Martín de la Jara - Sevilla

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...y mientras el gallinero pesoista se va desgañitando con sus histéricas y ridículas entraditas de política barata, nuestro simpático e instructivo seminario sigue su curso; por lo que...
Bienvenidos, una vez mas, a nuestro interesante (y en esta ocasión, hasta peligroso...) “Curso acelerado, pero tranquilo, de Historia y Ética”. Y sin más preámbulos ¡¡al ataque!!

¿en que se diferencia un economista del resto de los mortales?
Respuesta: a simple vista, en nada.
Pero, acto seguido, decíamos que esta respuesta había de ser “matizada”. Después nos interrumpió un simpático spot publicitario de nuestro “amigo pepe griñán”...
...Y así lo dejamos.

En efecto, un economista es una “cosa” hoy día, muy diferente a lo que fue en tiempos “antiguos”. En estos tiempos modernos (¿quién lo diría?) se han llegado a considerar “necesarios”; incluso reciben “premios nobel” (¡¡puaj, que asco!!). Pero eso de recibir premiecitos, solo lo hacen los que se saben bien “la lección”.
En general, y universalmente hablando, cualquier ama de casa puede ser tan buena “economista” como el último premio nobel (...otra vez “puaj”). Tan buena, si no mejor...

Si definimos a “la economía”, como “el arte de administrar el parné de cualquier persona, animal ó cosa”, lo anteriormente dicho, nos queda meridianamente aclarado. Eso sí, por ahora, no vamos a entrar en si se administra bien ó mal. Nos limitamos a “definir”.
Así expresada, puede parecernos una definición algo “reduccionista”, pero no es así. ¡¡En modo alguno es así!!

Desde tiempos inmemoriales la “comunidad humana” (ya sea “civilizada” ó no) ha tenido que administrar sus recursos. Pero eso de “administrar sus recursos” también lo hacen las plantas, e incluso otros animales (... y que según los datos que manejamos, jamás han sido nominados a premio alguno por la Real Academia Sueca): osos, hormigas, abejas y otros insectos, así como diversas clases de pájaros... incluso roedores como las ardillas, lo hacen sin estar “titulados oficialmente”; si bien es cierto que, estas últimas, no suelen tener buena memoria de donde “ingresan” el “superávit” de sus “ejercicios fiscales”; y que, al tratarse de bellotas, esta falla en su “sistema de registro y balances” le viene de perilla a los bosques. Bosques que, gracias a esta “inversión a largo plazo” aportada por los “fondos de previsión” de nuestras desorganizadas ardillas, pueden ir incrementando sus “dividendos” y (al mismo tiempo) el número de “contribuyentes” de cara al futuro. A toda esta complicada “operación financiera”, realizada en bellotas “de curso legal” es a lo que se suele conocer como “autorepoblación” forestal a la manera “natural”...¡cosas de la economía!... ¿curioso, verdad?

Nuestros papás, al ser seres vivos, también nacen con el “instinto natural de la economía”. Y al igual que hay papás ó mamás, que son buenos ó malos administradores* (atentos a este asterisco...); de la misma forma hay “economistas titulados” que son buenos, y otros que no lo son. Pero lo que los diferencia a todos del resto de los seres vivos (excepción hecha de algún que otro “Alberto Garzón”...) es esto: TODOS HAN SIDO “AMAESTRADOS” PARA HACERNOS PARECER DIFÍCIL LO QUE EN REALIDAD ES FÁCIL. Por lo que ya tenemos la respuesta a nuestra primera preguntita.
Recapitulando (que es gerundio):
¿en que se diferencia un economista del resto de los mortales?
EN QUE TODOS HAN SIDO ALECCIONADOS PARA HACERNOS PARECER DIFÍCIL LO QUE, EN REALIDAD, ES FÁCIL.
Fin de la primera parte...