciones en las que se descubra al zorro por la cola o que plantee que aún está el rabo por desollar.

Aunque me parece que “el zorro” ya no es el mismo, ni siquiera su símbolo, porque la Z es más bien el 7 que se ha ido a misa a rezar. Hemos evolucionado tanto que hasta hemos eliminado su figura, así como la del justiciero, Curro Jiménez, la mano negra…

Ah y, si te decides a escribir, no te embobes que la inspiración no avisa: el agua hay que recogerla cuando llueve.

De todas formas si lo haces, ¡hombre!, plantea un final divertido, alegre, risueño, jocoso…, en el que todos seamos felices y comamos perdices, menos los malos.

SALUDOS EQUINOCCIALES, PORQUE EL SOL DE OTOÑO ES COMO UNA CARICIA.

A las cinco de la tarde se impone el café, las albarditas y -a la vuelta de la esquina- firmas en el brasero con la badila.
Llega el cura nuevo ensotanado como el de antes, se destricornia el comandante de puesto y enciende un cigarro el maestro'scuela.
Atrincherado el cónclave local en mitad del café, los dulces y la botella de anís del mono que amenaza con destaparse, se dibuja la situación de la patria chica inserta en la geopolítica del Gobierno de Carmona.
Engatusar al "zorro" como factor destabilizador no sería mala opción. Es un factor de compensación para el pistolas pues de pistolerismo se trata al fin y al cabo.
El asunto es el de siempre. Las fuerzas vivas no quieren sacar las piernas de la mesa camilla y las fuerzas desharapadas, que no tienen ni badila ni cuchara, engañan el hambre con azumbres de vino garrafero y cartillas de paro agrícola.
La paz es sólo aparente. Calma chicha pero sin chicharras, de vacaciones hasta la calígula próxima.

Mientras, a la misma hora, el alguacil Chorizo entraba en el Ayuntamiento con el rostro desencajado y lleno de pavor.

- ¡Sr. Conejo!, ¡Sr. Conejo!, ¿donde está?. Tengo que darle una mala noticia.
- ¡Estoy aquí!-, dijo Conejo saliendo de la Alcaldía, con aspecto desaliñado, la barriga asomando entre el pantalón y la camisa, y con el pelo mugriento y revuelto. No le gustaba que lo despertasen así de su siesta diaria, y si Chorizo lo había hecho, sabía que algo terrible habría ocurrido.
- He encontrado estas octavillas tiradas en la calle -dijo Chorizo todavía jadeando-. El Zorro lo reta a usted a un duelo. Mañana, en plena calle larga, a las 12 del mediodía. Dice que el que pierda, va a estrenar el nuevo sanatorio del pueblo.
- ¡Rápido!, avisa a el Pistolas y su banda ...

¡¡¡jajajajaja!!!

Al final sólo unos rasguños y ni tan siquiera una denuncia ante el Sr. Ratón, a la sazón juez de Paz en este pueblo que, mal que les pese a los vecinos de Arahal, alguna Ley existe, aunque sea la Ley del Embudo o la Ley de Murphy.
A las octavillas no respondió la masa. Se necesitan situaciones extremas para movilizar las posaderas del personal.
De manera que allí andaban, a solas y sólos, el conejo y el zorro, sin ni siquiera las miradas furtivas detrás de los visillos.
Su batalla no era la batalla de los demás.
Unos ojos hirientes, unas voces más altas que las habituales, un "rempujón" tímido y una bofetada afeminada que, sólo por el sello hortera de oro, magulló al contrincante.
Aturdido y arañado allá que fue al nuevo sanatorio aunque lo único que encontró fue un letrero mal manuscrito advirtiendo que, ni allí había ambulatorio, ni se le esperaba hasta los meses previos de las próximas elecciones.
Eso sí, había cuatro amplias papeleras. Una contenía las promesas sanitarias. Otra las firmas proambulario. Otra las pancartan que sirvieron para cortar la autovía y arengar en el Palacio de San Telmo donde habita el emperador Chaves, emperador vitalicio por la gracia del Dios Baco. La última papelera era la más grande. En ella cabían las ilusiones que un día tuvo el personal por sentirse dueño de su destino.

Tan dueños de su destino como alguna vez todos nos sentimos cuando fuimos jóvenes y que a la medida en la que crecíamos, aterrizábamos en la vida real y nos dabamos cuentas, en la medida en la que cada vez somos un poco más dueños de nuestro destino, de lo poco y lo mucho que podíamos hacer por todo. A esa edad ibamos descubriendo como descifrar la comunicación de los mayores. Ibamos descubriendo que ser adulto, digno y responsable significaba poder ganarte el pan en sociedad, unos por un camino, otros por otro y otros por ninguno.
Pero aquella tarde, mientras se batían a tímido duelo el Conejo y el Zorro, en otro parte del pueblo se libraba, como cada día, otra gran batalla: la batalla de los jóvenes que se han perdido en su aterrizaje
y han quedado apartados del redil de la sociedad, era la batalla que cada generación libraba en los terrenos apartados del pueblo, era la batalla, en este casos de Los Canis.
Los Canis, chicos indomables, incontrolables, que cada día se concentran allí para aunar sus propias compañías y juntar su incosciente y puro desprecio a la sociedad mientras la sociedad los desprecia a ellos culpandose mutuamente.
Saben que pronto se acercará el invierno, saben que pronto hará frío y saben que la sociedad les echará encima todo el peso de su desprecio sin ofrecer alternativa alguna.
En otro pueblo serían jóvenes mucho más normales e incluso serían sociales, pero en Paradas, sin parque, sin alternativas para hacer aterrizar a la juventud rebelde están condenados a vivir su rebeldía a las afueras de la sociedad.
Pronto se acercará el invierno, los días más fríos, aquellos en los que apetece como nunca en la vida vivir el romanticismo del calor de una pequeña candela hecha con palos de madera que el Ayuntamiento olvidó recoger de la poda de los árboles y paneles de madera que allí se olvidan de las obras. Pronto volverán los representantes de las instituciones a multarles con multas mileuristas por calentarse, pronto se provocaran las rebeldías naturales, pronto, mientras absolutamente nadie está dispuesto a hacer nada, nadie porque quién lo hizo, quién se acercó al Ayuntamiento buscando soluciones a este colectivo mediante proyectos educativos, alternativos de ocio y de comunicación, obtuvo de los representantes de la sociedad sin escrúpulos, que las multas eran "porque los jóvenes se parecían a los del Vacíe y estaba viendo que iban a empezar a hacer chabolas" sin más intención que la de cobrar a fin de mes un buen sueldo con un mejor trabajo a base de promesas y sin comprometerse con compromiso alguno.
Entonces fue cuando un corazón en llamas miró a los ojos de los predicadores del otro mundo posible y el cielo, de vergüenza, se rompió en pedazos y comprendió lo podridos que están las personas y lo incosciente que es la sociedad.
Y encendiendo el último porrito en unas escaleras, recitó a fuerte voz lo que fue el último de los muchos poemas que allí se escucharon y que encendieron las pupilas de los chicos que los escuchaban.

Cójase a un Cani o gamberro, que tanto da.
Póngasele en la mano una manibela de tamaño noria.
Hágase que jire suzodicha manibela al menos ocho horas.
Terminado el trabajo, désele ocho ostias y trece macocas y en unos meses se acabaron los tontos estos, que lo unico que hacen es atentar contra la estetica.

¡VIVA ESPAÑA LA OSTIA'

Interesante relato, que ganen los buenos y el chiquetillo.
salud y libertad

Anda caravaca, vete a echarle un vistazo al apartado de Exult y no entres en una novela para descalificar, porfa.

Que nadie se sienta aludido, a mí
las moralinas me hacen vomitar
quise hacer un cuento divertido, sin
parecido con la realidad.
Que se quede cojo de las tres piernas
cierto crítico que hay por ahí
si miento cuando digo que nunca pido
consejos y jamás los dí.
A no ser al tipejo ese del espejo
que me vacila cantidad,
a veces me hace un corte de mangas y dice
“no hay quien te soporte, chaval”
Al fín y al cabo lo único que pasa
es que necesitaba componer
de canción que terminara de una
maldita vez este elepé.
Ya quisiera yo, en lugar de este reggae,
haber escrito Rapsodia en blue
Chelsea hotel, Guantanamera,
Tatuaje, o She Loves you