Paradas - Sevilla

Joaquín, no desesperes. Si a tí te parece corto a mi, en cambio, me exige un "ratito" de mi tiempo, del que no siempre dispongo. Seguimos:

Los "niños" de la aristocracia empobrecida, buscan secuaces entre los descontentos de una democracia capitalista que tan sólo favorece a las clases altas y medias. Es fácil adivinar quién serían estos descontentos; todos los que, en un régimen de libre competencia, se quedan atrás. Es dificil, hoy día, calcular el poder adquisito de la dracma, pero según las cuentas que hacen los más acreditados expertos, una familia de cuatro personas necesitaba un centenar al mes, para vivir como hoy se pueda vivir con mil Euros. Pues bien, el salario de un artesano y la nómina de un pequeño empleado no rebasaban los treinta al mes, osea, unos trecientos euros.

De ahí las reivindicaciones y las instancias sociales sobre las que la aristocracia venida a menos hace palanca. Sin embargo, no las interpreta como no hace mucho las interpretaba el socialismos, es decir, promulgando las nacionalizaciones; no, las interpreta reclamando la abolición de las deudas, la distribución gratuita de trigo y la participación de todos en la utilidad del comercio y la industria. De todos los ciudadanos, se entiende; de metecos y libertos, por no hablar de esclavos, nadie se ocupa.

Aristófanes, el comediógrafo, en una de sus obras pone en escena a una "condesa de izquierdas" que predica, precismente, una especie de comunismo aristocrático, reclamando la distribución en partes iguales, entre los ciudadanos, los beneficios del trabajo colectivo. "Pero el trabajo ¿quien lo hace?", -pregunta un tal Blepiro-."Los esclavos, naturalmente"- responde la dama.

En estos términos se debate la lucha de clases en Atenas, con un partido democrático que, para situarnos, sería un equivalente a la social democracia actual, conn una derecha e izquierada radicales que, como siempre, tomas extrañas alianzas. No obstante, aquella lucha fraticida, NO NOS ENGAÑEMOS, estaba bastante atemperada por el miedo a una hipotética revolución de metecos y libertos, por no contar con los esclavos, y sobre la cual la exigua minoría gobernaba.

No obstante, fueron aquellos marxista atenienses, con muchos blasones y lemas en las tarjetas de visita, quienes inventaron la bandera bajo la cual, de entonces en adelante habían de militar todos los comunistas de todos los tiempos: la roja. Esta, pues, no tiene un origen proletario, como hoy se cree, ssino aristrocráticos.

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